Nuestro presidente, que tiene muchas cualidades, lamentablemente no goza de aquella que en un estadista imbrica (y lubrica) a todas las demás. Nuestro presidente no sabe contar un buen chiste.
Este miércoles, enfrentado con un periodista que le había preguntado por el nuevo gabinete, espetó en su cara: “¡qué pesado el gordo!”, procediendo de inmediato a lanzar, entre risas fáciles, un sablazo más directo: “Primero baja de peso y de ahí hablamos”.
Muchos líderes de opinión han aprovechado la ocasión para golpear al presidente, quien vive su hora más vulnerable. Pero pecan por no saber poner las cosas en perspectiva. En efecto, el presidente, para quien la falta de tino es una cuestión acaso genética, se esfuerza, y este exabrupto no mella lo enorme que ha sido su proceso de mejora.
Atrás quedaron los días en los que le contestaba entre risas a los periodistas que le preguntaban por el indulto de Fujimori que no insistieran, porque “los llevo a la punta del cerro…a conversar”. O en los que, con una actitud algo menos valentona, les pedía que por favor no escarben en el tema como “gallinazos”.
Si, por lo demás, la mejora del presidente no les parece suficiente, bien harían en ver el panorama completo. Al menos el presidente no ha dado, a diferencia de miembros extintos de su equipo, un malinterpretable, aunque cariñoso, pisotón a los miembros de la prensa.