Para mala suerte de quienes la odian, no hay una sola Magaly Medina, sino por lo menos dos. Ella lo describe así: “Todos tenemos dos lados, nadie es totalmente bueno ni totalmente malo”. Ya dejó hace tiempo de ser solo la conductora de un programa de espectáculos; ahora es una activa influencer en sus redes sociales, donde tiene varios millones de seguidores con los cuales comparte tips para cocinar en la olla Oster multifunciones, mientras juguetea con Osi, Chanel y Aston, sus inseparables perros pomeranos. El de las redes es un trabajo demandante que la convierte en una suerte de inofensiva ‘señito’ del mediodía, que da consejos utilitarios y para el que cuenta con un pequeño séquito de ayudantes.
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Pero por las noches, en un set semivacío para evitar que se distraiga –el trastorno de déficit de atención que arrastra desde niña se le ha agudizado–, el oficio de Medina es fisgonear en la vida de las celebridades locales, convencida de que por ser personajes públicos, “si dejas la puerta abierta es porque quieres que te vean”. Entre la mañana en la cocina, y la noche deshuesando trayectorias, existe un pasadizo que la lleva a sus oficinas en el cuarto piso de ATV, donde una fotografía es quizá la respuesta a todo lo que uno quiere preguntarle. En el retrato, ampliado e iluminado en el centro de la pared, se le ve esposada, el día que fue internada en el Penal de Mujeres de Chorrillos, el 16 de octubre del 2008.
MAGALY MEDINA Y EL MUNDO DE LA TV
—¿Tienes miedo de ir a la cárcel de nuevo?
Miedo no. Siento que eso no va a pasar. Mi terror es que alguno de mis seres queridos vaya a la cárcel. Yo puedo con mucha cosas, pero hay gente que no va a poder. A mí no, es como si ya tuviera una piel tan dura que no me va a lastimar.
—¿Cuál es el mensaje de la foto enorme, allá fuera?
La cárcel marcó mi vida. Cuando salí, conocimos los entretelones de todo. Estoy impedida de dar detalles. La jueza –que creo llegó a ser congresista– siempre me ha tenido amordazada.
—¿El cuadro es un galardón para tu carrera?
Claro, sí, porque fue lo más injusto que me pudo haber pasado. Había testigos de mi parte que yo presenté y no se les hizo caso, el vendedor ambulante que tenía las horas [en que Paolo Guerrero sale del restaurante, 2007]… los mozos no quisieron hablar, excepto uno de ellos, lo quise presentar, le ofrecimos sacarlo del país, etc., pero se moría de miedo. Solo me condenaron por la hora. Ellos decían 8 p.m., yo decía 11 p.m. A esa hora lo capta mi reportero.
—¿Es cierto que rechazaste un ofrecimiento de Alan García para indultarte?
Como le dije a Ricardo Ghibellini, que vino en nombre de Alan: yo no voy a pedir perdón por algo que no hice.
—¿Uno sale de la cárcel siendo mejor o peor persona?
Depende. Yo tuve un trato privilegiado. Dormía en una cama horrible, es cierto, pero eso no es lo peor de la prisión. La prisión te quita lo más valioso: tu libertad. Eso es lo que yo más atesoro en mi vida, el poder moverte, poder hacer cosas, en la cárcel estás atada de pies y manos, no existes.
***
La soberbia (“tengo un carácter fuerte”) y su tono desafiante (“soy de ideas firmes”) siempre le han traído problemas. No solo con la decena (o más) de personajes públicos que la han enjuiciado por difamación desde que empezó en la televisión en 1997, sino incluso con sus parejas, familiares, jefes, amigos. Lleva siete años tratando de dominar su mal genio en sesiones de coaching donde le enseñan a “tragarme algunas cosas y no decirlas de manera tan frontal”. Esa terapia se suma a varias décadas de psicólogos y psiquiatras, por su diagnóstico de depresión desde los 23 años.
—¿Te consideras una persona tóxica?
