Pedro Cateriano

El 27 de enero del 2014 la Corte Internacional de Justicia de La Haya, mediante una sentencia histórica e inapelable, fijó el límite marítimo entre el y . Se cerró así un capítulo de una larga y compleja disputa jurídica, diplomática y política entre ambos países, que se inició por la infausta guerra del Pacífico.

La Corte acogió la demanda peruana que reclamó –con sólidos argumentos de hecho y de derecho– el establecimiento de la frontera marítima. Reconoció la soberanía peruana en 21.928 kilómetros cuadrados en la denominada zona del triángulo interno y 28.356 kilómetros cuadrados en el triángulo externo. Chile solo conservó 16.352 kilómetros cuadrados de la zona en disputa.

Debemos recordar que los primeros actos de este difícil proceso, para llegar al máximo tribunal de justicia de las Naciones Unidas, se dieron durante la presidencia de Alejandro Toledo. En su gestión se rescató una iniciativa del visionario embajador Juan Miguel Bákula, quien planteó la necesidad de un tratado de delimitación marítima con Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet.

En el gobierno del presidente Alan García se redactó la demanda y se cumplió con su presentación, una vez agotada la vía diplomática. García acertó en la designación del agente para litigar el caso. Nombró al experimentado embajador Alan Wagner. También fue hábil en pactar con el presidente Rafael Correa, un tratado de límite marítimo con el Ecuador. Gracias a ello se precisó que el convenio pesquero de 1952 entre Ecuador y el Perú, suscrito también por Chile, no era un tratado de límites marítimos.

Al presidente Ollanta Humala le correspondió seguir el litigio. Luego de la favorable sentencia, la conducción de su acatamiento y ejecución. Con buen criterio y sentido de estado ratificó en el cargo a Wagner.

Para que el juicio se desarrollara con normalidad, fue fundamental el compromiso público asumido por los gobiernos del Perú y Chile a través de sus presidentes Ollanta Humala y Sebastián Piñera, de respetar el orden jurídico internacional y por lo tanto acatar y ejecutar la sentencia de la Corte. Este pronunciamiento fue respaldado mayoritariamente en ambos países, por los ilustres escritores Jorge Edwards y Mario Vargas Llosa.

La tarea no estuvo exenta de tensiones políticas internas y externas. Una interpelación contra mí, días antes de la lectura de la sentencia y realizada en una legislatura extraordinaria solo con ese fin, me obligó a renunciar al ministerio de Defensa para no entorpecer. El presidente Humala no aceptó mi dimisión. Recuerdo también los tirantes diálogos telefónicos con mi par chileno, Rodrigo Hinzpeter, y las intrincadas reuniones con los ministros de Relaciones Exteriores y de Defensa de Chile, en las que participé con los cancilleres Rafael Roncagliolo y Eda Rivas.

Después de que la Corte diera a conocer su sentencia, la reunión que sostuvieron los presidentes Humala y Piñera, en La Habana, Cuba, fue decisiva para que el fallo se ejecutara de forma rápida y ejemplar.

Fui testigo de excepción del patriótico y extraordinario esfuerzo de muchos compatriotas e instituciones. Las Fuerzas Armadas, y en especial la Marina de Guerra del Perú comandada con profesionalismo por el eficaz almirante Carlos Tejada, cumplieron sus deberes a cabalidad.

En la etapa de la ejecución de la sentencia José Gianella y Carlos Olguín, oficiales de la Marina, la diplomática Marisol Agüero y el versado jurista Juan José Ruda, entre otros, actuaron con gran pericia.

Luego de una áspera reunión final con los ministros de RREE y de Defensa Alfredo Moreno y Rodrigo Hinzpeter en Santiago de Chile, la canciller Eda Rivas y yo firmamos el acta para ejecutar la sentencia. Con disciplina profesional, las armadas de ambos países hicieron su tarea según lo dispuesto por la Corte.

Fue emocionante ver desde la sala Grau de Palacio de Gobierno el ingreso de la patrullera Guardiamarina San Martín al triángulo externo. Y, más aún, el homenaje al gran almirante del Perú, Miguel Grau, que con gran fervor patriótico le hicieron nuestros marinos al héroe que simboliza el amor al Perú y el respeto al orden constitucional.

Han pasado diez años de este episodio que cerró una larga etapa de desencuentros entre el Perú y Chile. Se trató de una de las pocas ocasiones en las que en nuestro país se elaboró y ejecutó una política de estado en tres gobiernos consecutivos, bajo un inédito ambiente de unidad nacional y en el que primó el diálogo democrático.

Ahora que el Perú y Chile no tienen problemas pendientes hay que realizar los máximos esfuerzos para potenciar la relación. La interconexión entre el sur peruano y el norte chileno, es urgente. Debemos imitar históricos ejemplos de naciones que en el pasado estuvieron enfrentadas y que hoy tienen fructíferas relaciones en beneficio de sus pueblos. Recuperar el tiempo perdido es la tarea.

Pedro Cateriano Expresidente del Consejo de Ministros