Enemigos ínfimos
A ese secreto que guarda la cofradía victoriana no tenemos acceso ni siquiera los periodistas más vinculados con la institución. Hasta ahí no llega nadie, y es que el núcleo y la verdad de los íntimos jamás asomará los ojos por la ventana para que algún indiscreto tome nota de sus facciones, tamaño y color.
Todos imaginamos lo que ocurre en ese seno y tratamos de describirlo, palabras más, palabras menos. Pero los tiempos cambian y el espíritu de quienes visten la blanquiazul también se transforma más allá de lo que algunos conservan como esencia. Alianza es el equipo más tradicional y también el más complicado de entender. Por lo mismo cualquiera no lo lleva en el corazón y por eso pide mejor fútbol, exige mejores jugadores y presiona al entrenador hasta no ver que el equipo funciona como la historia manda.
Pero cuando suceden derrotas como la de Caraz (desde donde escribo este post), hay que dejar de lado el análisis frío y apasionarse para que en ese camerino tan celosamente resguardado y cargado, se filtre la voz del pueblo y ellos mismos descubran la importancia que tiene para la vida de sus hinchas que jueguen a la altura de la camiseta.
Yo no creo que exista jugador más hábil en el medio peruano que Johnnier Montaño, pero también creo que se lleva el primer lugar de displicencia cuando le da la gana y eso no se le puede tolerar al jugador mejor pagado del equipo, por quien el club se fajó en una lucha legal contra la ‘U’ –y ganó- y que a pesar de eso solo ha dado muestras de su gran talento a cuentagotas y de forma insuficiente.
No está en discusión su fuerza física, su resistencia a los golpes o la zurda misteriosa que en escasos partidos salió a relucir para dejar contento al pueblo blanquiazul. No concuerdan las pocas ganas que a veces tiene para jugar con el indomable carácter que muestra para negociar su renovación de contrato y nuevo salario.
En Caraz el colombiano fue cualquier cosa, lo mismo que Trujillo, Moisela y casi todo el equipo. Siento mucha pena por lo que le sucedió y provocó Aldo Corzo, pero es algo que lo veníamos advirtiendo: se llena de nervios y carece de maña en el área local, lo que lo lleva a cometer penales que desgarran al plantel y tiran abajo cualquier intención de cuidar el cero.
Y los picos de rendimiento que acá siempre mencioné también llegaron en sentido negativo. Si Alianza supo ofrecer en determinados partidos el mejor fútbol del año, también tiene que avergonzarse de las paupérrimas presentaciones que ha tenido (y ante el Áncash fue la más pobre). No lograron sostener tres pases seguidos, rechazaron con los tobillos o canillas y arriba faltó decisión para que las pocas llegadas acabaran en gol (Fernández y Montaño fallaron de forma miserable).
Todavía tengo dudas acerca de la absoluta responsabilidad de Gustavo Costas en esta caída libre de los grones. Observé al detalle sus indicaciones (cosas que no se ven en la tele) y también aprecié que Montaño, Trujillo, Moisela o Molina, no hacían caso y caían en desesperación. Por primera vez en el año sentí desde el primer tiempo del partido que no sacaríamos ni un punto esta vez. Y aunque la responsabilidad pasa primero por los dirigentes que armaron el equipo y por el técnico que avaló las contrataciones; creo que en el caso puntual de Caraz existió una desidia inaceptable de parte de los que estuvieron en la cancha.
Ahora viene CNI en Iquitos, un partido totalmente distinto por las condiciones climáticas, la superficie de juego, el rival, pero sobre todo porque ya no sabemos qué tipo de actitud saldrá de ese vestuario donde reina la intimidad. ¿Furia por la derrota sufrida? ¿Desilusión por la posición y puntaje en la tabla? ¿Frío o caliente? Yo seguiré intentando hallar el por qué de esa cuestión aliancista. Y qué mejor que con la ayuda de ustedes.