(Foto: AFP)
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Fernando Vivas

Según el Latinobarómetro del 2013, el 77% de los peruanos son católicos. El resto son agnósticos, evangélicos o profesan otras confesiones no cristianas. El Perú sigue siendo un país de mayoría católica, aunque, según el mismo Latinobarómetro, en 1995, la cifra llegaba a un masivo 90%. Es decir, el catolicismo está retrocediendo y es probable que ese 77% haya descendido aun más a favor de los evangélicos. 

Soy un ‘católico cultural’. Es mi manera de decir que me formé en una cultura eminentemente católica, de la que no quiero ser un descastado. Pero a veces provoca serlo, cuando me enfrento al conservadurismo oficial del clero peruano, rezagado respecto a los vientos tolerantes que soplan en el Vaticano.  

Y como soy un católico cultural, lo que diré no nace del ateísmo ni de la irreverencia, sino del deseo de que el catolicismo se consolide como religión de paz y conciliación, inspirando en ese afán al islam y a los evangélicos que enervan la misoginia y la homofobia. 

Francisco y la Iglesia tienen que abrir los brazos a las mujeres que quieren ser sacerdotes, a los gays que quieren casarse como Dios manda, a la novedad y a la igualdad. Así como hay nativos digitales, hay nativos de la diversidad que necesitan encontrar una Iglesia que no los contraríe ni los abrume. 

El Vaticano debe adaptarse al mundo, no al revés. Así como el protestantismo sirvió al desarrollo del capitalismo en sociedades desarrolladas (¡soy sociólogo, no puedo dejar de celebrar a Max Weber, quien lo dijo!), así como el budismo y el hinduismo han ayudado a enfrentar los grandes retos económicos y culturales de Oriente, así como el anglicanismo ha hecho importantes avances igualitarios, el catolicismo tiene que buscar nuevos fieles orientando a los católicos de origen a ser más tolerantes. 

¿Que el pueblo católico es conservador? Sí, pues. Pero para eso están los pastores, para orientar y guiar a su grey a que sea más comprensiva y tolerante. Así como Francisco ha lanzado directivas sobre cómo disponer de las cenizas de los muertos o cómo aceptar que comulguen las mujeres que han abortado, debiera estar próxima una directiva trascendente, una encíclica sobre la igualdad, que prepare la Iglesia para aceptar a mujeres y homosexuales sin discriminar sus derechos. 

Habrá sacerdotes que nos salgan con el viejo argumento de que la Iglesia tiende los brazos a los homosexuales, pero en tanto pecadores en trance de arrepentirse. O sea, el odio enmascarado de compasión. Pero Francisco es de otra catadura; él sí sabrá convocar a quienes nos sentimos excluidos y ofendidos por los católicos extremistas que discriminan a los gays mientras encubren a pedófilos. Quiero creer, tengo fe, en que será un mensaje conciliador.