Ahora que Pepe Mujica ya está con un pie fuera de la presidencia de Uruguay, muchos aprovechan para recordar históricos hitos de su gobierno –de preferencia, vinculados a su novedoso y nada explotado escarabajo celeste, que mantuvo todo este tipo como símbolo de que él, enfrentémoslo, es mejor que la mayoría de nosotros–. No queriendo permanecer ajena a esta ola del recuerdo, considero pertinente detenerme en aquello que más extrañaré del entrañable Pepe: su espontaneidad.
¿Cómo no recordar con ternura cuando fue en sandalias a la jura de su ministro, siendo su ausencia de medias un símbolo evidente de la importancia de mantenerse uno con la tierra? Sus uñas largas –tan criticadas por algunos– no fueron otra cosa que la manifestación de su enraizamiento con el pueblo uruguayo. Es cierto, sin embargo, que algunas veces su honestidad le ha jugado algunas malas pasadas. Erró tal vez, por ejemplo, cuando, olvidándose de que estaba todavía con un micrófono que captaba sus palabras, aseguró –en una alusión a Cristina Fernández y a su esposo– que “esta vieja es peor que el tuerto”. Pero, bueno, peores errores se han cometido. En general, además, la verdad de sus palabras generalmente ha jugado a su favor: ¿Cómo no querer a quien –defendiendo seguramente al ídolo, el uruguayo Luis ‘Boquita de Caramelo’ Suárez– aseguró en épocas del Mundial: “La FIFA es una manga de viejos hijos de puta”? Ay, Mujica, si hubieran más presidentes como tú...