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“Tuve que salir de mi país porque mataron a mi madre delante de mí”, responde por videollamada David Pineki Moyano (39), desde Madrid. El segundo hijo de la lideresa María Elena Moyano, asesinada el 15 de febrero de 1992 por Sendero Luminoso, tenía entonces 9 años. “No tuvieron ningún tipo de miramiento ni corazón, la mataron de la forma más terrible que pueda existir. La mataron y la hicieron desaparecer con dinamita”, refirió David esta misma semana a través de un video que compartió en sus redes sociales. A esa misma edad tuvo que salir huyendo, junto con su hermano mayor, Gustavo, amenazados por los terroristas, y desde entonces ambos hicieron su vida en España. David no suele hablar mucho sobre el episodio que le marcó la vida. Tampoco es muy apegado a la situación política del país que tuvo que dejar atrás. Pero la segunda vuelta electoral, en junio próximo, le preocupa.
En el video, durante poco más de dos minutos, David hizo un llamado a los peruanos a alejarse de cualquier ideología extremista. ¿Qué lo impulsó a hacer esa publicación? “Principalmente la indignación. Me dio tristeza pensar que un partido que fuera realmente de extrema izquierda pudiera llegar al poder, porque sería retroceder, después de 30 años de lo que pasó con nosotros, con mi madre, con mi familia”, nos cuenta.
Acaba de concluir una larga jornada de teletrabajo y está a punto de disfrutar el partido de la Champions que enfrenta al Chelsea con el Real Madrid, el equipo del cual se ha hecho hincha, tras tantos años viviendo en la ciudad. Aunque ha gritado con fervor los goles de Karim Benzema, un astro acostumbrado a hacerlos con derecha e izquierda, sus preferencias políticas están más definidas: “Primero que nada, no creo en los políticos. Todos los extremos, de izquierda o derecha, son perjudiciales. Si vas de izquierda y estás con el pueblo y tal, yo lo respeto. Pero a la derecha… siempre he estado en contra de la derecha”, nos dice David, con el inevitable acento madrileño que le ha dejado su larga estancia allá.
“Lo ideal sería que hubiera un partido de centro, ni para un extremo ni para el otro, y que no estemos en esta situación. Entiendo la situación de quienes van contra Keiko, que estén sintiéndose así, y también de los que están contra la izquierda. Ojalá que nos uniéramos e hiciéramos un partido que mirara realmente por lo que el Perú necesita. Ahora, con la pandemia y las vacunas, hay mil cosas que tienen que pasar”, asegura.
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“Mi madre tenía que tratar con izquierdas y derechas”
Aunque muchos recuerdan hoy a su madre como una heroína, David tiene un recuerdo más terrenal y entrañable. “Tenía mucho carisma con la gente, destacaba por su forma de expresarse. Aunque yo era muy niño, tengo recuerdos muy vagos. Pero con los años que la iba conociendo por amigos, por mi padre, por las vivencias que ella ha tenido, aprendí a admirar más ese carisma, esa forma que tuvo de llegar a la gente, esa inteligencia que tenía también de saber llevar a ambos bandos, porque tenía que saber tratar con izquierdas y derechas y encausar que la gente la siguiera y la entendiera. Yo creo eso, que mi madre ha sido un personaje con mucho carisma que sabía llevarse bien con todo el mundo”.
María Elena Moyano destacó como activista social en los años 80, en una Villa El Salvador agobiada por la pobreza, el hambre y el terrorismo. En esos años, las bases la eligieron dos veces como presidente de la Federación Popular de Mujeres de Villa el Salvador (Fepomuves). En 1987 viajó a España para recibir, junto con Michel Azcueta, el premio Príncipe de Asturias como reconocimiento a 16 años de lucha de su distrito. En 1989 fue elegida teniente alcaldesa por Izquierda Unida, tras haber militado en otras agrupaciones de similar tendencia. Desde los 15 años había trabajado como animadora de Educación Inicial, alfabetizadora o promotora de salud voluntaria. Luego formó grupos juveniles, clubes de mujeres y madres, comités de vaso de leche. Para 1992, Fepomuves agrupaba a 112 comedores populares, alimentaba a 30 mil comensales a diario y gestionaba 507 Comités de Vasos de Leche que atendían aproximadamente a 60 mil niños y niñas, según datos de la CVR.
