Lo dicen los extremos polarizados fuera del Parlamento. Y lo repiten algunos adentro de aquel, como la congresista Silvana Robles, que renunció a Perú Libre (PL) aduciendo, en su carta de despedida, entre otras cosas: “no puedo aceptar la unión contranatura con el fujimorismo”.
A Robles le parece que si PL coincide en la misma Mesa Directiva, o en votaciones importantes, con Fuerza Popular, ello sería tan escandaloso como una variante sexual (no invoca la figura por gusto, sino porque el término suele emplearse con esa connotación fóbica). A quienes difunden estas narrativas polarizadas habría que señalarles que la coparticipación de izquierda y derecha en una Mesa Directiva no es cosa para rasgarse las vestiduras.
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En la mesa congresal no se dan alianzas programáticas ni se toman decisiones trascendentes, como las que se pueden gestar en la Comisión Permanente y en las comisiones especializadas, hasta llegar al Pleno. Se comparte el control de parcelas administrativas y se participa parcialmente en la fijación de la agenda. En realidad , el presidente del Congreso detenta mucho más poder y discrecionalidad que el resto de la mesa.
La narrativa de la ‘alianza contranatura’ en realidad aprovecha la polarización para oponerse a los promotores del acuerdo. Cualquier congresista sabe que en la composición de las tres vicepresidencias no se juegan los principios partidarios. Pero el cuento está lanzado por Robles y ha pegado lo suficiente en PL como para que se anuncie hoy un congreso que decidir ese paso político. Y ha pegado también en las filas fujimoristas que evalúan -más discretamente que PL- si abandonan la decisión de no postular a la presidencial del Congreso. Veremos las movidas de última hora, con naturalidad.