El gobierno de Martín Vizcarra se adelantó en la toma de medidas de aislamiento social. Sin embargo, ha quedado un tanto rezagado en la imprescindible masificación de las pruebas.  (Foto: César Grados/EC)
El gobierno de Martín Vizcarra se adelantó en la toma de medidas de aislamiento social. Sin embargo, ha quedado un tanto rezagado en la imprescindible masificación de las pruebas. (Foto: César Grados/EC)
Paolo Benza

La batalla contra el no es una competencia entre países. Al contrario, esta es una de las pocas veces en la historia en la que todos los estados del mundo se enfrentan a un enemigo común. Y el objetivo es ganarle más allá de cómo le vaya al vecino. Sin embargo, no por ello deja de ser útil comparar la respuesta del gobierno peruano para evaluar su gestión de la crisis.

Desde enero, la gran mayoría de países ha transitado hacia algún grado de aislamiento social obligatorio. Uno a uno, los gobiernos del mundo han optado por la cuarentena como la medida de emergencia más útil para el control de la pandemia. Pero mientras que unos se adelantaron a la ola, otros tomaron la decisión cuando ya la tenían encima.

Esto habla sobre la capacidad de un gobierno para tomar decisiones difíciles rápidamente. Una revisión del panorama global confirma que la gestión de Martín Vizcarra adelantó a sus pares de la región –e, incluso, del mundo– en la adopción del aislamiento como medida de contención. Otros países, en cambio, han tenido que redirigir sus estrategias hacia ello luego de verse superados.

Sin embargo, el aislamiento no es la única medida que han tomado los gobiernos para combatir al coronavirus. Cada vez más especialistas en salud pública, como la profesora de la Universidad de Edinburgo Devi Sridhar, defienden la tesis que sin un testeo masivo ninguna cuarentena podrá acabar definitivamente con el coronavirus. Y en ello el Perú va con retraso.

Todos a casa

A los peruanos les llegó la cuarentena cuando aún se acostumbraban a las palabra “coronavirus”. Durante los dos primeros meses del verano –enero y febrero–, el Covid-19 había sido una enfermedad lejana, que crecía solo en otros continentes: Asia, Europa. La distancia había mantenido al país en una irreal calma epidemiológica. En cambio, un nuevo brote de dengue veraniego azotaba la selva.

Pero, como era inevitable, el Covid-19 aterrizó en Lima y el primer caso fue confirmado el 6 de marzo. Solo diez días después, Vizcarra ya había ordenado la cuarentena general. Esta diferencia entre el caso ‘cero’ y la orden de aislamiento es menor que la del promedio de la región. De hecho, el Perú fue el segundo país de América Latina en decretar la cuarentena, después de El Salvador.

“Algo que pasó en el Perú, a diferencia de otros países, es que aquí ha habido una rapidez y una decisión firme de comunicar medidas drásticas. Medidas que, incluso, nos recuerdan a momentos complicados de nuestra historia, como el toque de queda. En otros países, en cambio, se aplicó el 'wait & see’ [esperar y ver]”, dice la politóloga Denisse Rodríguez.

Los gobiernos de América Latina asimilaron la catástrofe sanitaria ocurrida en algunos países de Europa y, en general, reaccionaron mucho más rápido que ellos. En Italia pasaron 38 largos días entre que se confirmó el primer caso (el 31 de enero) y se decretó la cuarentena nacional (el 9 de marzo). En España la cuenta fue de 43 días, pues el estado de alarma llegó recién el 14 de marzo.

Entremedio, incluso, estos países padecieron las marchas y contramarchas de sus autoridades. En febrero, por ejemplo, el alcalde de Milán, Giuseppe Sala, promovió la campaña #MilanoNonSiFerma (Milán no se detiene), para que la gente volviera a las calles y los negocios abrieran con normalidad. Luego, la región de Lombardía –de la que Milán es capital– se convirtió en la más golpeada de Italia.

