Los anglosajones tienen un dicho que Manuel Merino podría aprovechar como título si algún día decidiese escribir sus memorias. “Ten cuidado con lo que deseas…”, les advierten los británicos y los norteamericanos a los mortales que notan muy alborotados por algún afán. Y si sospechan que quien los escucha no es especialmente perspicaz, se sienten obligados a agregar: “Porque podrías obtenerlo”.
Esa, en efecto, es exactamente la situación que vive hoy el nuevo inquilino de Palacio: sus ganas de mudarse a ese predio eran hace tiempo inocultables y ahora que acaba de instalar allí sus chivas, ha descubierto de pronto que la profusión de salones y espejos no era tan gratificante como esperaba. Sobre todo, si los gritos que llegan desde la calle y desde el Congreso amenazan con convertir la experiencia en –que Rimbaud nos perdone por evocar su genialidad literaria en este astroso contexto– una temporada en el infierno.
Los acontecimientos producidos en los últimos días demuestran que Merino está, pues, entre dos fuegos. Y se diría que lo único que puede elegir es en cuál de ellos abrasarse.
–¡Todo el poder para los gremlins!–
Recordando a algunos personajes del cine y la comedia, en esta pequeña columna hemos sugerido hace tiempo que en el actual Parlamento existen solamente dos bancadas: la de los ‘godínez’ (que no entienden las materias que tienen entre manos) y la de los ‘gremlins’ (que, entendiéndolas brumosamente, no tienen reparos en proceder respecto de ellas de manera irresponsable y destructiva). Las dos, además, trabajan en estrecha colaboración cuando de sacar adelante iniciativas dañinas para la salud económica o institucional del país se trata.
Son esas dos bancadas, por ejemplo, las que aportaron los 102 votos con los que se aprobó, por insistencia, la suspensión del cobro de peajes durante la emergencia; o los 106, con los que se dio el primer paso para la “devolución” de aportes de la ONP; o también los 107 que sirvieron para disponer inicialmente la “reposición” de miles de docentes que no habían aprobado la evaluación de la carrera magisterial. ¿De dónde cree usted entonces, bucólico lector, que salieron los 105 votos para vacar a Martín Vizcarra el lunes pasado?
El problema es que los integrantes de esa alianza asumieron que poner en la presidencia a quien había demostrado ser uno de sus más preclaros representantes era como gritar: “¡Todo el poder para los gremlins!”. Pero como a Merino, una vez que tuvo puesta la banda, se le dio por hacerse el serio y nombrar a un gabinete que no parecía dispuesto a llevarles el amén en sus pastruladas, decidieron enseñarle los colmillos. Esto es, amenazarlo con negarle la confianza a su flamante equipo ministerial cuando acuda al Congreso a solicitarla. Y por más de 100 votos.
De ahí, quizás, que el buen Ántero haya empezado a recordar ante la prensa sus viejas elucubraciones sobre segundas oportunidades para las universidades con licencia denegada, a pronunciarse a favor del archivamiento de la demanda competencial sobre la vacancia presentada por el Ejecutivo ante el Tribunal Constitucional o a declarar que el gobierno está “estudiando cómo se puede hacer viable parte del retiro de fondos de ONP”.
El gabinete, se repite en estos días, no se parece a la coalición congresal que vacó a Vizcarra, pero pronto podríamos comenzar a encontrarle un ventarrón de semejanza.
–Votantes y marchantes–
El otro fuego que escuece a Merino desde que dio el salto que le quitaba el sueño es el de las protestas en la calle. El número y la virulencia de los manifestantes que participan de esas marchas han ido creciendo jornada tras jornada y, aunque nadie sabe muy bien a favor de qué están, aquello a lo que se oponen sí está muy claro: no quieren a este nuevo presidente y tampoco a la mayoría congresal que lo promovió al cargo.
Puestos a identificar gremlins, sin embargo, hay que decir que estos también abundan entre ellos. Vamos, alguien tiene que haber votado en las elecciones parlamentarias de este año por la furiosa con problemas de doble identidad. Alguien tiene que haberlo hecho también por el necio que especuló con la posibilidad de que el virus del COVID-19 estuviese siendo esparcido en Puno por avionetas y drones. Alguien, en general, tiene que haberles dado a las bancadas de Acción Popular, Alianza para el Progreso, Fuerza Popular o el Frente Amplio la fuerza que hoy ostentan en el hemiciclo, convirtiéndolas en las protagonistas de la hazaña que hoy esos mismos votantes quieren repudiar a cacerolazos. ¿O nos van a decir que muchos de esos electores frívolos e irresponsables no están presentes en las algaradas cotidianas?
Sea como fuere, Merino vive hoy bajo la amenaza de que su estancia en Palacio podría resultar más corta de lo que pensó cuando las locas ilusiones lo sacaron de su puesto. Sabe, además, que las demandas de los dos grupos de presión que lo tienen cercado son incompatibles entre sí y que, por lo tanto, solo podrá satisfacer a uno de ellos y de manera parcial (dejar el poder, como le exigen los manifestantes, es desde luego una opción que no ha de estar contemplando).
Al final se decidirá, sospechamos, por complacer a quienes más tema. Y lo peor de todo es que ni siquiera así estará seguro de que el fuego no acabará por consumirlo.
Alguien, quizás, debería darle una llamada para tranquilizarlo.