Su gestión tendría que haber terminado el 31 de diciembre, pero acabó en mayo luego de que el Jurado Nacional de Elecciones decretara su vacancia por una violación a la Ley Orgánica de Municipalidades. Así terminó una gestión marcada por las interrupciones (la pandemia) y la crisis política (cuatro presidentes). Jorge Muñoz repasa aquí una lista de los principales problemas de la capital.
—“Siempre supe que Lima era una ciudad compleja”, nos dijo en una entrevista meses atrás. ¿Qué es lo más difícil de gobernar la capital?
Son varias cosas. Lima es una ciudad país, tiene más de 10 millones de personas, tiene una gran diversidad sociocultural y económica, tiene muchísimas carencias. Hay necesidades claras en temas de infraestructura, en atención humana y se le añaden varios temas que tienen que ver con megatendencias: el rápido urbanismo, el cambio climático, la migración. Eso le genera una presión adicional. En definitiva, es una ciudad ciertamente compleja y con un presupuesto bajo. Un error que ha habido, a mi juicio, es no permitir las reelecciones, porque significa cada cuatro años volver a comenzar y aceptar a personas que se inscriben como si fuesen los salvadores de la ciudad, para reciclarse o reengancharse y estar de nuevo en el tema político. Lima es una municipalidad altamente demandante y todos los días tienes algún tipo de participación en la vida política y pública.
—El urbanista Aldo Facho dijo recientemente que el cargo de alcalde de Lima “es sumamente estéril políticamente”. Uno está en el centro de la atención y de las críticas, y no tiene suficientes herramientas.
Mira, ha habido en la gestión cuatro presidentes: Vizcarra, Merino, Sagasti y Castillo. Y muchos ministros de Economía y del Interior, con quienes uno tiene que planificar cosas. Muchos de los ministros te dicen: “Sí, vamos a hacer esto”, pero te vas de su oficina, cierran la puerta y encarpetan tu proyecto. Lo mismo es el Congreso: uno lleva proyectos de ley y, si políticamente no les interesa, también lo encarpetan. Quien resulte ganador en las elecciones tiene que ser un concertador y tiene que saber jugar en distintas canchas.
—Según un análisis de EC Data, elaborado cuando usted dejó la municipalidad, hay más del 60% de promesas incumplidas, entre ellas reducir la anemia infantil, reducir la letalidad de los hechos violentos e incrementar la efectividad de las investigaciones policiales. En realidad, eran aspectos en los que la municipalidad no tenía todo el poder de decisión. ¿Por qué prometer eso, entonces?
Fundamentalmente, por la ilusión o la idea de poder concertar con los distintos sectores. Yo podría entrar a discutir seriamente esos porcentajes y tengo elementos para discutirlos, pero creo que no se trata de eso. Se dejaron sembradas muchas cosas para una mejor posibilidad de concertación entre las distintas instituciones. Temas relacionados con el Ministerio del Interior, por ejemplo, como la central única para el manejo de videocámaras, pero con un período de adaptación, porque éramos conscientes de que no todos los distritos tienen las mismas capacidades.
—Es cierto que la pandemia afectó la gestión.
Hubo que repensar la ciudad a raíz de eso, sin duda.
—También le tocó, durante su gestión, el inicio de operaciones de la ATU. ¿Por qué fue tan complicada la relación de la municipalidad con este organismo?
Por ejemplo, nosotros teníamos un proyecto muy interesante de teleféricos para unir San Juan de Lurigancho con Independencia, pero no encontramos colaboración del otro lado. Ya se habían hecho todos los estudios de prefactibilidad y todos los estudios técnicos necesarios, pero nunca encontramos una tierra fértil en ese sentido.
—¿No era preferible dar prioridad a ese proyecto, que beneficia más a quien no tiene auto, que el óvalo Monitor, que solo favorece a los que conducen uno?
