
Los vuelos de deportación operados por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE) están bajo la lupa tras la publicación de un contundente reportaje de ProPublica, que expone graves irregularidades en el trato a los inmigrantes durante estos traslados. Lejos de los estándares mínimos de seguridad aérea, los testimonios de extripulantes revelan un sistema deshumanizante que pone en riesgo la vida de los deportados.
Encadenados y desatendidos: la realidad a bordo de los vuelos de deportación
Los inmigrantes abordo viajan encadenados de pies y manos, con grilletes en la cintura, sin acceso a una atención mínima por parte del personal de vuelo. Aunque ICE asegura que estos vuelos siguen “protocolos de seguridad”, ex trabajadores de aerolíneas contratadas denuncian lo contrario: los auxiliares de cabina reciben órdenes expresas de no interactuar con los inmigrantes, ni siquiera para asistirlos durante emergencias.
“No hablarles, no atenderlos, no mirarlos a los ojos”, fue una de las instrucciones recibidas por la tripulación, según el reportaje.

Sin instrucciones claras en caso de evacuación
Uno de los aspectos más alarmantes tiene que ver con la seguridad en caso de emergencias aéreas. Los auxiliares de vuelo, entrenados para evacuar pasajeros en menos de 90 segundos, se ven forzados a ignorar sus protocolos, pues reciben órdenes de priorizar su propia seguridad y la de los agentes de ICE, dejando en segundo plano a los inmigrantes encadenados.
Además, los funcionarios del ICE a bordo no ofrecen instrucciones ni colaboran con los protocolos de emergencia, dejando a más de un centenar de personas con movilidad restringida en una posición de extrema vulnerabilidad.
Deportaciones masivas con trato desigual
Durante la administración Trump, los vuelos de deportación se incrementaron hacia países como Venezuela, Colombia, Panamá y El Salvador, con vuelos incluso dirigidos hacia prisiones. ICE ha promocionado estos operativos como seguros, pero el testimonio de quienes han trabajado en ellos indica que los únicos “pasajeros” realmente atendidos son los agentes federales, quienes sí reciben comida caliente, asistencia de vuelo y toda clase de comodidades.
El colectivo Witness at the Border estima que el 85% de los vuelos de deportación actuales son realizados por aerolíneas privadas, no por el ejército, lo que implica una creciente participación del sector privado en procedimientos que violan derechos humanos básicos.












