Las prisas del gobierno de Biden en la retirada de Afganistán han ido acompañadas de críticas al presidente de Estados Unidos por una decisión que muchos ven como innecesaria y como una traición para los que sirvieron en Afganistán y para el propio pueblo afgano.
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Las imágenes desgarradoras del aeropuerto de Kabul no hacen más que reforzar este mensaje.
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No sin razón, hay muchas emociones en torno al tema.
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Occidente ha invertido mucha sangre, tiempo y dinero en Afganistán.
El pueblo afgano, mucho, mucho, más.
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Es difícil rebatir las críticas a la precipitada salida de la administración Biden.
En efecto, Afganistán puede ser irrecuperable, sus estructuras de gobierno pueden ser demasiado poco representativas y corruptas.
Sin embargo, esto sólo subraya el argumento de que Afganistán no se “perdió” en los dos últimos años, sino durante los 20 anteriores.
No obstante, la decisión de sacar las tropas estadounidenses del país se considera un golpe terrible para la credibilidad de Estados Unidos, para su fiabilidad como socio y, de hecho, para su posición moral en los asuntos mundiales.
¿Cómo encaja esto con el mantra de Biden al asumir el cargo de que Estados Unidos estaba de regreso?
Se están haciendo comparaciones con Vietnam: las similitudes con los helicópteros sacando a ciudadanos estadounidenses de una ciudad caída son demasiadas como para que las portadas de los periódicos no hagan la comparación.
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Pero en realidad, a pesar de las similitudes superficiales, también hay algunas diferencias importantes.
Vietnam del Sur colapsó unos dos años después de la partida de las tropas estadounidenses. Y en el caso de Afganistán, parece que los estadounidenses esperaban que sus aliados afganos siguieran adelante sin ellos durante un período significativo.
Estados Unidos se sintió humillado en Vietnam: su población estaba profundamente dividida y su moral militar dañada.
Pero aunque Vietnam resultó ser un trágico espectáculo paralelo a la Guerra Fría, Estados Unidos finalmente salió victorioso en cierta manera.
La OTAN no se debilitó. Los aliados de Estados Unidos en todo el mundo pudieron seguir contando con el apoyo de la gran potencia. La primera economía del mundo siguió siendo una superpotencia preeminente.
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Afganistán es completamente diferente.
Las divisiones internas en Estados Unidos sobre este conflicto no han sido de ninguna manera comparables a las de Vietnam.
La misión de Afganistán fue ciertamente impopular en casa, pero no hubo manifestaciones masivas en su contra.
Sin embargo, lo que es crucial es que el contexto internacional actual es dramáticamente diferente al de la década de 1970.
Estados Unidos, de hecho Occidente en general, está involucrado en múltiples disputas, en pocas de las cuales son claros ganadores.
El colapso afgano es potencialmente un desastre en la llamada guerra contra el terrorismo.
Pero en el conflicto más amplio entre democracia y autoritarismo, el fracaso de Washington solo puede verse como un serio revés.
Habrá sonrisas en Moscú y Pekín, al menos por ahora.
El modelo occidental de intervencionismo liberal, promovido como un medio para difundir la democracia y el estado de derecho, puede haber sufrido una derrota en Afganistán.
No veremos mucho entusiasmo por empresas similares en el futuro.
Los aliados de Washington que se unieron al proyecto de Afganistán están resentidos.
Se sienten muy decepcionados.
Incluso los ministros británicos, orgullosos de su tan promocionada “relación especial” con Washington, han criticado abiertamente la decisión del presidente Biden.
Y para los aliados europeos de Estados Unidos en general, lo sucedido subraya lo dependientes que son de Washington y lo poco que cuentan sus puntos de vista una vez que la Casa Blanca decide tomar una dirección concreta en un tema.
Así que son malas noticias para Occidente.
Pero, ¿cuán duraderas serán las sonrisas en Pekín, Moscú o incluso en Islamabad?
Fue Pakistán quien alimentó y dio refugio a los talibanes con sus propios objetivos geoestratégicos.
Pero si el renovado gobierno de los talibanes vuelve a lo anterior, si el terrorismo internacional encuentra de nuevo refugio, entonces Pakistán podría enfrentarse a consecuencias decididamente negativas por las crecientes turbulencias en la región.
China está feliz de ver el fracaso de Estados Unidos.
De hecho, si la razón de Biden para retirarse de Afganistán se debió a su deseo de reenfocar la atención de Estados Unidos para rivalizar con una China en ascenso, entonces este paso simplemente le ha dado a China la oportunidad de expandir su propia influencia en Afganistán y más allá.
Sin embargo, China también debería estar preocupada.
Comparte una pequeña frontera con Afganistán.
Está persiguiendo activamente a su propia minoría musulmana y debería preocuparse por la posibilidad de que terroristas islamistas anti-Pekín intenten utilizar Afganistán como base.
No es de extrañar, entonces, que la diplomacia china durante las últimas semanas haya estado tan ansiosa por cortejar a los talibanes.
Rusia también debería estar preocupada por el regreso de la inestabilidad y el terrorismo.
Tal vez se sienta un poco mejor consigo misma ahora que Estados Unidos ha sido humillado por los combatientes tribales afganos de manera similar a como lo fue la Unión Soviética a fines de la década de 1980.
Pero su principal interés es la seguridad de una gran parte de Asia Central, donde muchos de sus estados son aliados de Moscú.
Este verano, Rusia trasladó tanques a la frontera entre Tayikistán y Afganistán para realizar ejercicios destinados a demostrar su determinación de evitar cualquier desbordamiento de un colapso afgano.
Así que, a corto plazo, la debacle afgana ciertamente beneficia a los oponentes de Occidente. Pero de todas maneras, sus actitudes no iban a cambiar.
Lo que realmente importa son las ramificaciones entre los aliados de Washington.
¿Qué se llevarán de la experiencia afgana?
Más allá de la inmediata crisis, ¿los países de la OTAN, Israel, Taiwán, Corea del Sur o Japón verán a Estados Unidos como un socio menos fiable?
Si lo hacen, entonces la decisión de Biden de abandonar Afganistán resultará aún más fatídica.
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