Acerca del 'taquito' y la 'huachita'
Este blog fue (y es) vigilante permanente con la exigencia al equipo blanquiazul y su comando técnico. A inicios de temporada (aun ganando el Torneo del Inca) el fútbol de Guillermo Sanguinetti me pareció una traición a la esencia aliancista y a la búsqueda de la estética. Sumaba puntos, llegó a la final y ganó; pero solo había esperanzas en los cabezazos de Mauro Guevgeozián, los tiros libres de Luis Trujillo, los penales de Walter Ibáñez y las estiradas impresionantes de George Forsyth.
No es para lo que nacieron los ojos de un aliancista. Era un juego para la panza y no para el corazón, a pesar de lo necesario que siempre son los éxitos para la existencia de un equipo. Alianza tenía que alcanzar ese mérito para que a partir de ello pueda enderezar el rumbo y mejorar sus posibilidades de presupuesto para armar un plantel, encontrar mejores jugadores y redefinir la propuesta técnica con Sanguinetti. Menos pelotazo y más elaboración, ergo, resultados.
Más allá de la ideología, Alianza con ese estilo caminaba al filo de la cornisa y sucedió lo previsible: bajón de algunos de sus elementos -principalmente Guevgeozián quien entró en sequía- y el enclenque andamiaje futbolístico del técnico decantó en empates frustrantes, derrotas y esquemas sin sentido. Así caminó en el Apertura con el atenuante de que dejaron ir al único jugador que marcaba ciertas diferencias como Junior Ponce (sin que sea nada del otro mundo) y perdió toda cuota de talento.
Este blog se mantiene expectante, pero con sumo incremento de su ilusión. Puedo observar que la llegada de Christian Cueva para la inventiva y la solidez del chico Miguel Araujo en zaga han aportado confianza y subió la valla del resto del plantel. Sanguinetti vuelve por sus fueros con el rigor que debe imponer en el trabajo y físicamente Alianza es el mejor equipo del torneo (Melgar también destaca en ese aspecto).
El pico más alto del 2014 debe ser la última goleada que se le propinó al Cienciano el domingo. El 5-0 -aunque la expulsión de Claudio Rivero inclinó la balanza- tuvo como característica el regreso del buen juego a Matute, la ALEGRÍA de saberse mejores con la pelota y de intentar la diferencia en honor a la tribuna. No ha sido el retorno de César Cueto, el Cholo Sotil y el ‘Nene’ Cubillas, pero marcaron un ritmo que con Sanguinetti había sido imposible de encontrar. Y lo mejor es que no se alejaron de la ambición por el resultado.
Respeto, pero no comparto con quienes se preguntan: “¿Pero qué es jugar bien? ¡Jugar bien es ganar!”. Yo creo que hay casos como el de Alianza en que hay una exigencia tácita e histórica por la estética porque es el mejor camino para llegar al resultado. Exageran los que denostan el ‘taquito’ y la ‘huachita’ y caricaturizan con insolencia ese estilo y tradición porque, obviamente, no tienen la sensibilidad en el pie para intentarlo. Mucho menos lograrlo.
Y sin que el ‘Taquito’ y la ‘Huachita’ sea el argumento de Sanguinetti -nadie en su sano juicio pide un fútbol irresponsable a estas alturas de la vida-, queda claro que es posible ser agradable a la vista en partidos que están para ser atrapados y ofrecérselos al hincha. Así no solo se ganan campeonato, sino que también se marca la historia.
Eso sí, en estas 5 fechas, la prioridad está en la SERIEDAD con la que se salga a jugar. El futbolista debe estar convencido de que en cada pelota dividida está el campeonato, la felicidad de medio país y el futuro de su familia. No es cuento. He sido testigo de palabras de jugadores como Juanca Bazalar o Marko Ciurlizza, quienes aseguran que alcanzar un título con Alianza es un sentimiento absolutamente diferente e inolvidable.
No pierdan esta oportunidad.
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