A poco más de una semana del mensaje a la nación de Dina Boluarte al Congreso por Fiestas Patrias, el ministro de Trabajo, Daniel Maurate, ha vuelto a poner en agenda un alza del sueldo mínimo.
Las declaraciones de Maurate, hasta ahora, apuntan a que se debe lograr previamente un acuerdo en el Consejo Nacional del Trabajo (CNT), pero ya hemos aprendido que cuando el presidente de turno quiere disfrutar de un chorrito de popularidad –porque para baños no les alcanza– se saltan al CNT, dañan aún más su institucionalidad y decretan estos aumentos sin ningún estudio ni consenso previo.
¿Podría anunciar Dina Boluarte un incremento de la remuneración mínima vital (RMV) este 28 de julio? Creo que no es difícil imaginar que, con el magro listado de logros del Gobierno, además de sacarle el jugo a los resultados de la economía en el segundo trimestre del año y a la reactivación de Tía María, se busque un aplauso fácil con esta medida.
Incluso el ministro de Economía y Finanzas, José Arista, al ser consultado por un alza en lo que resta del 2024, ha dicho que este “no se descarta, definitivamente”.
También hay que tomar en cuenta que, a inicios de año, Maurate había anunciado que existía “un compromiso presidencial” sobre el incremento de la RMV, pero que tenía que esperarse a que la economía se recuperara.
Como Maurate y Arista están cantando victoria respecto del dinamismo de la economía, todo indica que las condiciones para este aumento están dadas, al menos desde el punto de vista del Gobierno.
Sin embargo, gran parte del avance por encima del 5% del Producto Bruto Interno en los meses de abril y mayo se explica por la recuperación de sectores que fueron duramente golpeados el año pasado por los fenómenos climatológicos, como el agro y la pesca, y por el efecto temporal sobre el consumo privado de los retiros de los fondos de AFP y la CTS.
¿Podemos hablar, entonces, de una mejoría transversal que asegure que las micro y pequeñas empresas podrán hacer frente a un aumento de sus costos laborales? Aún no, pero el problema de que haya quedado en el olvido la búsqueda de un mecanismo que permita revisar cada cierto tiempo condiciones como el aumento de la productividad y del salario formal promedio para determinar si corresponde incrementar el sueldo mínimo es que, al final, la decisión queda a merced de la voluntad presidencial.
Lo triste es que este tipo de medidas se anuncian como un beneficio para los trabajadores más vulnerables, pero en realidad no hacen otra cosa que exponerlos aún más al riesgo de regresar a la informalidad.