Cuando unos andinistas japoneses escalaban el nevado de Jirishanca, en la Cordillera Blanca (Ancash), ya algo perdidos pues se desviaron hacia una ruta inusual y peligrosa, descubrieron el fuselaje destruido de un avión. Era el 27 de junio de 1972 y lo que habían detectado eran los restos de una aeronave de TAM, que se dio por desaparecida 18 años antes, en un vuelo entre Iquitos y Lima en 1954.
Incrustadas en la Cordillera Blanca, en uno de los costados del Jirishanca (6.126 m.s.n.m.), los alpinistas nipones ubicaron partes del ala del avión, según la nota publicada por El Comercio el 18 de julio. A cinco mil metros de altura, en un sector casi inaccesible, los escaladores extranjeros también encontraron zapatos, pedazos de vestidos, un monedero y restos del timón de la aeronave.
El grupo de siete escaladores, denominado Expedición Alpinista de Japón, estaba bajo la dirección de Yohijiro Hushijiro. Este fue quien prohibió que se recogiera algún artículo o vestigio del avión. Tan solo se imprimieron algunas placas fotográficas como testimonio visual del hallazgo.
Los expedicionarios japoneses se toparon casualmente con el macabro descubrimiento; en ese momento se encontraban acompañados de Hidalgo Arbaiza Huaranga, guía e intérprete del Club Andino Cordillera Huayhuash.
Arbaiza manifestó que el encuentro con los restos se debió a la ruta que siguió el grupo de escaladores. “Estos japoneses son temerarios y tomaron una ruta que nunca nadie ha usado”, recalcó a El Comercio.
EL HALLAZGO
El 27 de junio una poderosa tormenta obligó a la expedición japonesa, que intentaba coronar el Jirishanca, a guarecerse en unas estrechas franjas al borde de los precipicios. En vista de que la situación empeoraba, decidieron retirarse. Al emprender el retorno, y sobre otra meseta, vieron los restos del avión.
“Este lugar es de nieve perpetua. Si en esta zona se encuentran los cuerpos, deben estar profundamente sepultados, porque van cayendo a través de la nieve hasta la roca”, explicó Arbaiza.
Los andinistas japoneses vieron con mucha claridad un ala derecha de avión, un marco de ventanilla, dos zapatos negros de hombre y un zapato de mujer. También una blusa descolorida, trozos de tela, un monedero marrón y la mitad del timón de la nave.
EN 1954 SE DIO POR PERDIDO
El martes 16 de noviembre de 1954, un Douglas C-47 de Transportes Aéreos Militares (TAM) despegó en horas de la mañana de Iquitos con destino a Lima.
Hizo una parada en Pucallpa, desde donde partió a las 11:20 para completar su itinerario, bajo el mando del capitán FAP Gustavo Yábar y con otros 28 ocupantes. La mayoría de sus pasajeros eran miembros del Ejército que viajaban a la capital a rendir exámenes de ascenso.
Durante el vuelo, la nave se encontró en medio de un tiempo pésimo por las copiosas lluvias. A la 1:18 de la tarde, la tripulación se comunicó con el aeropuerto de Limatambo, reportando que se encontraba a 18 mil pies de altura. Minutos después se perdió todo tipo de contacto. Su hora de arribo a Lima estaba programada para la 1:35 de la tarde. Sin embargo, el avión nunca llegó.
Una incesante búsqueda se puso en marcha apenas se confirmó su desaparición: 16 aviones, tanto militares como de las aerolíneas Faucett, Camsa y Panagra se sumaron a la tarea de “peinar” una extensa zona de la región por donde podría haberse estrellado el bimotor, entre ellas el Lago Junín. Los días y las semanas transcurrieron sin ningún éxito; luego, las tareas de rescate se interrumpieron.
EXPEDICIÓN DE EL COMERCIO
Cuando llegaron las primeras informaciones sobre el hallazgo de los andinistas japoneses, el diario El Comercio organizó una expedición que contó con la colaboración del Grupo Andinista Cordillera Blanca, a la cual se sumaron un fotógrafo y un redactor.
El corresponsal del diario decano, César Morales Arnao, dirigió la expedición que, tras un gran esfuerzo, pudo alcanzar un punto desde donde logró observar con binoculares partes del avión y varios cuerpos.
El mal tiempo impidió que la expedición llegara al mismo glacial en donde se encontraban los vestigios de la tragedia. Desde la cumbre del Rasac, un pico de unos cinco mil metros de altura, Morales Arnao y sus acompañantes se cercioraron de que las partes eran del avión TAM desaparecido en 1954.
Esta comprobación no admitió dudas cuando se pudo observar claramente el escudo nacional, pintado en el fuselaje de la nave. Posteriormente, el mismo jefe de la expedición de El Comercio tomó una foto aérea en donde era fácil identificar los restos.
¿CÓMO HABRÍA SIDO EL DESASTRE?
Considerando la ubicación de los fragmentos de la nave, se presume que el Douglas C-47 habría chocado en la misma cúspide del nevado Jirishanca, en su afán por vencer la tormenta y llegar a Lima.
Por el impacto directo contra el nevado, el aparato se debió haber desintegrado y sus restos fueron esparcidos a los lados del coloso de hielo. También es posible que el avión TAM haya tratado de sortear la situación cruzando entre el Jirishanca y el Yerupajá, un nevado adyacente, lo que lamentablemente no consiguió.