El lunes pasado, 13 de febrero, un grupo de la Asamblea Nacional de Gobernadores Regionales, encabezado por su líder Rohel Sánchez, de Arequipa, fueron a buscar a José Williams. La congresista Flor Pablo intercedió para que este los reciba. Los gobernadores querían decirle que, como requisito indispensable para que vuelva la paz a sus regiones, necesitan que el Congreso adelante las elecciones. Y querían que este les asegurara que iba a hacer todo lo que estuviera a su alcance. El general retirado, con una de esas muecas que no se sabe si es de excusa o de ‘no me jodan’ (la frase quedó registrada en un pleno); les dijo que no dependía de él sino de los demás.
Dina Boluarte les había dicho algo parecido a los gobernadores ese mismo día (en ese encuentro estuvieron acompañados de dos rectores de la Asociación de Universidades Nacionales del Perú). Les dijo que ella ya había enviado dos proyectos al Congreso y se los habían rechazado. La pelota, por lo tanto, estaba en la cancha del Congreso y de su presidente Williams, quien se lavó las manos delante de ellos.
LEE TAMBIÉN: Aprueban acusación constitucional contra Pedro Castillo por tres delitos: ¿qué es lo que sigue en su proceso?
El entrampe de la semana anterior que describimos en la crónica “¿Y si nos quedamos todos?” (12/2/2023), seguía vigente: el Bloque Magisterial saboteando, Renovación Popular y Avanza País en su burbuja, los ‘Niños’ acciopopulistas con más ganas de quedarse que nunca y Perú Libre cambiando de posición cada día. No se llegaba a los 66 votos agrupados que se acordó en Junta de Portavoces como requisito para discutir el tema.
El miércoles, el adelanto ya estaba profundamente dormido cuando apareció Keiko Fujimori, en azul eléctrico, en la puerta de Palacio, decidida a marcar la agenda. Fustigó a la extrema derecha y a la extrema izquierda, autodefiniéndose tácitamente de centro derecha, que por cierto es la opción electoral más popular según las encuestas (en la última de CPI en enero, el 27% dice que votaría por un candidato de derecha, el 22.8% dice que lo haría por uno de derecha moderado y solo el 12.7% dice que lo haría por uno de izquierda moderada).
Pero la mayoría congresal y su presidente, no hacen ese cálculo elemental que es más propio de los partidos con bases regionales y expectativa electoral. El congresista promedio ha diluido sus vínculos con su partido y con su región, a la que probablemente ni viaja pues peligra su integridad si se cruza con sus paisanos radicales. Está, para decirlo coloquialmente, desconectado de la realidad. Al día siguiente de la declaración de Keiko, APP, otro partido descentralizado y atento a sus electores, se sumó al coro adelantista, completando las 66 firmas requeridas –según lo acordó la Junta de Portavoces- para fijar ese plazo que se corre cada que queremos agarrarlo.
"El congresista promedio ha diluido sus vínculos con su partido y con su región, a la que probablemente ni viaja pues peligra su integridad si se cruza con sus paisanos radicales"
¿Debatir qué?
No había en la agenda del pleno ningún proyecto de reforma constitucional para cambiar, por una vez, la fecha de las elecciones generales. Lo que se votó el 20 de diciembre para fijarlas el 2024 se perdió por el impromptu fujimorista de querer adelantar todo al 2023. Se puso la reconsideración en debate, se perdió, se volvió a reconsiderar y el 3 de febrero, en la Comisión de Constitución, en las narices de su presidente, el fujimorista Hernando Guerra García, se acordó patear el debate a fecha incierta, con el argumento de que no se pueden, en una misma legislatura, reiterar proyectos de la misma materia.
