Sábado 14 de agosto, Kabul, capital de Afganistán. Al periodista chileno Jorge Said, preocupado, le aseguran oficiales de inteligencia que la ciudad no caerá hasta dentro de uno o tres meses.
Pero en menos de 24 horas los talibanes irrumpen en Kabul, el presidente Ashraf Ghani abandona el país, colapsa el gobierno y se desata el miedo.
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Ahora Said, de 55 años, planifica contrarreloj su salida.
Escenas de caos y desesperación se repiten en el Aeropuerto Internacional de Kabul ante la avalancha de gente huyendo de Afganistán. Miles de autos saturan las calles.
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Muchos afganos temen represalias violentas de los combatientes talibanes, que en cuestión de semanas han tomado el poder aprovechando la retirada de tropas occidentales tras 20 años de operaciones militares.
Suhail Shaheen, portavoz del Talibán, dijo a la BBC que los militantes quieren una “transferencia pacífica del poder” y que no buscarán venganza.
Pero el pánico está sembrado y muchos no se fían.
Said producía reportajes en Kabul cuando cayó la capital. Este lunes habló con BBC Mundo. Este es su testimonio en primera persona.
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“No se sabe cómo van a actuar los talibanes”
La situación es muy crítica. Los talibanes entraron hace una hora a mi hotel. Por suerte no vinieron a mi habitación.
Se pensó lo peor, que venían a por los extranjeros.
Pero quienes estuvieron con ellos dicen que fueron muy amables, que no preguntaron por extranjeros, que era lo que más temíamos.
Mi hotel en Kabul es de alta seguridad. Hay tres puntos de control con varios guardias armados, pero cuando llegaron los talibanes, bajaron las armas y los dejaron pasar.
Vino una decena, solamente con un hombre armado.
Dijeron que no quieren asustar.
En la calle hay mucho nerviosismo. No se sabe muy bien cómo van a actuar los talibanes.
La mayoría piensa que están siendo astutos. Que vienen con una rosa diciendo que van a tratar a todo el mundo bien, esta semana, para mostrar a la comunidad internacional que tienen otro tipo de comportamiento de cuando estuvieron en el poder hace décadas y que van a respetar los derechos de las personas.
Pero la gente aquí desconfía por lo que pasó en otras provincias, donde ejecutaron a soldados rendidos y castigaron a mujeres por no llevar burka.
“Si nos reconocen el acento, la gente se nos echa encima”
Hay una falta de información total. Ayer estuve en el aeropuerto y hay más de 5.000 o 10.000 personas que están allá sin ningún tipo de facilidades.
Cuando llegué, los militares me avisaron de que los talibanes ya estaban a dos kilómetros del aeropuerto. Fue bastante complicada la vuelta. Caminé 20 kilómetros porque el tráfico paró todo. Durante tres o cuatro horas estuvo bloqueado.
Daba la impresión de que los militares se estaban yendo, que entregaban la ciudad.
Hay mucho terror en las calles. La gente está agresiva. Muchos pelean.
Para los periodistas se ha vuelto muy difícil trabajar. Es casi imposible porque nos reconocen el acento. Si nos reconocen el acento español o inglés, inmediatamente la gente se nos echa encima.
Casi no queda un cajero con dinero. Miles de personas tratan de sacar lo último de los bancos. Ayer grabando se vino una multitud contra mí. Es muy peligroso.
No se sabe quién es talibán y quién no porque los talibanes visten de civiles, como cualquier otro afgano.
“Catástrofe humanitaria”
Hay poca agua y la electricidad se corta cada 15 minutos.
Los campos de refugiados están terribles. La gente está durmiendo en la calle, directamente en el piso, sin frazada o algún tipo de asistencia. Nos contaron que por las noches muchos consumidores de opio bajan a robar.
Es una catástrofe humanitaria y muchos sienten terror por los talibanes gobernando el país. Es una situación de emergencia.
