Nació en Breña, un distrito futbolero. Por ello no sorprende que, antes de ser actor, quisiera ser futbolista. Es el penúltimo de nueve hermanos y el único artista de la familia. A los 20 años comenzó a estudiar Sociología para complacer a su mamá. Poco tiempo después, teniendo a García Lorca, Pirandello y Bertolt Brecht como sus mejores aliados, se incorporó al Teatro de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (TUSM). Esta semana, más de cinco décadas y media después de debutar como actor, Adolfo Chuiman, uno de los artistas más vigentes del país, ha querido hacer una breve pausa y dar las gracias. Motivos, tiene de sobra.
Chuima -quien le agregó una ene al final de su apellido durante las grabaciones de una de las tantas radionovelas que interpretó en la década del setenta- nos recibe en su acogedora casa de Santiago de Surco para hablar de su dilatada trayectoria artística, de la undécima entrega de “Al fondo hay sitio”, y de la historia con la que le gustaría despedirse de la actuación.
ENTREVISTA A ADOLFO CHUIMAN
“Ahorita que estoy sentado acá, recordando tantas cosas, me emociono. Hice arte dramático durante 18 años. Hacía giras afuera. Viajaba a Miami o a Nueva York, luego regresaba a hacer teatro, dormía un poco, y al día siguiente tenía que estar en el canal. No sé si existe un actor peruano que haya hecho tanto. Y te lo digo con humildad y sinceridad. Eso me hace pensar que debo parar la mano. No es que me sienta cansado, pero, indudablemente, tanto trabajo te ataca los nervios”, reconoce el artista nacional de 77 años.
"Al fondo hay sitio"
Este año, Adolfo volverá a ponerse en la piel de Peter McKay, el mayordomo de los Maldini, quien en la décima entrega, luego de escapar de sus secuestradores, viajó a Misisipi, Estados Unidos, a ver a su hijo Manolo López (César Ritter).
“Tantos años haciendo el mismo personaje, que ya no sé quién soy [ríe]. Dejé de llamarme Chuiman, ahora soy Peter”, asegura el actor tras adelantar que las grabaciones de la nueva entrega de la sintonizada ficción producida por Estela Redhead y dirigida por Gigio Aranda se iniciarían esta semana. “Deberían postergarlas por el golpe de calor. A mí ya me dio un mareo. Yo quería que empiecen en abril porque el viaje hasta Pachacamac, donde están los estudios de grabación, es largo. Son dos horas de ida y dos de vuelta”, añade.
Y dice desconocer el rumbo que tomará su personaje en la ficción de América TV. “Peter está de viaje. No sé cómo será su regreso. Tampoco sé si esta temporada será la última. Sobre este tema, la producción conoce mi opinión. No puedo discutir con ellos porque me voy a hacer broncas, y lo único que tengo que buscar es la unión. Así que mejor me quedo callado. ¿Qué representa ‘Al fondo hay sitio’ para mí? Es mi vida. ¿Qué final quiero para Peter? Uno que sea digno”, asiente.
Actor por vocación
Formado por grandes maestros de la actuación como Ernesto Ráez Mendiola y César Ureta Alcántara, en sus inicios, Chuiman integró el grupo Histrión e hizo puestas en escena de Bertolt Brecht, Pirandello y Federico García Lorca. En ese entonces, el actor no contemplaba la posibilidad de hacer comicidad en TV.
“Me resistía a ser actor cómico, prácticamente me llevaron a la fuerza, me secuestraron. Efraín Aguilar, uno de mis mejores amigos, estaba desesperado por convencerme. Me decía que estaba perdiendo dinero. Por respeto al teatro, no me sentía cómodo haciendo humor hasta que entré de lleno a ‘¿Quién soy yo? Papá’ y al ‘Guachimán Pacheco’. Allí cambió la historia”, destaca.
Chuiman ha sido el galán de populares sketchs -como “El novio” en “Risas y salsa”, y sintonizadas teleseries, como “1000 Oficios”- un título que, asegura, nunca le gustó porque limitaba sus propuestas.
“He sido galán varias veces. Te cuento una anécdota. Con Olga Zumarán, mi pareja en ‘1000 Oficios’, los besos eran verdaderos. Una vez nos besamos durante media hora, en una piscina. Ella venía de ser Miss Perú. El director nunca pidió corte y, como te imaginarás, los de la producción hicieron chacota. Debo reconocer que nunca he sido un santo, pero tampoco me ha gustado aprovecharme de las mujeres. Me casé una sola vez (con Gladys Santa Cruz, en 1968), hace más de cincuenta años. Llevamos toda una vida juntos. Dios es mi fuerza”, asiente, señalando el mensaje del polo que lleva puesto.
El actor no contempla su vida alejado de los escenarios. Reconoce que no tiene la vitalidad de la juventud, pero a cambio tiene la experiencia y sapiencia adquiridas con los años, las mismas que piensa poner en práctica en sus próximos proyectos personales.
“Tengo un proyecto propio que -estoy seguro- será un golazo. Se llama ‘El reciclador’. Es una serie protagonizada por un cuidador de carros y su hija, una joven bellísima, y un reciclador. No sé si participaría como actor. Me gustaría estar al frente como director. Todavía no se lo he presentado a ningún canal. De concretarse, sería un fin de ciclo soñado”, subraya.