Mario Ghibellini

Las razones que llevan a una persona a pensar que debe ser presidente son misteriosas, pero las que la llevan a desistir luego de ese afán lo son aún más. Llegar a la conclusión de que uno es el llamado a conducir los destinos de un país supone, en efecto, una autoestima en forma y la convicción de que pronto la ciudadanía detectará las virtudes que lo adornan y acudirá en tropel a las urnas para ungirlo como líder de la patria. ¿Qué puede entonces hacer cambiar bruscamente de idea a un individuo en ese trance?

Ilustración: Víctor Aguilar Rúa
Ilustración: Víctor Aguilar Rúa

Descartemos de antemano la posibilidad de que sean las señas simples de la realidad que pudieran sugerir que está en un error. Por lo general, quienes ya se animaron a proclamar públicamente que andan tras la banda embrujada presentan un trastocamiento de la percepción que convierte los abucheos en vítores y las cifras magras que les reportan las encuestas, en una conspiración estadística del enemigo. Despertar al hechizado, pues, requiere de algo más. De desfibrilaciones que dejen la epidermis chamuscada o de largas conversaciones con una almohada dura e incontinente. Es decir, de auténticas alarmas conectadas al sistema nervioso del aspirante al poder que lo hagan comprender que por esta vez tendrá que privarnos de sus atributos regios.

Toda esta reflexión, aclaremos, viene a cuento a raíz de la noticia con la que el excanciller Javier González Olaechea nos ha sorprendido en estos días. Como se sabe, él reveló meses atrás que desde tiempos remotos soñaba con llegar a ser presidente y que ahora planeaba intentarlo a través del partido en el que estaba inscrito: el PPC. Esta semana, no obstante, anunció que renunciaba al empeño de postular. ¿Qué lo hizo desistir de su sueño? Quizás nunca lo sepamos, pero se puede especular.

–La toalla y las uvas –

Hasta hace poco, la gente bromeaba diciendo que el PPC tenía más precandidatos presidenciales que militantes. De los cuatro caballeros que anticipaban esas intenciones en el bedoyismo, sin embargo, dos se han dado de baja recientemente: Fernando Cillóniz y el ex ministro de Relaciones Exteriores. Pero mientras los motivos de Cillóniz son claros, los de González Olaechea no. Los observadores políticos se preguntan desconcertados qué lo hizo tirar la toalla y no encuentran una respuesta convincente… Pues bien, acaso un primer elemento a considerar en cualquier intento de explicación de lo sucedido es que no es lo mismo tirar la toalla que perderla porque se la llevó el viento o se escapó. Sobre todo, si esa toalla tiene aspecto de banda presidencial. ¿Hubo algo que hizo notar repentinamente a Javier que las uvas estaban muy verdes? ¿Algún indicio de que no las tendría todas consigo en las elecciones internas del PPC, por ejemplo? La circunstancia de que, aparte de renunciar a su precandidatura, haya renunciado también a la militancia partidaria así lo sugiere. Una segunda posibilidad, no reñida con la anterior, es que, desde otra tienda política, otro aspirante a la jefatura del Estado, mejor colocado en los sondeos de intención de voto, le haya ofrecido algo más concreto que lo que las formas sinuosas de su sueño le insinuaban. Ya no como candidato a puesto alguno de elección popular (porque la ley se lo impediría), sino como tangible ministro o premier de su eventual gobierno. Los sueños, después de todo, sueños son.

Repitamos, sin embargo, que todo esto es especulación. En el fondo, quién sabe… Porque, como decíamos, las razones que llevan a una persona a pensar que debe ser presidente son misteriosas, pero las que la llevan a desistir luego de ese afán lo son aún más.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mario Ghibellini es periodista

Contenido Sugerido

Contenido GEC