Homenaje a la artista Goo Hara, de la agrupación femenina Kara. Falleció en noviembre pasado. (Foto: AFP)
Homenaje a la artista Goo Hara, de la agrupación femenina Kara. Falleció en noviembre pasado. (Foto: AFP)
Pedro Suárez Vértiz

En el último par de décadas se ha desatado un fenómeno social llamado Hallyu: la popularización del entretenimiento de Corea del Sur en el resto del mundo, principalmente en Occidente. La cultura pop surcoreana ha ganado terreno en las tendencias del resto del globo con sus películas, series de TV y música. Especialmente el teen pop, o música para adolescentes. Este último tipo de entretenimiento es sin duda el que más se ha popularizado.

El bautizado como K-Pop es básicamente la música comercial juvenil de Corea del Sur. Dentro de su espectro se hallan géneros como el dance, hip hop, rock, R&B, techno, etc. Todo en torno a la colorida y futurista cultura surcoreana. El gran estrellato de algunas de las bandas de este género ha despertado la curiosidad y el análisis de los sociólogos, pues conquistan, cual si fueran zombis, a una enorme masa de personas.

Quizás aún no logres identificar las bandas de este género musical, pero sí podrás recordar la fiebre que se generó con Gangnam Style en el 2012, la famosa canción del baile del caballo, del artista surcoreano PSY. Hoy, el videoclip de Gangnam Style en YouTube tiene más de 3.400 millones de visitas y es el séptimo video más visto en la historia de esta página. También rompió el récord de ser el primer video en llegar a mil millones de visitas. De este mismo modo, la boy band de K-Pop BTS rompió otro récord el 13 de abril del presente año al producir el video de YouTube con más visitas dentro de las primeras 24 horas, sacando del trono a Ariana Grande.

El fenómeno K-Pop le está quitando piso a distintos artistas contemporáneos –norteamericanas, europeas o latinas– que se consolidaron como superestrellas. Lo más curioso del caso es cómo se puede popularizar tanto un género musical, sobre todo en EE.UU. y Europa, del cual la mayoría de sus fans no entienden ni una sola palabra. El secreto radica en cómo están estructuradas las canciones. Son matemáticamente diseñadas para ser hits, siguiendo algoritmos que provienen de estudios sobre canciones mundialmente exitosas y pegajosas. Estamos hablando ya de producción musical a nivel científico.

Pero no todo es color rosa en el surgimiento de esta moda. En los últimos dos meses, tres de estos artistas han muerto. Lo alarmante del caso –aparte del poco tiempo entre cada muerte– es que estos artistas son jóvenes aparentemente cuerdos, simpáticos y llenos de vida. Las circunstancias que rodean estas muertes son confusas. Se detalla poco o nada; la opinión pública llega a suponer que se trata de suicidios, pues no existe razón aparente para estas muertes.

El K-Pop ha penetrado casi todos los mercados del mundo. Quizás esta industria, que termina siendo una fábrica de talentos, no está utilizando los parámetros correctos en cuanto al trato para con estos muchachos. La penúltima estrella de esta tendencia en fallecer fue Goo Hara, de 28 años, ex integrante del grupo KARA. La cantante se suicidó debido a una fuerte depresión y el acoso en redes sociales que ya había denunciado previamente. Casi un mes atrás la cantante Sulli también se suicidó por ciberacoso. Esta semana, para variar, murió un joven actor surcoreano de 27 años llamado Cha In Ha. Se sabe que no estaba pasando por un buen momento emocional; se especula nuevamente el suicidio.

Se sospecha que las agencias que trabajan con estos jóvenes los someten a una gran presión. Todos en Corea del Sur quieren ser idols, como se le llama al modelo perfecto de un exponente del K-Pop. Este prototipo de perfección lleva a los muchachos que desean convertirse en estrellas a vivir una vida extremadamente estricta y de mucho esfuerzo. La preparación requiere regímenes insoportables en dietas, deporte y desarrollo de talento. Tras el entrenamiento, las agencias escogen a unos cuantos para trabajar con ellos y convertirlos en superestrellas. Las lamentables muertes de los últimos meses han precavido a todos de que el entretenimiento surcoreano es literalmente una fábrica que clona ídolos juveniles cual granja de pollos hormonizados. La manufactura de seres humanos ya existe y queda en Corea del Sur. Para nada es la vida soñada que en un inicio estos muchachos aspiran tener.

El K-Pop ya está cosechando las fatales consecuencias de una ambición inhumana. //

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