Tu crianza, tus experiencias, te hacen repetir patrones y actuar de cierta manera. Yo he sido bien insegura y muy celosa. Tuve una relación con una persona por muchos años adicta a las drogas, a la que intenté salvar. Cuando te conviertes en parte de eso eres coadicta. Nunca voy a olvidar mis noches horribles, cuando mi esposo salía y estás con ese temor de que empiece a tomar y luego se drogue y luego no vuelva, y yo estaba en la ventana mirando a qué hora venía. Cuando no estaba drogado era un hombre buenísimo, pero al final tuve que dejarlo: o me hundo con él o me salvo yo, y soy una sobreviviente, me salvé yo.
—¿Caíste en esas drogas?
En una época, sí, pero me gusta estar en control de mí misma. Yo soy luchadora. A medida que él iba descuidándose, se hundía más, yo era la única que trabajaba y mantenía la casa. Cuando se acaba Oiga, vino lo del programa de televisión. Le dije: “Lo único que te pido es que cuides a mi hijo”. Pero fue al revés, porque mi hijo comenzó a cuidarlo a él. Dije hasta aquí llegó.
—¿Cómo lidiabas con la depresión en esa época?
Según el psiquiatra, yo venía de muchos años… Cuando era niña mi mamá me decía: por qué no te levantas, esta chica es una ociosa, una vaga, decía mi papá. Había días en que no quería salir de la cama y no entendía por qué. Un jalón de orejas me daba mi mamá para que hiciera las cosas. También tenía el trastorno de déficit de atención y no lo sabía, he tenido que lidiar toda mi vida con eso.
—¿Cuándo te diste cuenta?
Hasta ya bien mayor. Cuando comencé a entrar a la menopausia y salir de ella, los vacíos, las lagunas mentales se me intensificaron y tuve que ir a hacerme muchos análisis con neurólogos y psicólogos. Yo pensé que estaba teniendo principios de Alzheimer, pero era que se me había agudizado el trastorno de déficit de atención. Además, después de muchos años de tratamiento psiquiátrico, las medicinas, los químicos afectan.
—¿Tomas antidepresivos?
Sí, este es el segundo mes de antidepresivos, porque tuve un bajón después de muchos años. El doctor me hizo un examen y estaba con la serotonina en el suelo: “Tienes que tomar antidepresivos por seis meses”. Pero esta caja la termino y luego lo voy a dejar. Le diré que hasta aquí nomás.
—¿En la cárcel volvió la depresión?
Volvió con fuerza. Tuvieron que pedir permiso para que el psiquiatra dejara mis pastillas a una enfermera. En la cárcel comes con un horario, te despiertas con un horario, duermes a la hora que te digan que duermes, te dan la pastilla a la hora que ellos dicen, entonces me refugié en el cigarro, dos a tres cajetillas diarias. Y luego me vino la anorexia, salí con 40 kilos, era hueso y pellejo.
—¿Cómo superaste eso?
Tratamiento psiquiátrico nuevamente. Y muchas ganas de salir.
***
Magaly parece estar en un momento de cambios: se ha volcado al ejercicio y se refugia en la jardinería. Está construyendo una nueva casa, a donde se mudará con sus tres Tolas y el piano de cola, y donde los arquitectos le separarán un espacio para sembrar árboles frutales (“algún día tendré una chacrita”). A diferencia de lo que vemos en las noches, fuera de cámaras revela que no quiere seguir siendo la perseguidora de infieles y borrachos del submundo de la fama local, como si ya le hubiese aburrido. ¿Qué más se hace después de eso? ¿Noticias? ¿Política? Lo intentó y la rechazaron, no encajó y lo más probable es que le hayan hecho sentir que en otras facetas no ‘vende’. El mensaje de la TV ‘seria’ fue: “Aquí no encajas”. Cuando Ángel González, el dueño de ATV –”es como un padre para mí”– la llamó a reflotar el horario estelar de la noche, la tuvo que convencer. Quizá por última vez.