La idea era poder hacer ambas cosas. Y fíjate que este proyecto de los teleféricos venía del sector Vivienda, pero se planteó mal. Nosotros lo rescatamos, hablamos con el presidente Vizcarra en ese momento y le dijimos que nosotros teníamos la capacidad para ponerlo a andar. Vizcarra dijo que la municipalidad lo vea y, cuando habíamos trabajado los primeros estudios técnicos, la ATU, que ya comenzaba a tener vida, dijo: “Un momento, esto es nuestro”. Y así comenzó una relación que no ha sido necesariamente la mejor.
—¿Qué ha pasado en la Ramiro Prialé? Es como un agujero negro, nadie se explica por qué ha habido tantas demoras, las obras incompletas llegaron a formar parte del paisaje.
Esta obra viene amarrada a hechos de corrupción, hoy tenemos dos arbitrajes donde hemos planteado claramente los hilos y hemos llevado testigos que prueban y evidencian la corrupción que ha habido. El último tramo no se podía realizar, era física y jurídicamente irrealizable. ¿Por qué? Porque pasaba por varias zonas que son intocables, como la central hidroeléctrica de Huampaní y el Colegio Mayor. Yo fui al Ejecutivo, les di un proyecto para hacer una enmienda al contrato con la finalidad de generar un nuevo trazo. Pero en el Ejecutivo, por miedo, me expresaron que, como todavía el 25% de esta empresa está en manos de Odebrecht, ellos no iban a hacer nada. Me lo dijeron así.
—¿Era frustrante ocupar un alto cargo político y a la hora de la hora no poder manejar grandes cosas?
Hay aspectos donde uno podría sentir que no necesariamente hay la capacidad para resolver las cosas. Pero ha habido muchas otras cosas donde se ha cambiado la vida de la gente. Nosotros hemos logrado en estos años tener un plan de acción climática, es el primero del país, ninguna municipalidad lo tiene. Y el Plan Metropolitano, que se acaba de aprobar hace poco, o el plan de recuperación del Centro Histórico. Fue muy complejo porque había también una oposición política, pero el plan existe, tiene elementos claros como la peatonalización, las intervenciones en el río Rímac.
—Habiendo ya sido alcalde, ¿qué piensa cuando ve los debates actuales o escucha las propuestas de los candidatos a la alcaldía?
He escuchado todos los planteamientos y muchos están realmente fuera de las capacidades o posibilidades. Para comenzar, la municipalidad comenzó este año con un presupuesto de S/1.003 millones. No tenemos un presupuesto de importancia para toda la ciudad, si lo comparamos con el que se tuvo en el 2018 por una inyección del Ejecutivo muy importante para temas relacionados con los Juegos Panamericanos, estamos hablando de S/3.800 millones. Para el próximo año van a ser S/1.200 millones. He escuchado gente con buena voluntad que dice: “Voy a dar el 10% del presupuesto para atender las ollas comunes”. ¿Han mapeado las ollas comunes? Nosotros como municipalidad llegamos a mapear mil, pero hay más de dos mil ollas comunes. ¿Va a tener la capacidad para poder disponer eso? Pienso que no, más aún si la municipalidad tiene un servicio de deuda financiero que tiene que atender hasta el 2025, que viene de la época de Castañeda. He escuchado también que dicen: “Voy a comprar o alquilar patrulleros o motos”. Pero primero hay que sentarse con el Ministerio del Interior, buscar un marco legal que no se tiene al día de hoy. Son promesas bastante irreales, algunas muy populistas. Todos los candidatos ofrecen poesía, pero tendrán que gobernar en prosa.
—¿Ha vuelto a hablar con el alcalde Miguel Romero? En la inauguración del ‘by-pass’ del óvalo Monitor, él lo llamó “nuestro querido Jorge Muñoz…”?
Había una relación profesional, pero algo que a mí me llamó mucho la atención es que, cuando se dio este tema [la vacancia al cargo de alcalde], no recibí una llamada oportuna. Él dice y cuenta que tuvo algunas atenciones médicas, pero las atenciones médicas tienen un tiempo, en la noche pude haber recibido una llamada: “Oye, no te preocupes, vamos a coordinar”. Hay situaciones que me hacen entender que la relación no es la que yo quisiera tener.
