Antes de dedicarse a la astrología, Ludovica Squirru Dari –es su nombre real, aunque muchos le continúen preguntando si se lo inventó en el camino– fue actriz. El rol que la lanzó al estrellato, curiosamente, fue el de una gitana en un programa de variedades. Ludovica tenía un sketch donde adivinaba quién sería el invitado de la noche, y ella misma escribía sus propios diálogos. De pronto se encontraba hablando no de cáncer, tauro o capricornio, sino de perros, caballos, monos y serpientes. “¿De dónde sacas todo eso?” le preguntaban entonces. Creían que era parte del show. Era la Argentina de la década del 70 y hablar del oráculo chino no solo se sentía lejano: también inverosímil.
La fascinación que siente desde muy pequeña por la filosofía oriental la lleva en la sangre: antes de que ella y su hermana nacieran, su padre vivió cuatro años en China como agregado cultural en la primera embajada argentina que hubo en aquel país. A los 30 años su vida cambió: dejó la actuación y emprendió un viaje por la tierra que había cautivado a su progenitor. Desde entonces, el mundo nunca más fue el mismo para Ludovica Squirru.
Este es un libro que está lleno de detalles. Si bien hay un lado que es muy espiritual, el oráculo chino es ciencia. ¿Cómo es tu proceso de trabajo tras tantas obras publicadas?
Es una continuidad. Mi vida está en paralelo con el libro, y este es el número 36. Yo escribo de todas las formas: en cuaderno con un lapicero; en mi laptop; y tengo una parte de vivir la experiencia que es de observación permanente, y de estudiar. La astrología china es infinita. Eso lo confirmas mientras más te metes en el I Ching, en la matemática china. Prácticamente estoy estudiando mientras voy escribiendo. No está disociado. No tengo eso de ‘cuándo empiezas y cuándo terminas’.
Después de 36 años el reto es grande.
Tengo maestras chinas en México que son quienes me han aportado un material hermético chino, hace años, que es una información a la que no cualquiera puede acceder. Todo eso también conlleva un proceso de elección, de qué es lo que vamos a dar, y cómo. Ahora, este es un libro que se entiende fácil; la idea es que si alguien no conoce nada sobre el oráculo chino lo aprenda sin dificultad. Hay que reenamorar a los lectores. Por eso incluimos poesía, pasajes autobiográficos y hay colaboradores que abordan diferentes temas, además de las descripciones de los signos. El mismo tema, que es la astrología china, tengo que de alguna manera contarlo de distinta manera año a año, aportando novedades.
¿Hay cosas que se repiten? ¿Preguntas que nos hacemos una y otra vez?
Yo he hecho un proceso muy interesante para no ser una astróloga light. La gente que me pregunta cómo les va a ir en la salud, cómo les va a ir en el amor... no es lo mío. A las personas las vas instruyendo, encausando, para que no caigan en lo más obvio. ‘¿Voy a ser feliz?’: eso no tiene que ver con la astrología. Haz la tarea, aquí están las pautas. Por supuesto que queremos saber si nos vamos a enamorar, si nos va a ir bien. Pero el oráculo chino no es una aspirina que te tomas para solucionar las cosas: lo que hace es enseñarte por qué es que tienes algún problema, por qué eres incompatible con tu pareja. Son preguntas que cada uno tiene que responder por sí mismo. Aquí no hay cosas que ocurren o se resuelven por arte de magia, entonces.
La astrología china, junto con la medicina china, derivan del taoísmo. Esta es una ciencia. //