Los refugiados están en mayor peligro porque huyeron de sus provincias y creen que pueden acusarles de escapar o ser colaboradores de fuerzas extranjeras.
Muchos sienten una tristeza absoluta, especialmente las mujeres.
Desde que llegué hace 13 días a Kabul, he trabajado con muchas de ellas: artistas, deportistas de gran nivel. Están aterradas.
Entrevisté a una violinista de 20 años que desde los cuatro estudia violín 14 horas diarias. Si le dicen que no puede seguir practicando un instrumento occidental, ella dice que se tiene que suicidar.
Muchas jóvenes de 20 años crecieron vistiendo ropa occidental por la influencia estadounidense. Es un cambio radical.
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Afganistán bajo mandato talibán
Los talibanes, o “estudiantes” en la lengua pastún, surgieron a comienzos de la década de 1990 en el norte de Pakistán tras la retirada de Afganistán de las tropas de la URSS. Se cree que su movimiento surgió con financiación de Arabia Saudí en centros de estudios religiosos.
Rápidamente extendieron su influencia y para 1998 ya controlaban más del 90% del territorio afgano e impusieron una estricta visión del islam que les llevaron a prohibir el cine, el teatro y la televisión, y que las niñas mayores de 10 años acudieran a la escuela.
Los cinco años desde 1996 es la única guía que tenemos sobre cómo es Afganistán bajo dominio talibán.
El periodista John Simpson, de la BBC, pasó bastante tiempo en ese período y le pareció “aterrador”.
Dice que la sharía, en sus formas más feroces, se aplicaba en todas partes, con ejecuciones públicas, lapidaciones y latigazos.
“Bandas de justicieros se apostaban en las esquinas, atacando a los hombres que enseñaban los tobillos o llevaban cualquier tipo de ropa occidental. Las mujeres sólo se aventuraban a salir si tenían un permiso por escrito de los hombres y, por supuesto, tenían que llevar la omnipresente burka”, recuerda Simpson.
Ahora, aunque los talibanes prometen no repetir la experiencia de aquellos años, muchos afganos ya notan algunos cambios.
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“Hay una especie de odio hacia Estados Unidos”
Varios periodistas están vistiendo con ropa afgana, túnicas, para llamar menos la atención.
Muchas tiendas ya andaban poniendo música religiosa, como una manera de agradar a los talibanes.
Las televisiones han cortado el fútbol y los canales internacionales. Y empiezan a verse pequeños cambios.
Kabul es una ciudad liberal. Ha estado 20 años bajo influencia estadounidense. Mucha gente viste como occidental y ya siente la presión.
Por eso muchos, ahora mismo, sienten una especie de odio hacia Estados Unidos.
Creen que el caos está provocado por la decisión estadounidense de partir de acá de una forma tan caótica y desorganizada.
Las personas comunes de acá no entienden: ¿cuál es el apuro de Joe Biden en sacar a la gente aquí tan rápido después de 20 años?
Es un momento de gran confusión debido a que hay dos tipos de discurso. Uno bastante amable de parte de los talibanes en el sentido de que van a respetar a los civiles y por otro lado mucha gente que se siente amenazada.
Cuando hablamos de amenazas, no son amenazas muy fáciles. Son amenazas de muerte.
“Me preocupa cómo voy a salir”
Todo cambia muy rápido sobre el terreno. No sabemos lo que está haciendo la embajada estadounidense, en la que me he inscrito para salir.
Nosotros los periodistas estamos muy preocupados por cómo vamos a irnos, aunque no creo que seamos los mayores afectados.
Creo que lo que más ocupa ahora a los talibanes es desarmar a las fuerzas armadas que estaba aquí presentes porque puede haber una guerra civil.
Desde la embajada estadounidense la única respuesta que me han dado es si estoy dispuesto a tomar un avión en cualquier minuto. Tengo todas las maletas listas.
El pasaje, por suerte, no me lo cobrarían hasta llegar a Estados Unidos.
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