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“Era una mujer que trabajaba arduamente, desde temprano, hasta muy altas horas de la noche, dedicándose a la organización, a organizar a las mujeres”, declaró Esther Flores a la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) la tarde del 22 de junio del 2002. “Es por eso que muchas salimos de nuestras casas, de las cuatro paredes, de nuestros problemas individuales a los problemas colectivos y logramos entender que teníamos un derecho y que teníamos la posibilidad de mejorar nuestra condición de vida”, agregó Flores, quien para 1992, compartía la dirección de la Federación Popular de Mujeres de Villa El Salvador con María Elena Moyano. “A veces trabajábamos arduamente con alegría, a veces con tristeza, a veces terminábamos los días con amargura, porque nos enfrentábamos a muchos problemas, a muchas dificultades. Especialmente con los dirigentes comunales, hombres machistas que no entendían nuestra lucha”, continuó.
Moyano se había resistido a las amenazas e intimidaciones de los terroristas por marcar distancia con su violencia por varios años. El día anterior a su muerte, actuó como la lideresa que siempre fue y reunió a un grupo de valientes mujeres para sabotear el paro armado que Sendero Luminoso había convocado, organizando una Marcha por la Paz. El paro fracasó y los terroristas exigían sangre y venganza. Veinticuatro horas después, un grupo de ellos la atacó en una pollada organizada por el Comité del Vaso de Leche, la balearon y, luego, la dinamitaron delante de sus hijos. Tenía 33 años. Cuatro días más tarde, pusieron explosivos en su tumba. Pasados cuatro años, le hicieron lo mismo a la dirigente de Huaycán, Pascuala Rosado.
Una mujer adelantada a su tiempo
Hubo un momento en el que los Pinaki Moyano no quisieron saber más sobre el terrorismo. Tras el trauma sufrido aquí, el exilio en Madrid y el miedo a ser perseguidos, se pasaron años desconectados, bloqueados. Con el paso del tiempo, fueron haciendo su vida y, aunque no olvidaron jamás lo ocurrido frente a sus ojos, se concentraron en reconstruir sus caminos en España, lejos de la realidad política peruana, por simple y sencilla salud mental.
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Desde 1992, David solo ha vuelto al Perú tres veces. La última fue hace dos años, con su hermano y con sus hijas, para que conocieran un poco del Perú. Gustavo tiene dos hijas y David, una. Cuando eran más chicos, hicieron una promesa: que el primero que tuviera una hija, la llamaría María Elena. Hoy es, precisamente, el nombre de la hija mayor de Gustavo, que tiene 15 años. La hija de David lleva “María” como segundo nombre. A sus 12 años, es una entusiasta en revalorizar la memoria de su abuela. Ha seguido mucho su trabajo por Internet, ha visto videos sobre ella y ha hecho exposiciones en el colegio sobre su vida. “Se siente muy orgullosa”, nos dice David.
Para ellos, el vínculo más cercano con su madre fue tener a su abuela Eugenia –fallecida el 2018- viviendo con ellos en España por cerca de 12 años. En gestos, cuidados o reacciones, reconocían en ella la presencia de su madre. “Y muchas veces en la forma de regañar, en la severidad, porque mi abuela era estricta y mi madre era muy estricta también con nosotros”, recuerda con una sonrisa.
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“Mi madre era atemporal, estaba adelantada a la época que le correspondía. Ella quería cosas que en ese momento eran impensables, sobre todo con el machismo que se vivía. También influyó mucho el tema de mi padre, que es también una persona atípica, que la apoyó muchísimo en todo lo que hizo, la apoyó siempre en su trabajo, se sentía feliz de que ella hiciera lo que le gustaba y nunca la cohibió en nada. Ella tenía total libertad y nosotros hemos bebido eso desde pequeños. Incluso mi abuela era más machista. Ella le decía a mi padre que no la dejara salir y que la encerrara en la casa”, cuenta hoy el hijo menor con una sonrisa nostálgica, aunque la razón de su abuela fuera el temor.
A pesar de que, mientras conversamos, el Chelsea le anota un gol a su querido Real Madrid por la Champions, David y Gustavo no pueden quejarse de su larga estadía en España. La vida allí los ha tratado bien. David trabaja en una empresa de seguros y su hermano Gustavo es gerente de una empresa de carpintería. No les ha faltado trabajo ni antes ni durante la pandemia. Y, claro, como todo peruano migrante, no han parado de trabajar y sacarse la mugre.
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Hoy, solo tiene un deseo. “Las personas que conocieron el trabajo y el legado de mi madre, que compartan eso. Creo que la mayoría de los jóvenes en la actualidad no conocen a la heroína que es, alguien muy importante que hizo muchas cosas por otras personas e, incluso, dio la vida por su país. Me gustaría, sobre todo, que la juventud se informara, que se sepa todo lo que pasamos, lo que vivimos, y lo que hizo ella para que hubiera un Perú mejor”. //
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