En el mundo andino, la concepción del tiempo no tiene forma de flecha, sino de círculos concéntricos. Es decir, no se repite de la misma manera, sino por ciclos: uno de oscuridad y otro de luz. ¿En qué ciclo se encuentra el sur? Es un momento de oscuridad, donde no hay una unión programática. Ni siquiera en el 2018, cuando salieron elegidos gobernadores regionales con agendas “antisistema” similares como las de Walter Aduviri en Puno, Elmer Cáceres Llica en Arequipa, o Zenón Cuevas en Moquegua, se logró construir una plataforma política común.
Así, el sur peruano está lejos de la unidad programática, pero busca su incorporación al proyecto estado-nación del que se siente excluido. Por eso, son exitosas las propuestas que ofrecen, más que cambiar el sistema, acercar los beneficios de este a la gente. El sur ha sido incapaz de construir una propuesta política que le eche un pulso a Lima, extraviado y sin liderazgos regionales que gesten esta unidad. Ahora, los gobernadores regionales le “reclaman” al gobierno central. En otros tiempos, hasta revoluciones hubieran complotado. Tal vez el último gran intento de programa político nacional desde el sur fue el Frenatraca que, desde Puno y Juliaca, conquistó Arequipa, hilvanando un proyecto político con aspiraciones nacionales. Fueron pragmáticos en su agenda política, acercando los beneficios del sistema a las grandes mayorías, entendiendo las dinámicas entre el campo y la ciudad, y sin pretensiones de reeditar ninguna gran utopía andina.
En una campaña electoral, los políticos buscan resultados inmediatos; una fórmula mágica que los haga ganar. Por ello, recurren al estratega para responder a la coyuntura. En esta campaña, los candidatos se han olvidado de que la coyuntura del sur está atada a movimientos históricos circulares. No recuerdan que lo “político”, como lo formularon algunos teóricos políticos, se construía en base a la diferenciación, a la identificación de un enemigo real o posible. En una elección con porcentajes de intención de voto tan bajos a menos de tres meses de la primera vuelta, los electores del sur necesitan candidatos con identificación clara y alma reivindicadora (a riesgo de que les digan ‘radicales’).
Julio Guzmán se ha desmoronado. Su caída más estrepitosa se registra en las regiones. La culpa es exclusivamente suya y de su equipo, enfrascados en una batalla por Lima. Los guiones los escriben los tuiteros-’influencers’ que piensan que se puede hacer política en las regiones a punta de hashtags. Guzmán ha descuidado tanto la campaña regional que ni siquiera sus candidatos al Congreso le pueden proteger las espaldas porque son unos célebres desconocidos, incapaces de introducir temas en la agenda pública local. Y él mismo ya no es el antipolítico del 2016. Tampoco puede serlo porque su partido, aunque sus estrategas se esfuercen en distanciarse del gobierno, es Gobierno.
Verónika Mendoza, por su parte, se resiste a abandonar la batalla por el sur. ¿Cómo no combatir en una región en donde su voto fue tan poderoso en el 2016? Pero ella tampoco es la misma del 2016. Y aunque su propuesta tiene mucho del ánimo contestatario contra el modelo político que seduce al sur, puede que sea demasiado progresista en términos morales para los sureños, que siguen siendo mayoritariamente conservadores en temas como el matrimonio igualitario y el aborto; ambas agendas innegociables para Mendoza.
¿Y Yonhy Lescano? Ha aprendido a convivir en las arenas movedizas del poder. Es un político barroco con aversión al vacío, al silencio de opinión. Ha sido un congresista de oposición a casi todo. No le pregunten el porqué. Es probable que ni él mismo lo sepa. Encarna muy bien el ánimo de la calle que está harta de los congresistas. Era el ciudadano infiltrado en el Congreso. Pero le va a costar mucho desprenderse de la sombra de Manuel Merino y de sus secuaces en un partido ingobernable como Acción Popular, en el que muchos de sus candidatos siguen defendiendo la vacancia de Martín Vizcarra. Hasta parece inverosímil que Lescano pueda alejarlos. Ha crecido en el sur porque se ha identificado con un discurso contrario a las élites económicas y eso es música para los oídos del elector sureño.
¿Y George Forsyth? ¿Será sostenible en el sur? Tal vez, pero también puede suceder que, como todo movimiento circular, su propuesta de corte populista y antipolítica pueda ser encabezada por un ‘outsider’ que capitalice un ánimo de mayor radicalidad desde las antípodas ideológicas de la izquierda en el sur.
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