—¿Aún tiene “fundadas sospechas”, como dijo en su momento, de que el presidente Pedro Castillo o Vladimir Cerrón estaban detrás del asunto?
Yo quisiera ser muy prudente con esto, porque me encuentro ahora, en estos momentos, en un proceso de reclamación ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Pero, por ejemplo, hubo un tuit de Vladimir Cerrón donde de alguna manera él celebraba mi vacancia. Podríamos entender que alentaba esa vacancia.
—En concreto, ¿qué procesos están llevando a cabo?
Constitucionalmente hablando, los fallos del Jurado Nacional de Elecciones son inapelables. Nosotros por eso hemos recurrido a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y tengo un doble ámbito: he planteado un petitorio y además una medida cautelar que busca la reposición en el ejercicio de la función por violación del derecho a la participación política, que se expresó en cerca de dos millones de votos a mi favor. No solamente es el daño que le hacen a quien tenía el derecho de ejercer la autoridad, sino a la expresión de cerca de dos millones de votantes. Adicionalmente, hemos llevado una opinión de la Defensoría del Pueblo que es meridianamente clara, y un amicus curiae firmado por Walter Albán, donde claramente él señala que habría que atender esta medida cautelar.
—Imaginemos que estos recursos lo favorecen: ¿cuál es la idea principal, acaso retomar el cargo? Ya estamos a punto de elegir más bien al siguiente alcalde de Lima.
Tendría que ser dentro del actual período. Estamos jugando contra el tiempo, en realidad.
—Más allá de un interés personal por limpiar su reputación, ¿esto no traería nuevos problemas y nuevos retrasos para la ciudadanía?
Hay un equipo de personas que han estado cerca mío, que tienen mucha capacidad para poder ejecutar las cosas en el poco tiempo que faltaría para terminar.
—¿Siente que fue un error actuar de opinólogo constante? Jeffrey Radzinsky comentó al respecto que usted “se equivocó dando comentarios de análisis político como si fuera un espectador y no un actor protagónico del ejercicio gubernamental”.
Uno se para en dos pies: puedo opinar y puedo ejecutar. Al momento de irme, hice un balance y teníamos alrededor de mil obras, entre pequeñas, medianas y grandes. Ninguna obra que se haga en esta ciudad está exenta de dificultades, porque muchas veces se hacen los expedientes técnicos y lo que se encuentra debajo ni siquiera está en los mapas de inventario de otras instituciones.
—Pero, en retrospectiva, uno podría decir que eran demasiadas intervenciones, a veces una cada día.
Es muy probable que hayan sentido que había mucha participación política de mi parte, pero creo que las autoridades tienen que decir cosas, ¿no? Una autoridad no se puede esconder debajo de la mesa ni tiene que aplaudir lo que sea bueno o criticar lo que no sea positivo. Se debe buscar, en el medio de esas expresiones, la concertación.
—Además de que ya no tiene micrófonos al frente, ¿qué más cambió en su vida personal cuando dejó el cargo?
Cuando un ministro deja de serlo, le dan seguridad y movilidad por un tiempo determinado; en el caso de la municipalidad, todo acaba ese mismo día. Pero yo camino tranquilo, no tengo necesidad de que alguien me esté cuidando o llevando. La vida continúa.
—¿Se alejó definitivamente de Acción Popular, o hay alguna posibilidad de reencuentro futuro?
Es un partido cuya doctrina para mí es muy importante y hay un respeto al pensamiento de Fernando Belaunde. Pero ese Acción Popular de hace algunos años no es el que tenemos hoy en día. Ahora hay una pluralidad de facciones que no conversan entre sí y que están haciéndole mucho daño al partido. El hecho de no tener dirigencias claramente reconocidas lo debilitó seriamente.