
El Departamento de Justicia de Estados Unidos dio un paso contundente en el caso de Luigi Mangione. El jueves 24 de abril, el gobierno notificó al tribunal federal de Nueva York su intención de solicitar la pena de muerte si el joven de 26 años es hallado culpable del asesinato de Brian Thompson, director ejecutivo de UnitedHealthcare. La noticia ha reavivado un debate nacional que mezcla crimen, salud, política y un sorprendente fenómeno mediático.
Los fiscales sostienen que Mangione no solo le quitó la vida a un hombre, sino que buscó enviar un mensaje letal contra toda una industria. En su declaración, el gobierno aseguró que el acusado manifestó su deseo de atacar el sistema de aseguradoras privadas, con el objetivo de generar un impacto político y social a través de la violencia. La muerte de Thompson, un ejecutivo clave en la aseguradora más grande del país, conmocionó a un amplio sector corporativo.

UN DÍA CLAVE EN EL CASO
Mangione comparecerá este viernes ante la corte, donde se espera que se declare no culpable de los cuatro delitos federales que se le imputan, incluido el de asesinato con arma de fuego, el cual lo expone directamente a la pena capital. Además, enfrenta cargos por uso ilegal de armas y acoso. Sus abogados ya han presentado recursos alegando que se le ha privado del debido proceso y que el gobierno ha politizado el caso desde sus inicios.
El asesinato ocurrió el 4 de diciembre, en pleno centro de Nueva York, y desde entonces el caso ha capturado la atención del país. Mangione, arrestado cinco días después en Pensilvania, también enfrenta cargos locales en Manhattan y en ese estado, sumando un total de once delitos que podrían condenarlo a cadena perpetua, incluso si el juicio federal no concluyera en pena de muerte.

SORPRENDENTEMENTE FUE ELOGIADO POR LOS QUE CRITICAN EL SISTEMA DE SALUD
Su imagen, que muchos consideran carismática y atractiva, ha sido compartida en redes sociales por seguidores que lo ven como una especie de mártir moderno que desafió a las grandes aseguradoras. En cada audiencia, es recibido con pancartas y vítores por un grupo de fans autodenominado “Justicia por Luigi”.
Una campaña de recaudación de fondos para sus gastos legales ya roza el millón de dólares, y entre los mensajes de apoyo se mezclan críticas feroces de quienes lo ven como un criminal sin justificación. El país parece dividido entre quienes lo condenan como un asesino frío y quienes lo defienden como el rostro visible de una rabia colectiva ante el sistema médico-empresarial.
Mientras tanto, el juicio promete ser uno de los más polarizantes del año. La justicia federal insiste en su postura: Mangione debe pagar con su vida. Pero el caso ya ha trascendido los tribunales, convirtiéndose en símbolo de una lucha más profunda entre poder, violencia y desesperación en la América contemporánea.










