En sus dos días de visita oficial en el Perú, el Alto Representante de la Unión Europea (UE) para la Política Exterior, Josep Borrell, se dijo decidido a repotenciar las relaciones del bloque con Latinoamérica, especialmente las que van más allá del aspecto comercial. Así como enfatizó la importancia de las relaciones bilaterales, abordó temas como los riesgos para la democracia, la desigualdad y lo preocupante de las crisis en Nicaragua y Venezuela.
El diplomático español señala que eligió a nuestro país para iniciar su primera gira por la región debido a que el Perú “vive un momento muy particular”. “Está en marcha una nueva presidencia, un nuevo gobierno, después de un proceso electoral ajustado. Tengo mucho interés en conocer los planes que tiene el presidente para desarrollar su programa y cómo pretende abordar los problemas que tiene el país”, dijo a El Comercio poco antes de reunirse con el mandatario Pedro Castillo.
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—Ha expresado su preocupación por la caída de la confianza en la democracia en Latinoamérica. ¿Qué obstáculos ve para ella en la región?
La caída de la confianza en el sistema democrático multipartidista no es una cuestión exclusiva de América Latina. Es una tendencia de fondo por la cual se pierde confianza en los partidos tradicionales, que pierden representatividad, lo cual da pie a que aparezcan nuevas formas de representación política dentro de un escenario mucho más desagregado.
Lo que hemos percibido en todo el mundo, y en América Latina probablemente más, es que el desarrollo democrático no lleva necesariamente a una mejora de las condiciones de vida y en particular a lo que se refiere a la desigualdad. Y, por otra parte, el desarrollo económico, y aquí pienso en China, no lleva necesariamente al desarrollo democrático. La democracia tiene que demostrar no solamente que permite a los ciudadanos manifestar sus preferencias políticas, sino que tiene que producir un proceso de desarrollo económico y social que combata lo que creo que son dos de los principales problemas de este continente: la desigualdad y la violencia.
—¿Cuáles son los casos que más preocupan en la región en cuanto al debilitamiento de la democracia?
Naturalmente Nicaragua y Venezuela tienen las situaciones más preocupantes. Está el caso de Cuba, pero esa es una crisis que no es nueva. Lo nuevo es el endurecimiento de la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua, que va a celebrar elecciones el día 7 [y donde la mayoría de los candidatos opositores han sido apresados]. No nos hemos molestado en mandar observadores electorales porque no hace falta. Por otro lado, está la crisis en Venezuela, que no tiene más salida que el diálogo y la negociación política.
—¿Ve algún indicador sobre este tema que le preocupe del Perú?
No soy un experto en la situación interna del Perú. Pero en el Perú de alguna manera ha ocurrido lo mismo que en otros países, una desagregación del escenario político, una multiplicación del número de partidos y una pérdida de influencia y de representatividad de los grandes partidos tradicionales. El Perú es, sin duda, un caso particular por sus características socioeconómicas, pero creo que en toda América Latina el factor desigualdad social tiene un gran peso político.
—Dijo recientemente que “a pesar de los esfuerzos, Latinoamérica no están en el radar de la UE”. ¿Por qué se olvidó o desatendió a la región?
Si se ve en términos económicos la región no está olvidada porque las empresas europeas han invertido en América Latina más que en China, Japón, India y Rusia juntos. Es mucha inversión, no se puede decir que esté olvidada desde el punto de vista del interés de nuestros agentes económicos. Ahora, en términos políticos Europa tiene muchos problemas en su vecindad inmediata, la frontera este con Rusia, la frontera sur con África. Tiene mucha relación económica con China y el sudeste asiático y con América Latina la relación es básicamente de inversión, pero salvo países que, por historia, como España que tienen grandes lazos políticos, culturales y sociales, Europa mira más al este y al sur que al Atlántico sur.
