El atormentado y noble Clay Jensen (Dylan Minnette) continúa obsesionado con Hannah Baker. Ella se le aparecerá como una alucinación. (Foto: AP)
El atormentado y noble Clay Jensen (Dylan Minnette) continúa obsesionado con Hannah Baker. Ella se le aparecerá como una alucinación. (Foto: AP)

Hay que ponerse en los zapatos de los productores. Hubiera sido inaudito que un fenómeno televisivo como tuviera una sola temporada. Pero la lógica salvaje del mercado choca aquí con un relato en el que casi todo está dicho. A eso se suma la camisa de fuerza de la exigencia conceptual de 13 episodios por entrega. La recientemente estrenada segunda temporada de "13 Reasons Why", que emite Netflix, debió tener muchos menos capítulos.

Ahora la capacidad de seducción de Hannah Baker (Katherine Langford) ha sido seriamente mermada por un obligatorio cambio en la estrategia narrativa. En la primera temporada, su voz en off proveniente de los caset en los que ella grabó sus confesiones orientaba el relato. Así se saltaba del presente al pasado –y viceversa– para reconstruir los sucesos y sinsentidos que la impulsaron a suicidarse. Y desde el comienzo sabemos que ella está muerta. De arranque se siembra astutamente el misterio sobre el por qué de su decisión. Los capítulos se enfocan en desentrañar ese enigma.

En la segunda temporada, ese misterio se agotó. En lugar de los caset, se desarrolla un proceso judicial en el que brotan los saltos en el tiempo. Los personajes tienen que atestiguar, aunque ninguno de ellos cuenta con el magnetismo de Hannah Baker, quien ahora también irrumpe como una alucinación o fantasma. La mayoría de los hechos rememorados aportan poca información relevante. El suspenso se resiente.

DOLOR REPETITIVO
Además, se diluyen los matices. La primera temporada de "13 Reasons Why" lucía un equilibrio entre el 'bullying' y la violencia multiplicados por las redes sociales, la soberbia e irresponsabilidad adolescente, el candor de la educación sentimental y sexual, los roches con acné, las ansias juveniles de hallar al amor verdadero y los pensamientos fatalistas.

En esta segunda entrega, el sufrimiento se desboca. Pero como prevalece la sensación de que ya no hay muchas más historias por contar, el dolor se vuelve redundante.

Es evidente que los artífices de "13 Reasons Why" tienen intenciones nobles y están comprometidos con más de una causa. Abundan los capítulos que abordan los efectos nefastos de las violaciones sexuales y las agresiones de diversa índole. Pero al adelgazarse el relato, el sermón y el mensaje machacón cobran vigor. A pesar de ello, están abiertas las puertas para una tercera temporada. Las exprimidas tienen sus consecuencias.

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