La política peruana se ha vuelto surrealista. Ahora Perú Libre anuncia que no le dará la confianza al nuevo Gabinete porque el Gobierno ha girado hacia el “centro derechismo”. Es el delirio. Lo que desató esa alucinación fue la salida de Bellido, por supuesto, y la declaración de la primera ministra Mirtha Vásquez de que la asamblea constituyente no es una prioridad del Gobierno “en este momento”.
Es cierto que la prueba ácida de que el Gobierno haya efectuado un giro no a la derecha, sino a una izquierda menos radical, sería su deslinde claro con el proyecto de la asamblea constituyente. Pero eso no ha ocurrido hasta ahora. Mirtha Vásquez avanzó un paso en esa dirección con la declaración que mencionamos, pero la pregunta inquietante es cuándo se producirá el “momento constituyente” que ella cita como aquel que tiene que llegar para que la asamblea constituyente se convierta en prioritaria.
Eso, ha explicado, depende de un proceso, que por ahora quedaría solo en manos del partido Perú Libre. Pero hasta antes de su nombramiento, el Gobierno había colaborado activamente en ese proceso. Dina Boluarte lanzó el bono Yanapay en Cañete haciendo un llamado a firmar por el referéndum (bono contra firma). Maraví convocó a un encuentro con las cuatro centrales sindicales y les pidió su apoyo. Bellido ofreció a las comunidades de Chumbivilcas la solución a sus reclamos a Las Bambas, pero les dijo que tenían que firmar por la nueva Constitución. El lanzamiento de la “segunda reforma agraria” revistió unos programas productivos de un lenguaje reivindicativo y clasista, solo para que todos los oradores, y hasta el presidente Castillo, hablaran de la necesidad de una nueva Constitución. La ardua masificación del gas se presentó con el lenguaje radical y mítico de “recuperar nuestros recursos naturales” solo para inflamar las demandas de cambio constitucional, madre de todos los cambios. Y así sucesivamente.
Si el nuevo Gabinete sigue convirtiendo las políticas y programas que deberían ser de desarrollo en armas de guerra destinadas a crear un clima de demanda social por la asamblea constituyente, es que no ha cambiado nada. El ministro de Salud, Hernando Cevallos, por ejemplo, acaba de sostener, en respuesta a las imputaciones de Cerrón, que el presidente Castillo no ha cambiado y sí piensa que el país necesita “cambio de la Constitución”. ¿En qué quedamos entonces?
La premier dice que ahora lo prioritario es la pandemia y la reactivación. Pero es obvio que no habrá reactivación con una espada de Damocles de ese tamaño. Menos aun con políticas equivocadas, que no han cambiado. Por ejemplo, Perú Libre pide la expulsión de la ministra de Trabajo Betssy Chávez por haberse pasado a las filas de la derecha y, paradójicamente, tiene razón: si en el imaginario de la izquierda formar parte de la derecha es excluir a las mayorías populares, eso es exactamente lo que ha hecho la ministra al ratificar la agenda 19 del exministro Maraví, que solo sirve para que la formalización sea inalcanzable para el pueblo emergente. Son medidas simbólicamente populares, pero fácticamente antipopulares.
Es cierto que Vladimir Cerrón ya no cogobierna y que ha sido suspendido por el momento el plan máximo de concentración de poder que pasaba por cerrar el Congreso y acelerar la asamblea constituyente. Pero si realmente el Gobierno ha abandonado dicho plan y la ruptura con Perú Libre es seria, debería entonces buscar acuerdos con las bancadas de centro, para asegurarse estabilidad. Por su parte, como hemos sostenido en esta columna, estas bancadas no deberían dar apoyo si no es a cambio de que el Gobierno renuncie al proyecto de la asamblea constituyente, que es la madre de todos los conflictos, el espolón de la autocracia bolivariana.
*El autor es miembro del Consejo Consultivo de El Comercio.
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