Mario Ghibellini

El ministro de Educación, Morgan Quero, no tiene un sastre personal. Lo ha asegurado esta semana al rechazar las versiones periodísticas que lo vinculan con la fortuna que tuvo la señorita Jhoany Yomona, hija del distinguido alfayate Pedro Yomona, al conseguir, en menos de un año, tres órdenes de servicio por un valor total de 32 mil soles, en el sector que él encabeza. Las versiones en cuestión presentaban al señor Yomona como el sastre del ministro, pero este ha descartado que tal cosa sea cierta. “Yo no tengo un sastre personal”, ha proclamado con aplomo. Y, en principio, no habría por qué dudar de su palabra.

Ilustración: Víctor Aguilar Rúa
Ilustración: Víctor Aguilar Rúa

Ahora, si don Morgan no tiene designada a una persona específica para que le cosa los trajes, no es descabellado postular que quizás lo haga él mismo. Una circunstancia que resultaría bastante sugestiva, pues coser es una actividad que lleva asociada a su dimensión fáctica –la de literalmente elaborar la vestimenta propia o ajena–, otra simbólica. Trabajar con los hilos y las tijeras, efectivamente, evoca desde tiempos inmemoriales los trajines de quienes lidian con el destino humano. En la Grecia pre homérica, las moiras (conocidas más tarde como las parcas) fueron imaginadas como tres hermanas que administraban el hilo de la vida de los mortales. Cloto lo hilaba con una rueca, Láquesis medía su longitud ayudada por una vara y Átropos, la inexorable, asestaba el tajo final cuando la hora de dejar este mundo le llegaba a cada quien. Pero si de pronto nos topamos con un caso en el que tales tareas no son asumidas por las fatales hilanderas, sino por el titular del hilo, lo que tenemos - simbólicamente, por lo menos – es a un fulano labrándose, para bien o para mal, su propio destino. Y desde el inicio de su gestión, el titular de Educación ha dado muestras claras de calzar en ese perfil.

–Visita con yapa–

El ministro Quero, en efecto, tejió personalmente su hado político cuando especuló sobre la posibilidad de que las violaciones que sufrían las niñas awajún correspondieran a una “práctica cultural”. O cuando, en alusión a los fallecidos en las protestas del 2022 y 2023, sentenció que “los derechos humanos son para las personas, no para las ratas”. Esas dos incursiones en la alta costura lo apartaron del anhelo de llegar al premierato que, según algunos entendidos de los intríngulis palaciegos, abrigaba en su corazoncito.

Y no parece ser muy distinta la situación que ahora lo agobia. Porque, aunque él afirma no conocer ni haberse reunido en ocasión alguna con la señorita Yomona, ella y su padre aparecen en el registro electrónico de visitas del Despacho Ministerial un par de semanas antes de que la joven obtuviera la primera de las órdenes de servicio que la beneficiaron. Además, don Pedro Yomona, la persona que, sin ser su sastre, le ha hecho al titular de Educación “algunas prendas”, ha declarado que lo visitó en su despacho para pedirle un favor relacionado con su hija. “Para que vea si hay posibilidades de trabajo”, fue exactamente lo que dijo.

Quero ha tratado de restarle veracidad a ese testimonio con la fórmula: “seguramente habrá inexactitud por la forma en que él quería hablar de las cosas que hace”. Lo que equivale a aseverar que el sastre que le hace prendas pero no es su sastre ha mentido para promocionarse. Una versión de los hechos que, si el señor Yomona repentinamente recuerda que solo soñó que lo visitaba, podrá librarlo de las eventuales complicaciones judiciales del caso, pero no de las políticas. Sastre de sí mismo al fin, el ministro parece estar hilvanando esta vez una bonita camisa de once varas.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mario Ghibellini es periodista

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