(Foto: Víctor Idrogo)
(Foto: Víctor Idrogo)
Nora Sugobono

Subirse a un helicóptero es una de esas cosas que –de conseguirse– probablemente solo se pueda hacer una vez en la vida. El equipo responsable de esta nota lo hizo no solo para vivirlo, sino también para contarlo.

Audífonos puestos (dentro de la nave solo es posible comunicarse a través de los micrófonos adheridos), cinturones ajustados, cielo despejado. Primera regla: si te vas a subir a un helicóptero, jamás te coloques por detrás; todo movimiento debe hacerse por la parte frontal, esté o no encendida la hélice. Una vez dentro, todo ocurre bastante rápido. La elevación es suave, pero veloz. En menos de un minuto cualquier cuerpo –sin discriminar peso o altura– se ve prácticamente del mismo tamaño estando en el aire. Es entonces que confirmas que estás volando.

Ni fotógrafo ni videorreportero ni periodista (quien escribe) sufrimos de miedo a las alturas. Ese era el requisito fundamental para participar de esta experiencia: a lo largo del recorrido al sur se vuela a una elevación de entre 500 y mil pies del suelo. El mar se ve incluso más inmenso desde lo alto. No importa cuántas veces uno se lo encuentre.

Si se sale de la Costa Verde –nosotros lo hicimos desde Magdalena–, el recorrido no es muy diferente del que se realiza en parapente: edificios miraflorinos, Larcomar, Agua Dulce. Las cosas empiezan a cambiar una vez que se entra a Chorrillos. Una vuelta cerca del Cristo del Pacífico –recuerdo de Odebrecht– y en pocos minutos los majestuosos pantanos de Villa se presentan ante uno como si fuera la primera vez que se ven. Es fácil ubicarse: el peaje de la Panamericana marca el comienzo de la entrada al sur. Prácticamente todo el viaje se hace cerca de la costa. Los balnearios de Punta Hermosa y San Bartolo son inconfundibles, desde la tierra o desde el cielo.

(Diseño: Somos)
(Diseño: Somos)

En 15 minutos hemos llegado al kilómetro 42. Solo salir de Lima hacia la carretera suele demorar, al menos, el doble.

ALAS Y BUEN VIENTO No tener miedo a las alturas es el requisito principal –lógico, digamos– cuando de helicópteros se trata. El resto son detalles no menos importantes, pero manejables según las circunstancias. El primero de ellos es el costo. La Robinson 400 es una nave con espacio para solo tres pasajeros, sin contar al piloto. Queda claro que este servicio no está diseñado para acomodarse a todos los bolsillos. El traslado al Boulevard de Asia cuesta 300 dólares por persona, solo la ida (piense en un pasaje de avión a Santiago de Chile). Llega en menos de media hora, eso sí. El segundo detalle está en el acceso. Hasta hace un año encontrar un helicóptero disponible para un viaje particular (es decir, usted y yo, gente de a pie, que tiene poca o nula idea sobre cómo conseguir una nave aérea) era información reservada para unos pocos. Las redes sociales han cambiado ese panorama. Una semana atrás, la empresa aérea Heli Abad –liderada por el piloto venezolano Wladimir Abad– posteó en Facebook un anuncio donde se ofrece el servicio de transporte hacia las playas del sur. “¡Evite el tráfico de la Panamericana!”, decía.

Wladimir lleva ocho años trabajando con helicópteros en el Perú: además de los traslados, también maneja la venta y el mantenimiento de las naves, tiene una escuela de pilotos y realiza labores de fotografía aérea y seguridad ciudadana. “Hay muchas posibilidades, más allá de los traslados a las playas”, indica Abad. Hace un año consiguieron el permiso para ofrecer el servicio de taxi. “Nosotros empezamos con esto porque el crecimiento del Perú, hacia el 2010, era brutal. Había una serie de ventajas aquí, pero pensamos que sería más rápido implementar una alternativa más comercial”, sostiene.

A nivel nacional, Heli Abad puede volvar a donde sea, en tanto haya un helipuerto o una autorización para aterrizar en un área determinada. Lo que buscan ahora es el permiso para transportar pasajeros hasta el aeropuerto Jorge Chávez, donde no tienen acceso. “Se nos dificulta muchísimo por un tema burocrático”, sostiene Abad.

Consultados por Somos, Lima Airport Partners sostiene que se están revisando “algunas alternativas que nos permitan llevar a cabo este servicio”, afirman. “Para el ingreso de taxis aéreos al aeropuerto es necesario que estos hagan uso de la plataforma, lo cual exige cumplir con importantes controles de seguridad al ser un área restringida, de modo que se pueda garantizar la seguridad de los pasajeros y de la propia operación”. Tendremos que esperar a ver qué ocurre. El término ‘tráfico aéreo’ también existe, no lo olvide. //

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