En América Latina, en cambio, el tiempo de respuesta fue mucho menor. En Ecuador el primer caso fue confirmado el 29 de febrero y la cuarentena fue decretada el 16 de marzo, 16 días después. No obstante, , en ese país los ciudadanos no respetaron la medida. Por ello, hoy es uno de los más afectados por el virus.

En Argentina la respuesta demoró 16 días. En Chile, el toque de queda tardó lo mismo (en ambos casos del 3 al 19 de marzo). Comparativamente, el gobierno peruano fue 6 días más veloz. “A muchas personas les puede haber parecido inicialmente exagerado que haya cuarentena tan pronto, pero otros países tuvieron que retroceder el timón, como el Reino Unido”, dice Rodríguez.

En la tierra donde nació el fútbol, la liga nacional fue suspendida varios días antes de que el primer ministro Boris Johnson tomara acción. Aunque el gobierno aclaró luego que no buscaba explícitamente la “inmunidad de la manada” (que se contagie e inmunice un porcentaje mayoritario de la población), epidemiólogos de todo el mundo interpretaron así su estrategia inicial.

Sin embargo, Johnson tuvo que dar marcha atrás cuando la curva de casos comenzó a inclinarse peligrosamente hacia arriba. Hoy, los ciudadanos británicos viven un aislamiento obligatorio sin precedentes para su país, aunque igual tienen permitida una salida diaria para hacer ejercicio. Johnson dio positivo al virus e ingresó a cuidados intensivos el último domingo. Salió de allí el viernes.

La rapidez con la que han reaccionado los gobiernos de esta parte del mundo es sumamente importante, además, por la menor capacidad de respuesta de sus sistemas de salud. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el gasto anual per cápita en salud de América Latina (US$1.076) es tres veces menor que de la Unión Europea (US$3.364). El del Perú es US$681.

Barcos a la deriva

Pero mientras que el Reino Unido restableció el curso de sus políticas públicas hacia el horizonte de la sensatez, otros países no han tenido la misma suerte. “Hay estados que no solo no están haciendo nada, sino que además promueven que la gente salga. Por ejemplo, tienes a Brasil, México, y en menor medida, Estados Unidos”, explica Rodríguez.

En el vecino Brasil, el primer caso de Covid-19 fue detectado el 25 de febrero. Hasta hoy, no ha habido ninguna disposición de cuarentena por parte del gobierno central. En cambio, el presidente de ultraderecha Jair Bolsonaro ha financiado una campaña en contra de la cuarentena que han decretado la mayoría de los gobernadores estaduales del país de forma independiente.

Luego de incluir a las iglesias como “servicios esenciales” exonerados de las cuarentenas locales, Bolsonaro lanzó el eslogan #OBrasilNãoPodeParar (Brasil no puede parar), con el que busca que sus simpatizantes protesten en contra de los gobernadores y regresen a sus trabajos con normalidad. Esta campaña es muy parecida a la que lanzó el alcalde de Milán un mes antes.

Como reseña la edición brasileña de El País, sin embargo, Bolsonaro se ha ido quedando cada vez más solo en esta cruzada para tumbarse el aislamiento. Líderes militares, su ministro de Salud Luiz Henrique Mandetta y su propio vicepresidente, Hamilton Murão, se han desmarcado de esa posición. Aún así, Bolsonaro ha insistido en decir que el coronavirus es solo “una gripecita”.

Luego está México, el segundo país más poblado de América Latina después de Brasil, que confirmó su primer caso de contagio el 28 de febrero. Allí, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador se ha paseado en olor a multitudes durante todo el mes de marzo, cargando bebés y abrazando señoras en claro desafío a las prácticas de distanciamiento.

La noche del 22 de marzo le dijo a los mexicanos: “no hay que apanicarnos” y “no dejen de salir”. Luego les sugirió seguir “llevando a la familia a comer a los restaurantes, porque eso es fortalecer la economía". Al día siguiente, su gobierno puso en marcha la ‘Jornada Nacional de Sana Distancia’, una cuarentena que es voluntaria para las personas.

