Rolando Arellano C.

Eran las 11:30 p.m. cuando, casi lo puedo jurar, el libro azul me sonrió. “¿De qué te ríes? ¿No sabes que los libros están desapareciendo?”. Se puso negro, furioso, y me contestó: “No tienes la mínima (no dijo mínima) idea de lo que hablas. No desapareceré, pues tengo un gran papel que cumplir”.

“¿No crees que el libro desaparecerá?”. “Está en riesgo mi forma actual, pero no mi esencia, pues mis ancestros fueron muy diversos, tallados en piedra, escritos en barro, rollos de papiro y hasta hilos como los quipus. Creo que como soy hoy seremos menos, por poco prácticos, caros en tirajes pequeños y porque hacer papel afecta el ambiente, pero podemos mejorar”.

“¿Qué necesitas para lograrlo?”. “Primero, que editores, libreros, autores y etc. se pongan las pilas (dijo algo más fuerte), para evitar que nos pase lo que a los relojes y cámaras, que son reemplazados por celulares que dan la hora y guardan recuerdos con más eficiencia. Creo que ya saben que, como lo dice el marketing, nadie necesita libros (sus hojas se humedecieron), sino la educación o el entretenimiento que damos y que, por eso, deben hacernos competir mejor con todo el que brinde lo mismo”.

“¿Ver que tu gran competencia es el ‘streaming’, tipo Netflix?”. “Sí, entre otras modernidades, y que deberían unirse para contrarrestarlas, como cuando organizan ferias (no sabía de la FIL) donde todos ganan. Y que vean que su gran oportunidad, incluso más que luchando contra mis primos bamba, está en conquistar lo que tú llamas ‘la tercera frontera’ –me señaló con el índice–, esos millones de peruanos que hoy no nos leen nunca. Con eso mis precios bajarían mucho”.

“¿Te preocupa entonces que cada vez se lea menos?”. Se le erizaron las páginas. “¿Estás sordo? (no dijo sordo), nunca se ha leído tanto como hoy, solo que en celulares y PC. Por eso, el problema no es la lectura, sino el contenido. Yo, que tengo todos mis papeles en regla, puedo convivir con pantallas o redes”.

“¿No es eso más fácil de decir que de escribir?”. “No, si se ponen los puntos sobre las íes. Para ello los buenos autores deben ayudar, aunque suene a herejía (no dijo herejía), con algunas obras más comprensibles y cortas. ¿Tú leerías hoy todo el Quijote? Además, seguro que los libreros y los ‘influencers’ especializados, nuestros distribuidores y promotores tienen ideas para ayudar. Y nuestros lectores deben dejarse de cosas (no dijo cosas) y participar más, para no perdernos”.

Le sobé el lomo y le dije que todos iban a estar en la , donde seguramente verán nuevas rutas conjuntas. La tapa se puso celeste, pero su furia continuaba, pues me dijo, con todas sus letras, “al libro que vas a presentar el 30 le faltan h… ojas”. Allí me dormí.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Rolando Arellano C. es CEO de Arellano Consultoría para Crecer