El pleno podía suspender esa regla y así lo hizo el viernes con votos raspantes. Pero el adelanto iba camino a una emboscada esbozada desde que empezó la semana. Williams no había tomado la decisión de ampliar la legislatura para dar tiempo a que Constitución dictamine rápidamente el proyecto del Ejecutivo. Si antes había hecho malabares para favorecer el debate adelantista y no plegarse a la posición contraria de su bancada de Avanza País; en esta oportunidad colgó la toalla adelantista. Estaba, según una fuente que lo conoce, muy fastidiado con el cambio fujimorista que lo complicó todo. Recordemos que el amplio consenso del 20 de diciembre, con 93 votos a favor del adelanto para el 2024, se perdió por el intento fujimorista de reconsiderar el adelanto para el 2023. Así la cosas, Williams no solo se negó a ampliar la legislatura el viernes, lo que hubiera dado tiempo a que Constitución avanzase; sino que –según otra fuente congresal- se negó a aceptar el pedido de Guerra García de convocar a un ‘pleno constitucional’ dedicado exclusivamente al adelanto y otras reformas.
MIRA: Congreso reabre el debate para el adelanto de elecciones: los pasos que siguen
Si Williams no favoreció, por omisión, al adelanto, otros miembros de su bancada y de la vecina Renovación Popular; operaron abiertamente contra él. Estuvieron activos conversando con otras bancadas para evitar un nuevo debate. Y, el viernes, producida la votación que reabrió el tema, y pensando que Williams podría ampliar la legislatura a última hora; el almirante Jorge Montoya, de Renovación, hizo una jugada demoledora: planteó una reconsideración sobre la votación. De esa forma bloqueaba el trabajo de Constitución hasta que se viera la reconsideración. La comisión ya no se podía reunir ni aún si se ampliaba la legislatura. Mi fuente cercana a Williams me dijo que este se sorprendió con ese giro, y esa sí fue una razón de última hora para convencerse de no ampliar la legislatura, pues creía que si se votaba el pedido de Montoya, podría haberse sepultado el tema.
El plan B
Conversé con ‘Nano’ Guerra García para preguntarle cuál era su plan pro adelanto. Me lo contó así: “Primero, habíamos logrado, con votación dentro de la comisión, declararnos en sesión permanente. Podía convocarla en cualquier momento, y pensaba hacerlo el sábado mismo. Ya teníamos preparado un predictamen en base al proyecto de Ejecutivo, pero con una nueva fecha, más realista, no octubre del 2023; sino elecciones en diciembre [primera vuelta] y febrero [segunda vuelta]. Pero esa reunión fue bloqueada por la reconsideración de Montoya”. Y, añado, pateada a la próxima legislatura.
Guerra García admitió que, en caso hubiera podido sesionar el sábado, no estaba seguro de contar con los votos suficientes. Y si se aprobaba el dictamen, menos seguro estaba de vencer en el pleno. Tampoco sabemos qué pasará en la próxima legislatura cuando se vea el tema, empezando por la votación de la reconsideración planteada por Montoya.
Le pregunté a Nano por otro tema tan importante que fue coartada de varias bancadas para patear la fijación de la fecha electoral: las reformas constitucionales. El apuro por bloquear el adelanto de elecciones –y los varios plenos perdidos por él sin llegar a una conclusión– dejaron a la gran mayoría de reformas sin espacio. La más importante, la bicameralidad, pende de una reconsideración, pues se votó en la legislatura pasada y no consiguió 87 votos. En ese caso, el referéndum no es una alternativa deseada, pues es muy probable que se perdería. Pero Guerra García piensa que ahora hay una nueva correlación favorable a ella y se podría volver a votar.
En cuanto a las reformas ya dictaminadas y que pueden ser agendadas en el pleno, el presidente de Constitución privilegió la del Art. 117 de la Constitución, para poner candados a candidatos con antecedentes de cuidado. También piensa que aquella que suprime la obligatoriedad del voto de confianza para los gabinetes, debiera admitirse por consenso. Pero eso, el adelanto y más, serán materia de la nueva legislatura que empieza en marzo y que, cualquier votación aprobatoria que resulte, tendría que ratificarse en segunda votación a partir de agosto. En el Perú de hoy, ese es el largo paso, y escapa a nuestras predicciones saber cómo llegaremos allí.