Un caso aparte es el de Estados Unidos, donde el presidente Donald Trump ha tenido una actitud errática respecto a la pandemia. La cuarentena en ese país –que confirmó su primer caso el 21 de enero– no ha sido decretada de manera federal. Como en Brasil, son estados o circunscripciones particulares los que han tomado la iniciativa. Hoy EE.UU. registra más de 400.000 casos positivos.

Para contrarrestarlo, la administración de Trump ha lanzado una campaña de testeo masivo que superó el millón de pruebas la semana pasada. Su objetivo es frenar la inclinación vertical de la curva que vive su país. Sin embargo, su administración ya ha informado que, incluso con las acciones de mitigación, habrá entre 100.000 y 240.000 muertes a nivel nacional.

“Aquí, en cambio, las medidas se han comunicado de manera oportuna, con evidencia y los datos necesarios: cantidad de casos, de pruebas, de personas en UCI. El presidente [Vizcarra] tiene regularidad, maneja las expectativas y presenta un mensaje claro. Y además, comunica con emotividad sus mensajes”, dice la experta en comunicación política María Beatriz Arce.

¿Pruebas, pruebas, pruebas?

Pero no todo es perfecto en la respuesta del Perú frente al coronavirus. Su principal demora está precisamente en el campo en el que Estados Unidos ha decidido dar la contraofensiva: las pruebas. De hecho, países como Corea del Sur nunca decretaron cuarentena y lograron controlar el virus solo con una estrategia de testeo masivo, aislamiento de enfermos y rastreo de sus redes de contactos.

Como explica en su cuenta de Twitter la especialista en salud pública Devi Sridhar, la cuarentena es una medida imprescindible para frenar el contagio y ganar tiempo. Sin embargo, es insostenible en el largo plazo si no se le complementa con una campaña de despistaje masivo. La propia OMS dijo en marzo que el camino para vencer al coronavirus es hacer “pruebas, pruebas, pruebas”.

El Perú está quedando rezagado ese ámbito, principalmente, porque no logra comprar en el mercado internacional las cantidades necesarias de pruebas moleculares. Si bien ha adquirido 1.4 millones de pruebas rápidas (de anticuerpos), estas tienen un periodo ventana y solo sirven como complemento para paliar la ceguera diagnóstica. Las moleculares siguen siendo las ideales.

Según la BBC, es precisamente ese: la cantidad de pruebas moleculares que aplica. El vecino del sur tiene una tasa de mortalidad menor al 1%, mientras que la del Perú llega a 3,6%, según el Ministerio de Salud. La diferencia es simple: al cierre de este artículo (el martes 7 de abril) en Chile se habían realizado más de 57.000 pruebas y en el Perú, 20.000.

Además, como Chile tiene una población 10 millones menor que la del Perú, esto da una tasa de casi 3.000 pruebas por millón de habitantes. La nacional, en cambio, es de poco más de 650 por millón. Corea del Sur ha realizado 480.000 pruebas, lo que significa alrededor de 9.300 tests por millón de ciudadanos.

La receta no es infalible: Italia ha aplicado más de 750.000 pruebas y su población se mantendrá en cuarentena todavía por un tiempo. No obstante, la única receta que hoy ven los especialistas para ir dejando poco a poco un aislamiento social es esa. Resta ver si el gobierno peruano se empareja en la carrera mundial por el testeo molecular.


¿Cuánto dura el período de incubación de la covid-19?

Primero hay que entender que el período de incubación es el tiempo que transcurre entre la infección por el virus y la aparición de los síntomas de la enfermedad.

De acuerdo con estimaciones, el periodo de incubación de la covid-19 oscila entre 1 y 14 días, y en general se sitúa en torno a los cinco días.

Por el momento se continúan analizando y actualizando estos datos para tener una información más precisa y detallada.

¿Cuánto tiempo sobrevive el coronavirus en una superficie?

Aún no se sabe con exactitud cuánto tiempo sobrevive este nuevo virus en una superficie, pero parece comportarse como otros coronavirus.

Estudios indican que pueden subsistir desde unas pocas horas hasta varios días. El tiempo puede variar en función de las condiciones (tipo de superficie, la temperatura o la humedad del ambiente).

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