Alfredo Ferrero

El panorama económico internacional se enmarca hoy en la competencia estratégica entre EE.UU. y China. En este contexto, las inversiones chinas en el hemisferio occidental se han multiplicado, especialmente en minería, electricidad e infraestructura. Un ejemplo de ello es el megapuerto peruano de Chancay, con 60% de inversión de la empresa china Cosco Shipping, el primer ‘deep water port’ de América Latina, que, con una inversión inicial de US$1.500 millones y una proyección total de US$7.000 millones, fue inaugurado por el presidente de China Xi Jiping tras la cumbre del APEC en Lima, en noviembre pasado, con la perspectiva de convertirse en un ‘hub’ logístico continental. Este puerto permitirá la salida eficiente en menortiempo de productos brasileños y sudamericano hacia Asia para posicionarse como el principal puerto del Pacífico para el comercio con China y el continente asiático.

Estados Unidos, primera potencia global, está llamado a ser un socio estratégico para el hemisferio occidental, lo que requiere una visión renovada y diferente de la región y sus países. Más allá de la tradicional distinción entre países aliados y no alineados, no todos los 33 países de América Latina y el Caribe tienen el mismo grado de convergencia con los intereses de Estados Unidos. Incluso la realidad política actual denota que, entre los países socios estadounidenses en la región, no todos muestran los mismos avances significativos en la agenda común ni brindan las mismas oportunidades para ser actores positivos en aquellos retos que impactan directamente en Estados Unidos, desde la migración y la seguridad hasta la democracia y la amenaza del fentanilo. Creemos que una nueva mirada hacia la región genera una oportunidad para priorizar el impacto de Estados Unidos en países que tienen un valor estratégico, ya sea por sus recursos naturales, su ubicación geográfica u otros.

El diferente grado de integración económica y comercial entre los países del hemisferio con Estados Unidos hace aún más evidente la necesidad de un nuevo enfoque regional. Según la Cepal, se estima que las exportaciones de bienes de América Latina y el Caribe crezcan un 4% en el 2024, recuperándose de una caída del 1% en el 2023. El flujo del comercio mundial sugiere que la región comienza a encontrar nuevas oportunidades en el mercado internacional. De los 10 principales socios comerciales de Washington en América Latina, cuatro tienen un superávit comercial con Estados Unidos. Si bien la voluntad de Estados Unidos por implementar políticas de ‘nearshoring’ y ‘friendshoring’ está vigente, esta aproximación toma su tiempo y puede no ser factible –en lo inmediato– como una política general de reinserción económica de Estados Unidos en el hemisferio. Para asegurar los flujos comerciales intrarregionales que generan valor en la relación, Estados Unidos deberá saber priorizar a sus socios en la región y brindarles una relación más amplia, atractiva y fructífera; construir una asociación política más palpable y priorizar, entre otros, la red de los 10 acuerdos comerciales ya existentes con democracias latinoamericanas.

Para el nuevo gobierno republicano, una mirada más exhaustiva y estratégica hacia socios en América Latina será indispensable. Al iniciarse el 2025, las perspectivas lucen inciertas, debido a las amenazas de proteccionismo y aranceles en la política comercial de Estados Unidos, preanunciadas por el presidente Trump en campaña y tras ganar las elecciones en noviembre último. América Latina, después de Asia, es la región con más flujos comerciales con Estados Unidos, y los desafíos políticos y sociales en América Latina son reales, pero también lo es la relevancia en términos económicos y de seguridad para Estados Unidos.

El senador Marco Rubio, primer nominado a secretario de Estado de origen latino, parece reconocer que, si Estados Unidos sigue retrayendo en el aprovechamiento de oportunidades y desafíos en la región, ello podría tener un efecto adverso y directo en los intereses norteamericanos. Marco Rubio podría ser factor decisivo para repriorizar el continente dentro de la estrategia geopolítica de Estados Unidos, para lo cual cuenta con el apoyo decidido de varios legisladores republicanos de origen latino, entre ellos los congresistas Mario Díaz-Balart, Carlos Giménez y María Elvira Salazar (quienes además forman parte del grupo parlamentario Caucus Perú). El pragmatismo político y las coyunturas mundiales no deben competir con una mirada geopolítica a la región. Más aún hoy que es evidente que aparecen otras potencias ofreciendo oportunidades comerciales y de inversión que tanto requieren los países del hemisferio. Ello es de conocimiento del enviado especial para América Latina del presidente Trump, Mauricio Claver-Carone, quien podría ser otro de los hombres claves para la relación con Latinoamerica y el Caribe.

La vigencia del liderazgo estadounidense en América Latina depende en buena medida de su compromiso con la región y en el abordaje de los retos en los temas migratorios, crimen organizado transnacional e industrias ilícitas, que socavan las instituciones, democracias y la estabilidad regional. Estados Unidos tiene una nueva oportunidad para reforzar sus vínculos con socios regionales y repotenciar sus lazos políticos, comerciales y de inversiones. Se deben construir con América Latina alianzas reales, duraderas y mutuamente beneficiosas como las que hoy sostienen los intereses globales de Estados Unidos en Europa y el Asia.

Veintiocho países son considerados de renta media, y están en condiciones de contribuir con recursos propios a la gestión de los retos actuales y prioridades compartidas, pero también se requiere la cooperación y la asistencia técnica de Estados Unidos en la creación de capacidades, tecnología y otros recursos derivados de su ‘soft power’. El punto de partida para un nuevo capítulo de relación con América dependerá entonces de una renovada voluntad política de Estados Unidos que permita cambiar la preocupante secundaria atención que se le ha estado otorgando a América Latina durante lo que va del siglo XXI, para ser reconfigurada y repriorizada de acuerdo con los retos de hoy.

Un mundo cambiante y desafiante reafirma la necesidad de esta nueva y renovada visión geopolítica de las Américas, imprescindible para el éxito colectivo regional.

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