—Y su objetivo es cambiar eso…
Yo lamento que entre el virus y otros problemas no haya podido venir antes, pero mi intención y mi responsabilidad es situar a América Latina más cerca de la Unión Europea. Una cumbre de líderes de Europa y América Latina no se celebra desde el 2017, vamos a hacerla a principios del próximo año.
—La UE y el Perú buscan reafirmar sus compromisos bilaterales en términos políticos y de cooperación. ¿Cómo se dará esto en el sector salud?
Perú va a ser el país hacia el que la ayuda de la UE más va a crecer en estos años. La cantidad global que se va a asignar al Perú va a ser la que más va a aumentar en toda América Latina, en buena medida para ayudar a fortalecer al sector sanitario que ha demostrado una gran debilidad frente a la pandemia.
PRÓXIMOS RETOS EN LA REGIÓN
—La UE es garante de los comicios regionales del 21 de noviembre en Venezuela. Sin embargo, el chavismo y la oposición han criticado el papel del bloque. También hay un debate sobre si su participación le da legitimidad al proceso y al gobierno de Nicolás Maduro…
Yo he tenido que tomar la decisión de enviar esta misión de observación electoral que ha sido criticada por un lado y por el otro, como era de esperarse. Pero creo que mi responsabilidad es tratar de impulsar un proceso que institucionalice democráticamente a Venezuela. En estas elecciones la oposición ha decidido presentarse, y si la oposición se presenta y el gobierno venezolano acepta las condiciones que le hemos exigido para poder enviar esa misión, creo que es bueno.
Las misiones electorales no favorecen o legitiman a nadie, van a intentar verificar las condiciones en las cuales se desarrollan estas elecciones. Con eso no estamos legitimando al gobierno del señor Maduro, simplemente acabamos de mandar misiones de observación electoral en muchos países, países donde la calidad democrática es discutible.
—¿Espera que estas elecciones logren algún cambio en Venezuela?
Hay muchos líderes locales y regionales de la oposición venezolana que están gobernando en estados y municipios que quieren presentarse. Esto puede ser un buen test, sé que hay líderes de la oposición que me han pedido que no mande misiones de observación electoral porque desconfían de cómo se van a producir estos comicios, pero al mismo tiempo sus partidos han decidido presentarse. Si eso han decidido yo creo que es bueno que haya observadores de la UE que sigan el proceso.
—¿Cuál es la posición de la UE con respecto a Juan Guaidó? ¿Cómo lo consideran?
Juan Guaidó sigue siendo para nosotros uno de los principales líderes de la oposición por el que tengo el máximo respeto, ya que ha demostrado una voluntad y un valor muy grande en defender sus planteamientos y sus ideas. Él ha sido uno de los líderes que me ha pedido que no mandáramos esta misión de observación electoral, pero su propio partido se presenta, él no se presenta porque no son elecciones presidenciales ni legislativas. Guaidó sigue siendo un respetado y reconocido líder de la oposición venezolana.
—El siguiente destino de su gira por la región es Brasil. ¿Qué opina de la estrategia contra la pandemia del gobierno de Jair Bolsonaro?
Ciertamente la posición del gobierno de Brasil sobre la pandemia es muy diferente de la que mantenemos en la UE, pero yo no voy a Brasil a juzgar las políticas del gobierno, sino a ofrecer nuestra colaboración y a buscar vías de desbloquear el acuerdo del Mercosur, que es el gran tema de la relación con Europa.
—El acuerdo comercial con los países del Mercosur no se ha ratificado por las reticencias europeas a la política medioambiental de Bolsonaro. ¿Lograr avances en el acuerdo es tal vez el principal objetivo de su gira?
Tenemos tres acuerdos en la mira, uno con Mercosur, otro con Chile y un tercero con México. Los de Chile y México están mucho más avanzados, son acuerdos antiguos que hay que actualizar. Por cierto, con el Perú tenemos uno reciente que funciona muy bien y que ha permitido el desarrollo de muchas pequeñas y medianas empresas del Perú.
