Bettina Woll

Los derechos de las mujeres son derechos humanos. Esta afirmación, aunque hoy en día pueda sonar evidente, en algún momento en el tiempo causó controversia. Fue durante la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos celebrada en Viena en 1993 cuando esta afirmación, enunciada por primera vez públicamente en un espacio así, cobró el reconocimiento e ímpetu con el que llegarían miles de activistas y representantes de 189 países dos años luego, a la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer de 1995, en Beijing.

Bajo este lema, y con una firme convicción, quienes participaron de la Conferencia firmaron la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, un programa en favor de la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres, en todas partes. Entre los países que la suscribieron de forma unánime, se encuentra el Perú.

Desde entonces, el país ha tenido alcances claves que han impulsado el camino hacia la igualdad de género. Se implementaron diversos Mecanismos para el Adelanto de las Mujeres (MAM) como la creación de una institucionalidad de alto rango en favor de la igualdad, en la forma del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) (inicialmente el Ministerio de Promoción de la Mujer y del Desarrollo Humano) en 1996. Asimismo, se alcanzó un hito con la instalación de la Comisión de la Mujer en el Congreso de la República, y la Defensoría de la Mujer en la Defensoría del Pueblo.

En 2011, el Perú vio su primer gabinete ministerial paritario. En 2019, la aprobación de la Política Nacional de Igualdad de Género (PNIG) estableció rutas de trabajo e hitos clave a alcanzar para avanzar hacia la igualdad, con un enfoque clave de Género en el Desarrollo (GED), que busca no solo atender los impactos de la desigualdad, sino, hacer frente y transformar los factores que causan la discriminación estructural que lleva a ella.

En 2021, gracias a mecanismos como la ley de paridad y alternancia, el país obtuvo un número histórico de mujeres parlamentarias en el Congreso, alcanzando un 37.7%. En esa línea, se ha visto también un incremento en el número de alcaldesas electas en todo el país, y un 47.7% de regidoras

Sin duda, se han dado avances.

Sin embargo, el camino por recorrer para alcanzar la igualdad aún es arduo. Las brechas de desigualdad, incrementadas por el impacto de la pandemia y las crisis multidimensionales, continúan representando retos importantes para poder alcanzar el desarrollo y empoderamiento de todas las mujeres.

La prevalencia de las violencias basadas en género es evidencia de los patrones y normas sociales que aún persisten y que traten de justificarlas. Durante 2024, los Centros de Emergencia Mujer (CEM) del MIMP atendieron 142 144 casos de violencias diversas contra las mujeres de todos los grupos etarios, que ponen en riesgo sus posibilidades de ejercer sus derechos.

Surgen, además, otros factores a considerar, que están teniendo un impacto diferenciado en el ejercicio de los derechos de las mujeres: el rápido desarrollo tecnológico, que lleva a una digitalización -potencialmente desigual- cada vez mayor, y el avance de la crisis climática.

El boom de nuevas tecnologías, como las inteligencias artificiales, están teniendo ya un impacto directo en el empleo de las personas, haciendo que las competencias digitales sean más importantes que nunca para el desarrollo y permanencia en el sector laboral. Las mujeres están tradicionalmente sub-representadas en los ámbitos de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, lo que podría estar causando que tengan menos competencias para hacer frente al mercado laboral cambiante. Asimismo, el desarrollo de las tecnologías y el incremento de la comunicación digital están facilitando nuevas formas de violencia. De acuerdo con sobre los avances hacia Beijing+30, la violencia digital ha afectado predominantemente a mujeres en cargos políticos, periodistas y activistas, de alguna forma sancionándolas por ejercer su derecho a la representación y participación política.

Por otro lado, , quienes muchas veces desarrollan sus medios de vida con actividades profundamente ligadas a la naturaleza y los ecosistemas. Asimismo, las condiciones climáticas extremas las exponen a sufrir más riesgos, al tener que ser proveedoras de alimentos y recursos para el hogar, muchas veces se tienen que desplazar más lejos, exponiéndolas a mayores riesgos. En ese sentido, los desplazamientos migratorios causados por la crisis, y el aumento de la conflictividad social por temas ambientales, también representan riesgos a que las mujeres y las niñas puedan ejercer su derecho a una vida libre de violencias y poder desarrollarse plenamente.

Pero sería irresponsable observar estas dificultades y rendirse. En el marco del 30 aniversario de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, y ante un contexto complejo, es fundamental recordar los avances e hitos que se han alcanzado. Y, a la luz de ellos, poder mirar con esperanza el camino que queda por recorrer, con una firme creencia de que con colaboración, alianzas estratégicas y compromiso multiactor, podemos transformar la realidad y avanzar hacia un futuro más justo para todas las personas. Porque, al final, los derechos de las mujeres son derechos humanos, y en conjunto podemos hacer la diferencia.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Bettina Woll es representante residente del PNUD Perú

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