Si alguien convoca a siete para que lo defiendan es porque realmente está metido en un lío de la patada. Y encima si de los siete solo se presentan cuatro, mejor tirar la toalla. Esto es lo que salta a la vista luego de la delirante presentación que hizo la defensa de esta semana, en la que trató de justificar el golpe de Estado con una nueva versión digna de Pinocho. Ahora resulta que no estaba drogado, sino que leyó bajo amenaza de muerte.

En los cinco primeros meses desde que dio el golpe de Estado, Castillo sumó el récord de 14 abogados. Uno peor que el otro. Primero dijeron que no se acordaba de lo que había leído; después, que no era un golpe, sino un “acto político”. De ahí, manifestaron que tenía “siete discursos y leyó el más suave”. Y luego apareció José Luis Peña y se tiró abajo toda su defensa cuando en una audiencia a fines de mayo dijo que su destitución había sido “una medida correcta”.

La defensa legal del inquilino de Barbadillo se ha vuelto un espectáculo cantinflesco. Como bien dice Fernando Vivas: cada una de sus narrativas efímeras se anula con la otra. Aún así, Castillo acaba de presentar un nuevo despropósito al denunciar a más de 100 personas por no apoyar su golpe. Incluyó a Dina Boluarte, a la fiscal de la Nación, a congresistas, militares, a su propio exministro de Defensa y hasta al policía que lo detuvo en la avenida Wilson cuando pretendía huir hacia la Embajada de México.

Pero los disparates de estos abogados no deben ser subestimados. El discurso de victimización de Castillo y sus compinches caló en la gente. Una encuesta de Ipsos a fines de febrero mostró que un 51% creía que el Congreso le dio un golpe a Castillo. En otras ciudades, sin contar Lima, apenas un 38% creía que Castillo fue el golpista y esto era peor en el ámbito rural, en el que el 69% consideraba que el Parlamento había dado el golpe.

Puede que esta percepción haya cambiado, pero es importante no bajar la guardia. Hoy Aníbal Torres sigue activo con un repertorio de engaños, y el exministro Iber Maraví, que figura en atestados policiales ligado a Sendero Luminoso, ha grabado una canción para defender al golpista.

Cada una de las mentiras de Castillo se tienen que seguir desbaratando con argumentos sólidos. No se puede ceder ante quienes demagógicamente alientan la emocionalidad y el descontento sobre la base de engaños. Se debe dejar sin piso a quienes de forma hipócrita han tratado de hacerlo pasar como una víctima, y no olvidemos a quienes lo ayudaron en su intento de tumbarse el orden constitucional. Varios testimonios muestran que Castillo no actuó solo, y cada vez queda más claro que Betssy Chávez no fue una sorprendida testigo del discurso de aquel 7 de diciembre.

Castillo sí incurrió en el delito de rebelión y la prisión preventiva se justifica al igual que la otra que pesa sobre él por corrupción y organización criminal. Esa es la verdad, aunque algunos quieran negarla.

Juan Aurelio Arévalo Miró Quesada es el director periodístico de El Comercio