Estamos “¿saliendo?
RESULTA QUE EL DICCIONARIO DEL AMOR HA CAMBIADO
Entre primaria y secundaria me empezaron a llamar la atención esas -para mí en aquel momento- tan lejanas e imposibles historias de amor. Comencé a ver a parejitas sentadas en las escaleras entre los pabellones de clases, los primeros besos en vivo y en directo, las fotos carné dentro de la billetera, cadenas de plata de los chicos colgadas del cuello de las chicas y viceversa; y claro, los chismes. Quién estaba con quién, cómo así y desde cuándo, era lo primero que todos querían saber antes de la campana de entrada y del timbre de los recreos. De ese modo me enteré lo que era “afanar” a alguien. No era nada sencillo; era todo un proceso. Había pasos que seguir para lograr el tan ansiado “sí, quiero estar contigo”. La cosa era así: primero te gustaba alguien, luego alguien te hacía el bajo, es decir, alguien se enteraba que la chica/chico que te gustaba también gustaba de ti. Si era sí, ahí arrancaba la cosa. Primero, te armabas de valor para acercarte o llamar por teléfono (la pedida de teléfono era un clásico, a falta de correo electrónico, mensajes de texto y demás medios electrónicos que ahora eliminan el factor “roche” de la comunicación entre dos personas).
Después del teléfono venía la también conocida época del afán. No recuerdo con exactitud cuánto demoraba esto, pero era el tiempo en que los dos personajes en cuestión pasaban de ser amigos (así no hubiesen sido anteriormente amigos realmente) a ser “enamorados”. Definitivamente, hoy la cosa ya no es así. Ahora la gente “sale”. Yo quiero saber, ahora que lo vivo, ¿cuál es el significado de “estamos saliendo”?Si me hago esta pregunta es porque, obvio, no tengo respuesta. Así que solo puedo soltar conjeturas que ya habían comenzado a rondar por mi cabeza desde que empecé a, literalmente, salir; y que, se han hecho más palpables ahora, cuando me he visto reiteradas veces cuestionada (por muchas personas, de diferentes contextos, familia, trabajo, amigos, conocidos y desconocidos) y puesta entre la espada y la pared con la misma pregunta: ¿ya tienes novio? Yo pongo mi cara de póquer y he tenido que responder: No, estamos saliendo. Y es la verdad.
Sin embargo, irremediablemente me zambullo en el mar de etiquetas que podría ponerle a las diferentes relaciones que he tenido en mi vida. Pienso que a mis queridos barrios imaginarios como Amigolandia e Ilusiolandia, habría que sumarle Agarrelandia, Revolcónlandia, Quiero-conocerte-un poco-más-landia, Te-estoy- meciendo-landia, Me estás-meciendo-landia, Sí quiero algo contigo-pero-todavía-no-sé-qué-landia, No-quiero-nada serio contigo-landia y Solo-estamos-gileando-landia (¿ven? ya aprendí). Miles de terrenos más, en los que supongo que uno habita mientras encuentra o busca lo que quiere en alguien que esté buscando o encontrando lo mismo en uno.
Pero dejémonos de palabras. Es irónico que exista un término como “salir” que justamente define lo no-definido. Salir puede implicar (o no) fidelidad, constancia, ese “ir” hacia algún lado juntos, etc. No hay reglas, no existen los compromisos. No hay nada establecido. Una amiga me contó hace poco que estaba “saliendo” con un chico con el que dormía casi todas las noches desde hace tres meses. La semana pasada por fin se animó a retomar su vida amical y decidió salir con nosotras, las amigas a las que había abandonado por el hombre en cuestión. Luego de una larga sesión de vodka tonics, reclamos fingidos y los clásicos ¿y cómo es él?, ¿qué tal van las cosas entre los dos? ¿estás contenta? ¿ya están? (yo no dije eso, lo juro), salimos dispuestas a bailar.
No me acuerdo en qué round de música de los 80 estábamos cuando vi a mi reaparecida amiga corriendo hacia el baño. Pensé que era el efecto vodka-The Chemical Brothers-chelas-The Cure. Pero no, pues al atravesar la pista de baile para seguirla vi al “chico” en tamaño beso con otra. Cuando llegué al baño, ya estaban todas ahí con la cara de Uma Thurman en Kill Bill Vols. 1 y 2. Salimos del lugar abrazadas, ella llorando y el resto insultando al, ahora, pobre infeliz ese. La voz llorosa de mi amiga irrumpió en el silencio de la madrugada al decir que lo que más le dolía era que al momento de confrontarlo él le había dicho (con cara de “yo no fui”, claro): pero si solo estábamos saliendo. Casi nos peleamos por quién regresaba a la discoteca para matarlo con un sable japonés imaginario. Pero nos miramos y convinimos en que no era tan disparatado lo que él le dijo. Lo que si maldijimos es esa palabrita algunas o muchas veces es utilizada excusa, pretexto o salvoconducto temporal para no decir las cosas claras, las cosas como son, pero también como una venda temporal para no oír lo que no queremos escuchar.
Las etiquetas no me gustan, porque no siempre definen a una relación. Y las relaciones no se definen porque sí. Ponerle un nombre a una relación es hacer explícito un pacto entre dos, íntimo y privado. Sea cual sea. Pienso que solo así vale abrir el diccionario y leer que “salir” es de alguna manera probar, conocer, tantear, ver si esa persona te gusta y más importante aún, si te gusta lo suficiente para dar un paso más. No ese que te hace ser “novios”, sino el paso importante, el interior: la decisión de elegir a esa persona para quedarte a su lado y dejarla quedarse a tu costado; pero de ninguna manera salir significa mentir de manera soterrada o de fingir sordera emocional. Eso, simplemente, no se hace, aunque resulte tentador.
Canción para salir
Escucha aquí un extracto de “Ultrabeba” de Turbopótamos
Esta es una escena de dos desconocidos que se animaron a salir y tuvieron la cita perfecta (Before Sunrise)