Hacia una democracia sólida con desarrollo humano
Hace muchos años que se tiene claro que aquella división tradicional (que aún varios actores educativos mantienen) en el sentido de que los espacios de las instituciones educativas son “los formales” y el resto de la sociedad son “los no formales e informales” no responde, en la actualidad, a la realidad y complejidad de los procesos educativos en general.
Los “formalistas” dicen que en los centros de enseñanza prima lo formal porque hay un conjunto de planes y programas que contiene aprendizajes previstos, lo cual es correcto. Sin embargo, lo que no señalan es que en el desarrollo de estos documentos curriculares no solo aparece lo previsto, sino también lo imprevisto, lo no formal e informal. Esto también se da en los patios, campos deportivos, recreos, actividades artísticas, culturales, religiosas, deportivas y de excursiones.
Pero veamos los aprendizajes que se construyen más allá de las instituciones educativas. Observamos que los mensajes que provienen de los medios de comunicación no son exclusivamente “no formales e informales”. Hay mucha formalización. Responden a pautas debidamente producidas, expectativas previstas, y a ideas claras de lo que se quiere transmitir. ¿Acaso un periódico, un programa de radio o televisión, o un portal web, no tienen una propuesta y un conjunto de estrategias estructuradas para impactar, respectivamente, en sus lectores, audiencias, televidentes o internautas?
Claro está que los saberes que provienen de los escenarios educativos que están más allá de las escuelas, centros técnicos, institutos y universidades tienen un componente no formal e informal, pero también cada vez más tienen un gran componente formal basado en objetivos, contenidos, técnicas, rutas, recursos y talentos específicos.
Es importante fortalecer la calidad y pertinencia de las instituciones educativas y la importancia educadora del hogar. Pero, igualmente, es necesario fomentar estímulos formativos convergentes desde la sociedad educadora (con los actuales escenarios abiertos y restringidos de prensa escrita, radio, televisión, actividad pública y redes sociales virtuales). Es indispensable conocer, entender y atender estos complejos procesos socio-culturales de las colectividades contemporáneas que tienen gran impacto en lo socio-afectivo y cognitivo-intelectual.
Los tuits emitidos en las últimas semanas por algunos ministros de Estado y algunos congresistas constituyen mensajes formales, previstos, estructurados y conscientes (¿o no?), basados en el insulto, la agresión, la intolerancia, la transgresión de los derechos y la falta de respeto. Por eso, no contribuyen a la construcción de ciudadanía institucional.
Las autoridades del Ejecutivo, el Congreso, el Poder Judicial, líderes sociales y políticos, así como deportistas, artistas y personalidades reconocidas, deben tener en cuenta siempre que son referentes públicos que –con el ejemplo– debieran educar. El diálogo y el debate político y partidario se deben basar en el predicamento y la práctica cotidiana de valores; en la confrontación libre, crítica y constructiva de ideas, en el respeto de los derechos de las personas. Todo ello en el marco de una sociedad que avanza hacia una sólida democracia con desarrollo humano.