—¿Si pudieras retroceder el tiempo, corregir algún error, excesos, qué sería?
Tendría que haber sido menos feroz con los que consideraba mis enemigos televisivos: Beto Ortiz, la misma Gisela. Creo que no nos merecemos esa ferocidad porque todos somos animales de la misma jungla. Debimos mirarnos como el león mira al rival que entra a invadir su manada, con respeto. Eran épocas despiadadas, no nos teníamos ningún tipo de compasión. Nos hemos hecho cosas horrorosas. El mundo de la televisión es cruel, quien no está dentro no lo entiende.
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—¿Qué es lo peor que te han hecho?
Perseguir a mi hijo, meterse en su intimidad. Decirme que fumaba marihuana, todas las actividades, al por menor. Un adolescente de 14 años, que atravesaba el divorcio de sus padres y que tenía que cargar con el peso de ser hijo de Magaly Medina. Y ponerlo en la mira de los secuestradores. Cuando yo estaba en la cárcel descubren un plan para secuestrarlo, con planos y todo. Lo salvan de eso, y decido mandarlo fuera. Hicieron unos reportajes donde se decía que yo era multimillonaria.
—¿Ahora tienes miedo de que te secuestren?
Yo ando con seguridad toda mi vida, desde que estoy en TV. Cuando llego acá y comienzo a ver las juergas y las trampas de los futbolistas, el canal me alerta de una amenazas muy fuertes. Me dicen: vamos a darte un carro blindado y seguridad.
—¿Amenazas de quién?
Decían que gente allegada a los jugadores de fútbol había contratado a malandros para que me dieran un ‘sustito’.
—¿Pudiste comprobar eso?
Sí, en un caso específico. No voy a decir de qué jugador se trataba. En una época yo andaba en un carro con dos guardaespaldas y atrás iba un carro con otros cuatro. Así he vivido, ya estoy acostumbrada.
—Cuando se metieron en la vida de tu hijo, ¿consideraste que hay límites para el trabajo que haces?
Es que yo jamás he llegado a ese punto… meterse a la intimidad de mi hijo, espiarlo dentro de su propia casa. Yo aprendí eso en el primer reportaje del que me arrepiento: las ‘prostivedettes’. Ese fue el punto de quiebre, porque fue un exceso. Exceso de arrogancia de mi parte y de la gente que me rodeaba, porque no era solo yo. Tenía un canal detrás. Había todo tipo de problemas, éticos, para empezar.
—¿Y el problema ético en el caso de los últimos ampays? Hay niños, familias de por medio.
Ahora es diferente, tantos juicios, ya aprendí. Yo sé dónde son mis límites. Yo lo que hago es lo que está al alcance del ojo humano. Los chicos estaban abajo, no en un edificio. Si te desnudas frente a la ventana por donde pasan los transeúntes, tú estás queriendo que todos te miren.
—Es el mismo argumento de los que dicen que la chica violada tuvo la culpa porque se puso ropa provocativa.
No, no, no, yo hago diferencias, a mí no me vas a ver sacando un desnudo de una chica en la ventana. Yo lo único que hago es gente que está trampeando frente a una ventana en un lugar público, donde el ojo humano alcanza a ver desde cualquier lado.
—Si a tu hijo lo hubieran grabado al alcance del ojo humano, ¿estaría bien?
Mi hijo vivía con una cámara debajo de mi departamento [golpea la mesa con cada sílaba], trataban de ver qué hacía o qué no hacía, y él no era personaje público.
—Si te olvidaste de cerrar la ventana, te sacas la ropa, alguien te graba y lo cuelga, ¿está bien porque eres Magaly Medina?
Me arriesgué, yo fui la que no respeté mi privacía [sic] y me cambié frente a una ventana donde la gente pasa.
—Por qué no eres honesta y dices: ventilo esto porque este es mi trabajo. En vez de: ventilo esto porque esta señora tiene que enterarse, y además que me agradezca.
