Mientras Lionel Messi siga jugando en pared con los felices rincones de su infancia, siempre podrá comportarse como un auténtico supercampeón de dibujos animados. Con 35 años, es el experimentado que abraza dos veces al joven Enzo Fernández para festejar el 2-0 ante México y también es el pequeño del club Grandoli de Rosario, con alma competitiva e instinto para seguir divirtiéndose con un balón pegado al pie.
Los sueños del pibe son circulares y paradójicos. Messi creció en Barcelona, sin embargo, nunca se olvidó de su primer ídolo del póster: el ‘Payasito’ Pablo Aimar, el mismo que ayer tuvo casi una explosión cardiaca después del penal en movimiento que Lionel tanto repite y que nadie puede evitar.
Aimar es parte del cuerpo técnico de Lionel Scaloni y, en el banco de suplentes del estadio Lusail, protagonizó una de las escenas icónicas de esta primera semana mundialista. Ya había anotado Messi el 1-0 y Scaloni buscaba calmar al ex volante de River y el Valencia, antes que su corazón siga saltando como bomba en cuenta regresiva.
En este, su último Mundial, la ‘Pulga’ se está enfocando en cerrar círculos. En su primer festejo con el Barcelona, en el 2005, Ronaldinho lo cargó para presentarlo al mundo (un Rey anunciando a su sucesor, como en los libros de la selva). Ahora, Leo es quien levanta a los más chicos, como a ese crack despreocupado llamado Enzo Fernández, un volante que no dejará la titularidad en Argentina por muchos años.
-El balón es su amigo-
Se viralizó hace unas semanas un video de los Supercampeones que predecía el triunfo de Japón sobre Alemania. Sin embargo, el creador del anime Yoichi Takahashi, más basó sus historias en los “monstruos” de otros países a los que el fútbol japonés tenía que imitar en esos años ochentas y noventas. Si Takahashi decidiera reconstruir una mejor versión de Oliver Atom (Tsubasa Ozora), pediría que estudien todos los movimientos de Messi.
Al igual que el personaje del recordado dibujo animado, desde muy chico Messi sabía que lo único que lo iba a ser feliz era jugar con la pelota. Y regresar a ese niño siempre será para él una buena noticia. Cuando lo abordamos para una entrevista en el 2013, Lionel Messi estaba muy apurado. Solo faltaban minutos para que despegue su avión privado rumbo a Qatar (el ‘10′ iba a firmar uno de sus tantos millonarios contratos con una empresa de telefonía catarí). Lo único que hicimos para detener sus pasos fue mostrarle una portada de El Comercio con su foto a los 9 años, con la camiseta Newells Old Boys, en el día que obtuvo su primer título internacional (la Copa de la Amistad organizada por la Academia Cantolao en 1996). Messi se guardó las gambetas y se detuvo para conversar por casi doce minutos. La imagen casi desteñida por tantos años funcionó.
-¿Recuerdas esta foto Lionel? Es cuando jugaste la Copa de la Amistad de 1997. ¿Fue tu primer campeonato fuera del país?
Claro que me acuerdo, si no fue el primer campeonato internacional debe haber sido uno de los primeros. Es un lindo recuerdo.
-Fue tu primer torneo internacional ganado.
Podría decirse que sí, son varios años jugando al fútbol, pero de niño siempre queda el recuerdo de los primeros partidos ganados. Además estaba con un equipo que quiero mucho como Newell’s Old Boys.
-¿Con esa camiseta te vas a retirar?
Alguna vez he declarado que me encantaría por lo menos jugar una temporada más allí antes del retiro. Pero en el fútbol uno nunca puede adelantarse.
-Eras muy chico cuando Maradona se retiró del fútbol. ¿Cuál fue tu primer jugador modelo cuando comenzaste en el fútbol?
El primer jugador que admiré fue Pablo Aimar. No tengo mucha memoria como para recordar todos los jugadores que alguna vez seguí, pero de Aimar sí me acuerdo muy bien. Es el primero que nombro cuando me hacen esa pregunta.
Esta versión de Messi es de mayor apertura para dialogar y dar la cara en todos los momentos (ofreció dos entrevistas post partidos a la cadena internacional que tiene los derechos del evento). Hoy no solo arenga en el vestuario, sino que ofrece contención para evitar que sus compañeros se derrumben. El primer rival, en esta tarde del 26 noviembre, no fue México sino el diluvio de nervios. El calmante estuvo en su zurda, en ese control para acomodarle la pelota al experto Ochoa.
Tiene 35 años, pero sigue repitiendo las maravillosas jugadas del Barcelona de Pep. Se sigue divirtiendo como cuando anotaba goles para ganarse una bicicleta o como cuando le pedía a su abuela que lo llevará a la cancha (cada celebración con los dedos al cielo es para ella). Su alma futbolística vive en un constante flash back. Es quizá una de las fórmulas de su vigencia. Niño y grande a la vez. El destino de Messi tiene esas paradojas. Ahora el ídolo de Aimar es él.
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