El expresidente Alejandro Toledo fue condenado el último lunes a 20 años y seis meses de prisión por haber recibido unos US$31 millones de Odebrecht en sobornos a cambio de la concesión de los tramos 2 y 3 de la carretera Interoceánica del Sur.
El contrato con la constructora se firmó el 4 de agosto del 2005, e incluso ese mismo día hubo una objeción de la contraloría. Todo se resolvió rápidamente por un lado en Pro Inversión y con un estudio de abogados que zanjó la controversia en tiempo récord. Por cierto, quien se autoproclamó el “facilitador” de la firma del contrato fue el exparlamentario Fernando Olivera, que en su momento fue aliado de Alejandro Toledo.
Toledo, que gobernó el país entre el 2001 y el 2006, habría empezado con los tratos ilícitos con la constructora brasileña en el 2004 y fue a partir del 2006 cuando el dinero, fruto del soborno, se transfirió a las cuentas de su amigo, el fallecido empresario israelí Josef Maiman, quien confesó en el 2020 la ruta que siguió el dinero malhabido.
Las sospechas por los ingresos del exmandatario se hacen evidentes a partir del 2013, cuando se establece la empresa Ecoteva a través de la que se realizaron millonarias compras inmobiliarias y pagos de hipotecas.
“Es la plata de mi suegra […]. Cuando se produjo el Holocausto, los alemanes compensaban una suma por cada víctima. Entonces, hay una compensación inicial y mensual”, manifestó el exmandatario. Esa fue su defensa y la de su esposa Eliane Karp cuando se inició la investigación por este caso.
Ha quedado demostrado que Ecoteva no fue otra cosa que una lavandería donde se invirtieron los fondos de la coima.
El fallo del lunes es histórico, pero también penoso para una democracia endeble que ve cómo quien tomó las banderas de lo que combatió terminó siendo la peor versión de aquello contra lo que dijo luchar.
El caso del soborno de la Interoceánica es uno de los más documentados y la lección que nos deja es que en política no siempre “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”.
Al aliado político no se le tiene que perdonar todo y –si bien Alejandro Toledo Manrique se catapultó como la oposición al régimen de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos– la capacidad de mentir sin rubor, su frivolidad y la caricatura en la que se terminó convirtiendo fueron señales que nadie quiso ver.
El próximo 28 de octubre se inicia el juicio a Martín Vizcarra, otro expresidente ensalzado por muchos, porque “se atrevió” a “cerrar un Congreso de la República de 73 fujimoristas”, y eso fue suficiente para los pseudodemócratas de café.
Nunca mejor dicho aquello de que la justicia tarda, pero llega.