Esta es mi chamba y la asumo, pero ninguna me lo va a agradecer, todas prefieren vivir en la ceguera absoluta. No soy una moralista que va por la vida cazando infieles, tampoco es esa la chamba que yo quiero hacer. Pero es la que yo asumí hace tiempo, y que otros quisieron hacer y nunca trascendió.
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—Si tu esposo te engañara, ¿te gustaría enterarte por televisión?
Me gustaría enterarme de una infidelidad por cualquier medio: que me lo cuenten, que me enseñen una foto o que lo saquen. Me hacen un favor. Si yo hago públicas estas cosas, ¿por qué alguien va a tener compasión conmigo? El día que mi marido me saque la vuelta, me lo van a sacar en todos lados, y muchos de mis enemigos se van a regocijar, va a ser el mejor día de sus vidas. Yo le dije a él: seré la primera en destrozarte y tirar tu cuerpo a los perros.
—Hace muchos años dijiste: “Alguien tiene que hacer el trabajo sucio en la televisión. Si me toca a mí, tendré que hacerlo yo”.
Lo fundamental ahora no es el ampay, es la diversión. Le he preguntado a alguna gente que me ve, de muchos años: ¿por qué te sientas a verme? Porque me desestresa, estoy harto de las matanzas, de los robos, de la política, y me siento a reírme. Es como un desahogo.
—¿Cuánto tiempo vas a seguir haciendo esto?
Esta vez yo vuelvo porque Ángel me convence. Estábamos mal en el horario estelar, y él pensó que se podía volver a hacer Magaly Teve. Yo no le tenía fe.
—¿A veces has pensado que podrías hacer más que solamente repartir chisme?
Sí, lo que mucha gente me pide: hacer política. Cuando estuve haciendo el noticiero en Latina, querían que no me salga ni una línea de un guion. Soy una periodista de opinión, yo quería hacer lo que hace ahora Juliana, que la dejan interpretar la noticia. Me sentí frustrada.
—¿Hay algún político al que llevarías de nuevo a tu set?
Los políticos murieron con Alan García. //
1998. Afirmó que el concurso Miss Perú estaba arreglado. La organizadora, Deborah de Souza, la demandó por difamación y fue condenada a dos años de prisión suspendida. En la Corte Suprema, Magaly fue absuelta.
1999. Ernesto Pimentel la denuncia por haber difundido un informe sobre su condición de portador de VIH. El caso fue archivado.
2001. Fue condenada por el delito de difamación agravada (dos años de prisión suspendida) tras haber afirmado en su programa que Gisela Valcárcel consumía drogas.
2004. Medina y su productor Ney Guerrero recibieron libertad condicional por el delito de difamación y calumnia tras difundirse un video en el que la exbailarina Yesabella sostenía relaciones sexuales. El caso se conoció como ‘Prostivedettes’.
2005. El Tribunal Constitucional respaldó el derecho de toda persona a la protección de su vida privada, en el caso de la ex bailarina Mónica Adaro, de quien se emitió un video teniendo relaciones sexuales en un hotel. Magaly Medina y Ney Guerrero fueron sentenciados a cuatro años de prisión suspendida.
2008. El productor de televisión Efraín Aguilar denunció a Medina por difamación agravada. Fue condenada a cuatro meses de servicios a la comunidad.
2008. La conductora fue sentenciada a cinco meses de prisión efectiva por difamación en agravio de Paolo Guerrero. El juzgado determinó que difundió información inexacta sobre las actividades del futbolista y se negó a rectificarse (llegó a romper una carta notarial en pleno programa). Al final, tuvo que hacerlo, y recibió libertad condicional durante dos años.
2012. Es condenada a tres años de prisión suspendida tras ser declarada culpable por delito de difamación agraviada en perjuicio del exmodelo Jean Pierre Vismara.
2021. Medina es condenada a un año de prisión suspendida por el juicio de difamación que le interpuso el modelo Nicola Porcella, a quien trató de “basura y mujeriego”.