A manera de presentación
Si hay alguien a quien tengo que demostrarle que sigo siendo hincha de Alianza, es a mí. Si hay alguien a quien se lo debo, por haber estado desde hace mucho tiempo viendo los partidos solo por TV, es a mí. Si hay alguien que desde un recóndito lugar me lo reclama, ese soy yo.
A través de este blog intento pagarme esta deuda de gratitud y, al mismo tiempo, dejar que se oigan las voces de todos los aliancistas que tienen algo que decir.Porque a Alianza le debo un contingente de alegrías y tristezas. Y las tuve, por ejemplo, a lo largo de 10 años sin perderme un solo clásico, una década en la cual sufrí la volteada del 3 a 2 en el Nacional al equipo de Escobar, el gol del innombrable Martínez que nos dejó fuera de la Copa
Libertadores en el último minuto, pero en la que también gocé el 6 a 3 abrazado a una señora de la sur el glorioso 5 a 1 sentado detrás de José Velásquez en el palco azul -porque me vendieron un boleto duplicado y me compensaron así- y también, gracias a Alianza pude gritar, abrazado a mi padre, el mágico gol de tiro libe de Cueto a Chávez Riva en arco sur del Nacional, cuando la pelota volaba y se demoraba como diciendo: “ya voy a entrar”, pero no entraba, hasta que al final se clavó con elegancia en el ángulo superior izquierdo del arquero y yo solté uno de los gritos más emotivos de la vida.
Por todo eso siento que he estado lejos mucho tiempo, y que es hora de volver.
Ya había tenido esa inquietud en diciembre de hace unos tres años. La época no era de alegrías para mi familia. Estaba con mi esposa comprando en un supermercado y apareció Jayo detrás de las verduras: bacán, encadenado, bien al oro, tranquilo, sonriente, satisfecho. Y yo lo veo y me dan ganas de abrazarlo, de agradecerle. Y mi esposa me mira y no entiende mi emoción. Porque está triste pues su hermana está muy grave, y yo no le puedo explicar que yo también estoy preocupado por ella, pero que justo la noche anterior he visto, con el televisor en silencio, cómo Alianza le ganaba la definición del título nacional al Sporting Cristal y cómo Jayo había corrido y había llegado a todas las pelotas, y que se merecía mi entusiasmo, igual que Pepe Soto y todos los demás.
Aquella fue la vez del campeonato suspendido, cuando Cristal decía que no le importaba jugar la final con Alianza, pues sentían que esa definición no valía la pena o estaba viciada. Pero al final resultó que se fueron con bronca, y nosotros fuimos los que les gritamos “bicampeones” en la cara.
Lo del domingo no es un título, pero es el camino, y ya nos hace falta. Qué mejor que lograrlo este año que la “U” cree que ya lo ganó todo y aún no tiene nada. Qué mejor que quitarle puntos a Cristal, que puede ser rival directo. Qué mejor que seguir diciéndole a la gente que Maestri habrá aprendido algo después de estar en un equipo grande, pero que ni así podrán con nosotros, porque Costas sabe qué hacer, porque ya lo hizo, y porque yo estoy decidido a volver a vivir la pasión de tener la sangre azul.