Hace ya bastantes años, cuando Zara Alanya (40) acababa de volver a Lima tras estudiar pastelería en España, una de las maneras que encontró para recursearse fue la venta de postres a cafeterías y restaurantes. Quizá la mayor decepción que se encontró en el camino fue que nadie quería probar cosas distintas; no había lugar para la creatividad. El menú era más o menos el mismo, y lo era en todos lados: pasteles, tortas, tartaletas, algún que otro mousse. “No podía ni siquiera vender una tarta de limón: siempre tenía que ser un pie”, cuenta Zara hoy. Lo primero y más importante que hay que saber sobre ella es que nunca se da por vencida.
Su destino dio un vuelco dos décadas atrás, cuando Zara quedó embarazada con 19 años. Entonces seguía la carrera de Administración, pero no pudo continuar con sus estudios. La repostería fue su refugio y su salida: podía prepararse en la técnica (lo hizo en la San Ignacio de Loyola) mientras descubría una nueva pasión en un espacio que conocía bien. Había hecho postres desde chica, pero nunca lo vio como una alternativa hasta que llegó su hija, Fabiana.
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Le fue tan bien que, cuando se graduó, Zara aplicó para un cupo en la famosa escuela de hostelería Hofmann en Barcelona. Enorme fue su sorpresa cuando le dieron la visa y pudo partir. Pasó dos años allá, lejos de su hija (quien había quedado al cuidado de su abuela) y con la duda constante de si valdría la pena tanto esfuerzo. “Volví una vez para un día de la madre”, cuenta la repostera. “Fue tan difícil que recuerdo haberle dicho a mi mamá que me quedaba, que ya no regresaba. Menos mal me apoyó desde el inicio, y pude terminar lo que había empezado”. Poder realizar su sueño dependía de ella y de nadie más.
Al volver, el futuro que la joven pastelera había vislumbrado para ella y para su hija pequeña no fue precisamente el esperado. “Fue muy duro encontrarme con sueldos en cocina que no me permitían ni pagarme el alquiler, o a una persona que pudiese apoyarme con el cuidado de mi hija mientras yo trabajaba. Me ofrecieron un puesto en un hotel en Cusco, y eso suponía volver a estar lejos. No valía la pena. Al final terminé por comprarme un horno y empezar a vender cosas desde mi casa”, dice Alanya.
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Poco a poco fue amasando un pequeño negocio. Queques por el día de la madre, turrón de Doña Pepa en octubre… y así en adelante. Fue ahí que empezó a vender sus productos en cafeterías y restaurantes, y también cuando reunió suficiente capital para apostar por un local propio. Pero el momento no fue el idóneo. “Yo quería abrir una pastelería boutique en Lima, con una vitrina que te haga detenerte a mirar. Lamentablemente no elegí la mejor locación para hacerlo, y no funcionó”, indica Zara. Había llegado tan lejos, que ni siquiera eso podía frenarla.
En 2015 Alanya Repostería abrió su primer local como la pastelería que Zara siempre había querido tener, en una tranquila calle de Chacarilla. Un espacio de autor, con técnica, ingredientes de calidad, y una surtida selección de pastelería y bollería que hacía que la gente se detenga para mirar -y a probar- desde croissants, rollos de canela, english muffins o tostadas francesas, hasta sanguches con pan preparado en casa, tostones, yogur natural (hecho por la propia Zara), cafés, bruschetas y otros antojos de horno y barra. Todo acompañado de buen café.
Fue un éxito inmediato. “Lo único que no nos permitía seguir creciendo era la falta de espacio”, afirma.
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Zara nunca pudo registrar su nombre por un cruce con la conocida marca española de ropa, pero sí dejó su apellido: Alan-ya (se pronuncia como “ye”; no como “í”). Los planes para el segundo local, esta vez en Barranco, estaban bastante avanzados hacia 2020, cuando empezó la pandemia. Casi un año entero fue lo que le tardó a Zara abrir por fin las puertas del espacio barranquino, que incluye también pizzas, ensaladas, cocteles y un menú en constante creación; vivo y dinámico.
“El delivery fue una gran sorpresa para nosotros. No lo teníamos habilitado antes de la pandemia, pero sin haberlo pensado nos permitió llegar a nuevos públicos. Me siento muy agradecida de que haya sido de esa manera”, indica Alanya. Sin duda, una de las mejores cartas de presentación de Zara son los más de 20 tipos de croissants que se han convertido en su sello, en las vedettes de su vitrina. Si bien el menú es bastante más amplio, a la pastelera no le molesta que la gente la esté conociendo -primero- por su magnífica bollería.
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Aquí solo una muestra de los rellenos disponibles: cheesecake, café, chocolate, frambuesa, mascarpone, mango, jamón y queso, manzana, manjarblanco, mazapán con almendras, gianduia, crema catalana, pie de limón, selva negra, crema pastelera con limón y vainilla, y hasta hay uno integral. Todo, por fin, está saliendo como debe. Para Zara Alanya este solo es el comienzo de un dulce y prometedor camino.
Más información:
Instagram: @alanyareposteria
Locales:
-Jr. Domeyer 223 (Barranco)
-Av. del Pinar 105 B (Chacarilla, Surco)
Horarios:
Martes a domingos de 8 a.m. a 8:30 p.m. (para atención en mesa o recojo entienda)
Delivery: 987-399131.
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