Editorial El Comercio

Cualquier funcionario que recibe una generosa invitación de cualquier entidad –pública o privada– debería preguntarse por los motivos de tal desprendimiento. Estos no necesariamente son ilegítimos o indebidos, pero sus motivaciones deben analizarse con cuidado. Ahora, si el proponente del agasajo resulta ser un país con el que el Perú mantiene muy limitadas relaciones comerciales, de inversión o diplomáticas, y que además ha iniciado una sangrienta invasión en el otro lado del mundo que lo ha aislado de los circuitos internacionales, la evaluación sobre las intenciones del regalo y sobre la pertinencia de aceptarlo es bastante obvia.

Por supuesto, este no es un tipo de análisis al que se le haya prestado mayor importancia desde el Legislativo. Por lo menos 13 parlamentarios, entre los que se encuentran Eduardo Salhuana (Alianza para el Progreso), Jaime Quito (no agrupado), Silvana Robles (no agrupada) y Guillermo Bermejo (Cambio Democrático-Juntos por el Perú), gracias a una invitación de la Cámara Baja del Congreso ruso para atender la Conferencia Parlamentaria Internacional Rusia-América Latina.

La visita se da en plena semana de representación –es decir, en tiempo laboral para los congresistas–. Así, en vez de acercarse a los ciudadanos que representan, los legisladores decidieron emprender un viaje que, además, carece de una agenda clara. El congresista Salhuana apuntó, por ejemplo, que el evento “obviamente enriquece el trabajo parlamentario, que redunda en beneficio del país”, y que irán a ganar experiencia. Las mesas de trabajo incluyen títulos como el “desarrollo de lazos humanitarios entre y América Latina” y la “cooperación económica equitativa y mutuamente beneficiosa”. En el actual contexto ruso, esa temática parece más bien una broma de mal gusto.

No es menor que cerca del 10% del se haya prestado a esta burda movida diplomática de Moscú. Con una Rusia sancionada y apartada de las esferas de influencia global como consecuencia de su injustificada e irracional , el objetivo del Kremlin con la conferencia es mostrar que aún mantiene un círculo de aliados fuera de sus fronteras. Y le bastó la adquisición de algunos pasajes aéreos y alojamientos para comprar la imagen de apoyo de un poder del Estado Peruano, con la aquiescencia de congresistas ávidos de emprender nuevas rutas turísticas.

A pesar de las lamentables justificaciones de Quito (quien, ante la observación de las violaciones a los derechos humanos de Rusia, respondió que su entrevistador “ve mucho CNN”), los congresistas han causado también un lío diplomático. El Perú se ha manifestado en contra de la actitud hostil de Rusia en foros internacionales, y la Embajada de en el Perú emitió por el viaje. La Mesa Directiva del Congreso, con el congresista Alejandro Soto a la cabeza, ha intentado del asunto, pero su reacción ha sido poco útil por lo extemporánea.

No es la primera vez que varios congresistas emprenden un viaje con un marco cuestionable. Recuérdese, si no, la visita a mediados de año de invitados por una empresa de tecnología (cuatro de ellos viajaron también a Rusia ahora). Pero, por los motivos mencionados, esta invitación es más grave y compromete la política exterior nacional. El apoyo sugerido de un poder del Estado Peruano a una guerra criminal extranjera nunca había salido tan barato. Barato, esto es, para la imagen del benefactor, pues para el país va a costar bastante caro.

Editorial de El Comercio