Hay algunas cosas universales que solo por su naturaleza, su mera existencia, son suficientes para aliviar sufrimientos de cualquier índole. ¿Complicaciones en la oficina? ¿Corazones rotos? ¿Problemas financieros? ¿Desperfectos en el hogar? No desespere. La lista de esas cosas no es larga ni difícil de conseguir: incluye cachorros, fotos de Keaun Reeves y ollas humeantes de pasta. Pero hay una, evidentemente, que las encabeza a todas. El helado. El bien hecho -cremoso, sedoso, abundante- debe ser entendido como antídoto y remedio. La palabra ‘caloría’ no se mencionará de aquí en adelante en este texto.
Las alternativas en heladerías artesanales en Lima ha ido creciendo en los últimos años y eso es importante: a más helado, menos penas. Desde Blu o Crem dela Crem, hasta las creaciones de Majísimo Helados Artesanales, o el boom de las paletas de Zacateca. Hay mucho para elegir. Una nueva marca amplía las posibilidades en el mercado y sus sabores solo pueden catalogarse bajo el bonito concepto de food porn. Hace cinco meses empezó a funcionar Alore a través de Instagram y el resultado ha superado las expectativas.
La heladería llegó a la vida de Lorena Llosa por suerte y por casualidad. Marketera de profesión, en el 2012 viajó a Australia con su esposo a estudiar una maestría. Cuando terminó le costó mucho encontrar trabajo, así que empezó a preparar postres para recursearse. Clásicos como brownies o crocante de manzana, por ejemplo. Comenzó vendiéndolos a algunas tiendas y más adelante se hizo de un puesto en un mercado de productores. Fue precisamente ahí que dio rienda suelta al recetario peruano: alfajores y arroz con leche comenzaron a formar parte de su repertorio. ‘Venimos por las galletitas rellenas’, le decían sus clientes regulares. Tan bien le fue con sus postres que Llosa entró a trabajar en una famosa heladería australiana (Messina) en el área de ‘adiciones’. Es decir, todo lo que se añade a los helados.
Inspirada por su experiencia en Messina, Llosa tomó dos decisiones que serían cruciales para su destino: la primera, volver al Perú; la segunda, tomar un curso en Italiana para especializarse en la elaboración de gelatos. Lo hizo en la Universidad Carpigiani de Boloña (una institución en heladería) y más adelante practicó en la ciudad francesa de Lyon. Lorena tenía lo necesario para empezar una marca propia, y eso fue exactamente lo que hizo ni bien regresó a Lima, seis meses atrás. Había nacido Alore.
Lorena aún no vende en ninguna tienda, pero opera a través de Instagram y Whatsapp. Tiene 11 sabores fijos en su carta: pie de limón; lúcuma; crocante de lúcuma con fudge; cookies and cream; caramelo salado; vanilla; fresa; chocolate; sorbet de chocolate; sorbet de maracumango; y sorbet de fresa. Aparte, vende fudge y butterscotch como acompañamientos extra (nunca están de más). Lo divertido es que cada semana hay sabores ‘invitados’. Entre los más recientes se encuentra un irresistible Robert Brownie Jr (fior di latte, brownie y fudge) y un stracciamenta, que combina los sabores de menta y straciatella en uno solo. Paletas y postres de temporada (como los alfajores rellenos de helado) completan la propuesta.
Sus helados no son light ni pretenden serlo. Son naturales, eso sí. Hechos sin pastas industriales, colorantes, saborizantes o preservantes. Tampoco compra pulpa de fruta: todo se elabora de cero. Este verano Alore tendrá un carrito en la curva de food trucks de Punta Hermosa. Qué bonito es el verano.