El acuerdo con Mercosur es un acuerdo nuevo que plantea problemas, en su estado actual sabemos que no va a poder ser ratificado. La UE ya ha dicho que no lo haría y hay que buscar de qué manera lo mejoramos desde el punto de vista de los problemas de tipo ambiental. Por cierto, me alegro de que recientemente el presidente Bolsonaro haya hecho propuestas muy importantes para que Brasil contribuya en la lucha contra el cambio climático.
DESAFÍOS PARA EUROPA
—Usted ha dicho que “no se puede ser ingenuo con China”. ¿Qué amenazas representa el gigante asiático?
China es un gran poder emergente, los europeos no tenemos nada en contra de que lo sea, pero hay que ver de qué manera se inserta en los equilibrios geopolíticos mundiales. Por su dimensión y por su velocidad de crecimiento China está destinada a ser el gran actor de este siglo y la relación entre China y Estados Unidos va a marcar la geopolítica mundial.
China es para nosotros a la vez un socio porque tenemos con ella grandes relaciones comerciales y también es un competidor en tecnología y comercio, pero también es de cierta manera un rival en el sentido de que su sistema político y el nuestro son muy distintos y rivalizan en la capacidad que tienen de presentarse ante el resto del mundo como un modelo a seguir. Entonces cómo combinar a un socio, un competidor y un rival dependerá del peso que se le de a cada uno de estos tres componentes, por eso nuestra relación con China es muy compleja.
—¿Cómo quedó la relación de la UE con Estados Unidos tras el reciente impase por la alianza de defensa entre Washington, el Reino Unido y Australia en la zona del Indo-Pacífico?
Eso parece que ha sido un tropezón que se está corrigiendo ya, en todo caso las relaciones son mucho mejores que con la administración de Donald Trump. El presidente Joe Biden tiene otra visión de la relación trasatlántica, en todos los terrenos la cooperación ha mejorado y en el Indopacífico también tendrá que mejorar y creo que Biden se lo ha dicho claramente al presidente francés Emmanuel Macron.
—¿Cuáles son los principales asuntos de seguridad que preocupan ahora a la UE?
Hoy la seguridad no es estrictamente militar, no es solamente una cuestión de confrontación de ejércitos. La seguridad es algo mucho más complejo, tiene que ver con la utilización como armas de cosas que antes formaban parte del poder blando: ataques cibernéticos, ataques híbridos, el uso de los inmigrantes como arma arrojadiza, el propio uso del comercio. Hay proceso de ‘weaponisation’, de convertir en armas los elementos de la relación internacional.
Nuestras fronteras no están en peligro, pero en ellas hay un montón de conflictos. Europa está rodeada por un circulo de inestabilidad y conflictos, desde Gibraltar hasta el Medio Oriente, el Cáucaso y el Mar Báltico y naturalmente nos preocupan muchos conflictos que no son nuestros, pero que nos afectan mucho: Etiopía, Sudán, Siria, Medio Oriente, el pacto nuclear con Irán.
—¿Qué clase de socio está siendo el Reino Unido tras el ‘brexit’?
El Reino Unido ha sido un miembro de la UE que ha decidido dejar de serlo y tenemos el mayor interés de llevarnos con el Reino Unido tan bien como podamos porque, aunque no sea un miembro de la UE es un país europeo, un vecino, un miembro del Consejo de Seguridad y tiene el arma atómica y compartimos aguas pesqueras. Tenemos que seguir siendo buenos vecinos y socios.
—¿Qué tanto pierde la UE con la salida del poder de la canciller alemana Angela Merkel, que ha sido un puntal en la región?
Yo conozco a Angela Merkel desde que los dos éramos ministros de Medio Ambiente a fines de la década del 90. Debo decir que Angela ha sido en algunos momentos decisiva, salvó el honor de Europa en el 2015 y el 2016 cuando se dieron las oleadas migratorias que llegaban de Siria. Su decisión valiente, que le costó electoralmente, de abrir las fronteras a los inmigrantes que se agolpaban contra ellas fue uno de los actos que para mí definen la calidad política y humana de Angela Merkel.
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