Cambio causa limeña por alojamiento
¿Alguna vez viajaron a algún lugar y terminaron durmiendo en casa del amigo de un amigo, de la hija de una amiga de su mamá, o donde un familiar cercano, lejano o que nunca habían conocido a causa de la distancia geográfica que los separaba?
De igual manera, probablemente también les tocó alojar a un primo desconocido proveniente de California, o al hijo de una amiga de la familia que emigró a España hace veinte años. Todos estos encuentros forman parte de un sistema de karma viajero basado en el “hoy por ti, mañana por mí.” Hoy en día la tecnología y un sitio de Internet llamado Couchsurfing han revolucionado esta práctica poniendo a disposición de sus usuarios una enorme lista de conocidos en los cuatro rincones del planeta dispuestos a darte la bienvenida a sus casas sin siquiera ser primos lejanos o conocidos de tercer grado.
La misión de couchsurfing es la de “contribuir a un mundo mejor un sofá a la vez”. La inscripción al sitio es gratuita y una vez inscrito puedes participar en la comunidad de tres maneras: buscando un sofá donde alojarte en tu próximo viaje, alojando a un miembro de la comunidad en tu sofá o participando en actividades como un picnic, fiestas o excursiones tanto en tu ciudad como en otras ciudades que visites. Las condiciones de utilización prohíben cobrar por hospedar a un miembro y no hay obligación de hospedar a nadie. Lo importante es participar en la comunidad con el espíritu abierto y usando tu sentido común. Además, las condiciones de hospedaje varían en función de con quién te quedas. A veces duermes literalmente sobre un sofá, otras tienes una habitación para ti solo.
En el año 2007, una amiga mexicana residente en Estados Unidos me llamó para contarme que su hijo adolescente estaría viajando por Europa con unos amigos y me pidió si podían pasar unos días en mi casa. El chico vino con sus amigos y me contaron cómo se habían quedado donde un desconocido en París a quien habían contactado por medio de un sitio web. Fue la primera vez que oí hablar del couchsurfing y quedé intrigado. No me inscribí hasta el 2009 cuando un amigo guatemalteco me empujó a hacerlo. Desde ahí mi experiencia couchsurfera fue progresando poco a poco.
En mayo del 2009 viajé a Rusia con un amigo colombiano. Aunque no me aventuré a alojarme con nadie, entré en el foro moscovita de couchsurfing para buscar actividades.
Terminamos quedando con un grupo de gente para ver el desfile militar que celebra cada año la victoria en la Segunda Guerra Mundial. En el grupo había un brasileño, un libanés y varios rusos. El desfile fue solo el comienzo de la experiencia.
Luego del desfile fuimos a un bosque en el medio de la ciudad para hacer un picnic.
Al caer la noche nos llevaron a una autopista elevada donde pudimos observar los fuegos artificiales.
Fue viajando con mi mamá por Europa Central que me quedé en casa de un couchsurfer por primera vez. Como viajaba con mi mamá, preferí buscar una casa de familia. Dormimos en la sala de un cómodo departamento en el centro de Salzburgo donde una señora divorciada y sus dos hijos. A mi mamá le costó entender el concepto de por qué una familia querría molestarse en alojar a unos perfectos desconocidos. Como agradecimiento decidimos prepararles un plato típico peruano para cenar. Nos decidimos por una causa limeña, sobre todo por su facilidad de preparación.
Este fue el comienzo de una tradición. Cada vez que me quedo en casa de un couchsurfer trato de hacer una causa, aunque no siempre se da ni el tiempo ni las condiciones.
El año pasado pasé una semana viajando por Argentina y alojándome exclusivamente con couchsurfers. Como viajé solo, el hecho de tener dónde llegar y con quién compartir unos momentos al final del día le dio a este viaje todo su encanto. Me quedé en cuatro casas diferentes y preparé tres causas.
En Buenos Aires me quedé con Tolga, un turco que vivía la vida bohemia compartiendo un departamento sencillo del barrio de San Telmo con otros dos turcos.
En Córdoba me quedé dos noches con Lucas, un estudiante de Catamarca y su compañera de departamento, Lola, una simpática uruguaya, en un céntrico departamento. También me quedé con Alberto y su pareja en su acogedora casa en un barrio residencial.
En Mendoza me hospedó Edu, quien también es guía turístico especializado en la zona de Mendoza y sus alrededores.
Sintiéndome mas aventurero aun, busqué sofá en Addis Abeba, Etiopía, unas noches antes de que llegara mi compañero de viaje y una noche después de que se hubiera ido.
Al llegar, me quedé con Anteneh, un abogado que trabaja para una ONG. No solo disfruté de su excelente hospitalidad (y comida), sino que también tuve la oportunidad de ver cómo vive la clase media etíope. Jomo Condominium es un enorme conjunto habitacional situado a unos kilómetros al suroeste del centro de la capital.
A la vuelta me quedé donde Maski, una chica que ha vivido en una multitud de lugares como Canadá, Dubái y Francia. La noche que me alojé en su casa organizó una cena internacional con algunos couchsurfers residentes en Addis y otros que estaban ahí de viaje. Hacer una causa fue más complicado de lo que pensé, ya que fue casi imposible encontrar puré en caja y no quería pasar el día entero pelando papas.
El mes pasado pasé un fin de semana en Lisboa donde Rafael y Lauro, dos estudiantes de derecho brasileños. También recibieron el fin de semana a Klaudia, una estudiante polaca, y a Marcela, una amiga de infancia de Rafael.
Nuestros anfitriones nos llevaron al Barrio Alto a varios bares donde disfrutamos de música en vivo y donde Rafael tocó el cajón.
Tuve que hacer la causa de pollo porque a Lauro no le gusta el pescado.
¿Ustedes han oído ya de couchsurfing? ¿Se aventurarían a recibir gente en sus casas o a ir a dormir donde alguien a quien no conocen?
PD. Muchos me han contactado preguntandome como se hace para inscribirse. Para inscribirse pueden ir a www.couchsurfing.org e ir a donde dice registrarse y seguir las instrucciones.