Así como las familias (El Comercio 20/2/23), las empresas deben protegerse de la inflación que afecta al país. Para ello, deben usar estrategias integrales financieras, comerciales y productivas. Veamos.
Como sabemos, la hiperinflación del siglo pasado, generada por un sol débil, es muy distinta a la actual. Siendo de casi un 10% anual, esta se da con una tasa de cambio relativamente estable y resulta de alzas de algunos costos internacionales y de dificultades productivas internas.
Frente a ello, una medida lógica, pero no siempre fácil de tomar, es no retrasar los ajustes de precio cuando suben los insumos. Retrasarse, para no asustar al mercado o para esperar que suban los competidores, exige luego correcciones que resienten más al mercado. Por supuesto, dado que cada insumo tiene variaciones distintas, el monto del alza debe ser cuidadosamente definido, para no estimular una espiral inflacionaria, dañina para todos.
Además de vigilar los precios, conviene usar tácticas comerciales más creativas, como mantener el precio con formatos más pequeños, facilitando a los clientes continuar con la misma marca. Y si a veces conviene eliminar atributos no indispensables, en otros casos hasta se puede aumentar el valor de un producto (como un buen ron) para atraer a consumidores de una categoría más cara que también debe incrementar precios (como el whisky). Ayuda igualmente generar más opciones de precio/calidad que se adapten a la liquidez de los diversos segmentos de clientes. Paradójicamente, allí se observa que la inmensa mayoría peruana de ingresos variables se adapta más rápido a la inflación que la minoría que tiene sueldo fijo.
Por otro lado, la inflación necesita un cambio de “chip” financiero. Conviene analizar los volúmenes vendidos en unidades físicas, metros, litros, etc., además de hacerlo en soles, pues estos pueden crecer, por la inflación, sin que exista detrás un mejor desempeño. Por cierto, tampoco creer que ese problema se corrige contabilizando en dólares, pues con casi un 10% de inflación en Estados Unidos, su moneda también ha perdido valor.
Por otro lado, además de buscar más eficiencias de fabricación, conviene que el costo no solo registre el valor de compra pasado de los insumos, sino también su costo de reposición, que es lo que permitirá continuar produciendo. Adicionalmente, ayuda buscar proveedores menos expuestos a la inflación internacional, por lo que comprar más en el Perú se vuelve una opción interesante.
Pero quizá la estrategia más importante sea que los empresarios, más que un problema insalvable, vean en la inflación un reto que, con creatividad y realismo, pueda ser, ¿por qué no?, incluso una oportunidad de crecimiento. Que tengan una gran semana.