El presidente Pedro Castillo retornó ayer al país tras una gira que lo llevó a México y Estados Unidos y en la que enfrentó a distintos auditorios que querían conocer la posición del Gobierno que él encabeza sobre diversas materias. Sobre la calidad de sus exposiciones se ha comentado ya bastante en los medios y en las redes, y de seguro esos comentarios les servirán a sus asesores y a él mismo para planear más cuidadosamente sus próximas presentaciones en foros internacionales.
En cierto sentido, sin embargo, la gira no ha concluido, pues los actos y las palabras del mandatario a lo largo de ella, así como algunos acontecimientos políticos que han afectado al Ejecutivo durante su ausencia, requieren pronunciamientos y explicaciones de su parte.
En primer lugar, es primordial conocer las razones por las que se reunió con el dictador venezolano Nicolás Maduro y, sobre todo, los motivos por los que esa reunión no fue públicamente anunciada. Si el jefe del Estado va a tratar asuntos que comprometen las relaciones internacionales del Perú, la ciudadanía merece estar al tanto. Y si una cita de esta naturaleza se decide llevar a cabo de manera más bien furtiva, las suspicacias están justificadas. De hecho, como mencionamos ayer, la opinión pública no habría sabido de ese encuentro de no haber sido por la mención que el presidente del Consejo de Ministros, Guido Bellido, hizo de ella en el tuit en el que atacó al vicecanciller Luis Enrique Chávez por haber declarado que “en este momento la posición del Perú es que desde el 5 de enero no hay ninguna autoridad legítima en Venezuela”.
Esto, por cierto, nos lleva al segundo asunto acerca del cual hace falta un pronunciamiento presidencial. En el mensaje en cuestión, Bellido no solo “desmintió” al vicecanciller, trayendo a colación la ya aludida reunión entre Castillo y Maduro, sino que añadió que “si al canciller o [a] su adjunto no les gusta” la postura del Gobierno respecto de Venezuela “tienen las puertas abiertas”: un desplante fuera de lugar que ha abierto una brecha en el Gabinete, pues horas más tardes los titulares del Interior, Juan Carrasco, y de Justicia, Aníbal Torres, manifestaron su respaldo al canciller Óscar Maúrtua.
El llamado a dirimir la situación, como es obvio, es el presidente… Pero hasta ahora no ha dicho palabra sobre el particular.
Finalmente, hay dos temas que el mandatario abordó insistentemente durante la gira –la defensa de la igualdad de género y la confianza que los inversionistas extranjeros deben tener sobre el futuro de sus eventuales inversiones en el país– que no se condicen con la conducta del oficialismo en el ámbito interno. Por una parte, se mantiene como jefe del Gabinete Ministerial a un personaje que no solo se ha caracterizado por su trato despreciativo hacia las mujeres en las redes sociales, sino que ha sido objeto de una denuncia de parte de una congresista por haberse dirigido a ella de forma inaceptable. Y por otra, se impulsa una iniciativa inconstitucional –la del referéndum para convocar una asamblea constituyente– que amenaza la estabilidad de las reglas de juego a partir de las cuales los potenciales inversionistas decidirán si traen o no su dinero al Perú.
Si sumamos a eso la indefinición de Palacio de Gobierno acerca de la permanencia de Julio Velarde en el BCR, tenemos tres situaciones que convierten las palabras del jefe del Estado durante este viaje en ejercicios de retórica hueca.
La gira presidencial, en suma, ha dejado un saldo que no debería ser ignorado por quien conduce los destinos del Perú en este momento. Y, sin embargo, la circunstancia de que ayer se suspendiese la sesión del Consejo de Ministros que verosímilmente habría dado pie a que se diesen explicaciones definitivas sobre las controvertidas materias aquí presentadas hace temer que todo seguirá como está, con la consiguiente erosión de la credibilidad y la imagen de este Gobierno y de quien lo encabeza.
Contenido sugerido
Contenido GEC