¿Qué es ese algo que tiene Cusco?
Visitantes y residentes del Cusco aseguran que esta tierra tiene algo. ¿Qué cosa? No sé, nadie lo sabe explicar. Algunos lo llaman energía, otros vibra, mística o simplemente algo mágico que hipnotiza. Sin importar el nombre estoy seguro de que todos nos estamos refiriendo a lo mismo: a una fuerza más grande que nosotros que nos envuelve cuando estamos acá.
En mi caso, cuando llegué a Cusco por primera vez en el 2005, sentí una atracción única e imparable desde que arribé al terminal terrestre. Era de noche y había luna llena. Recuerdo ver por primera vez una ciudad y una luna amarilla. Me enamoré desde el comienzo.
Es como una muletilla decir que Cusco tiene algo mágico. Lo había escuchado muchas veces y solo cuando llegué lo entendí. Nunca olvidaré a un mochilero que conocí en la Plaza de Armas que me dijo, cuando le pregunté adónde más iba a viajar y más cosas sobre el futuro: “mira, si fluye, fluye, y si no fluye, NO FLUYE”. Nada más. En ese entonces la resolución de su frase me dejó un poco decepcionado. Sin embargo con el paso de las horas entendí un poco de lo que quería decir y años después comprendo la profundidad de su simple filosofía.
No creo que alguien pueda explicar qué es ese algo que tiene Cusco, así como no se puede explicar el color verde, el sabor dulce o el vértigo de amar. Aun así he desarrollado una teoría sobre esto, al escuchar el tren. Estaba en Saccsaywaman y el tren pitó, y cuando dejó de sonar su estela de sonido seguía viajando por las montañas. Similar efecto al que deja el rayo, o el cuete cuando trona el cielo y sigue sonando después de explotar. Claro -vi con claridad- Cusco se comporta como una gran caja acústica conformada de paredes montañosas. Pensé que cada sonido que reproducimos (el tecleo de mi computadora, el paso del viajero que acabo de ver por la ventana, el secreto que comparten las mamitas de la esquina, etc.) todo reverbera de igual manera, generando millones de frecuencias simultáneas que rebotan entre ellas y juegan, revolotean por este valle en su camino hacia el infinito. Gracias a esta caja enorme las vibraciones de todas nuestras intenciones se amplifican, las emociones se hacen más grandes, nuestro corazón suena más fuerte, como se incrementa el volumen del a cuerda en la guitarra. Tal vez vivimos dentro de un instrumento musical colosal que ha sido diseñado por los más grandes maestros de la galaxia, y somos su música.
¿Cómo será? Esa es mi teoría. Una vez me dijeron que hay dos razones para venir a Cusco: 1) para escapar de algo y 2) para encontrar algo. Cusco es un lugar de encuentro sin duda. Un lugar inspirador que trasmuta algo pobre en algo rico. Desde que llegué, hasta el día que decidí mudarme acá, seis años después, Cusco me inspira y me ha trasmutado. No solo sus ruinas y grandioso legado que respira, sino cada cosa que veo en su calle, porque aunque a veces todo luce desordenado, todo está en su sitio, todo es como debería ser en este presente y solo así he aprendido a amarlo y sentirme parte de sus entrañas. Cusco me ha inspirado de múltiples formas y lo hace cada mañana, cuando salgo a comprar el pan y el sol me revienta los ojos dormidos, porque Cusco me ha despertado, ha sacado de las sábanas calientes toda mi flojera y la ha puesto a trabajar, a crear, a conectarse, a observar el infinito misterio que es obvio en la piedra y a oler la muña.
Tania Castro me dijo que Cusco es la casa de todos. Que todos pertenecemos acá. Amigos que trabajan con la energía aseguran que Cusco es el nuevo Egipto, que las pirámides ya fueron y que la Chacana es el símbolo del hoy y del futuro. Que Qosqo no es ombligo, sino Casco, el pecho de todo. Que el tiempo no es lineal y que el Inca vive hoy, en una dimensión paralela. Que el Paititi existe y que el oro nunca se lo llevaron porque la ciudad dorada está dentro de nosotros. Yo lo creo. Desde que llegué a Cusco lo creo todo. Mas no enceguecido por la estupidez, sino por la fe de que ya no tengo que ver para creer. Si fluye, fluye, y si no fluye, no fluye. Entonces aprendí a amarlo, como se ama al padre que corre la cortina por tu mañana y te carga de esperanza.
Cusco me inspira a mí y a ustedes también, a todos los que estamos inmersos en este balde de luz. A todos sin excepción y por eso estamos acá. Y lo digo con certeza porque certeza me da Cusco todos los segundos de cada día, de que aunque no sepa de qué hablo cuando hablo de ese algo, sé que hablo de algo que tú entiendes porque estás acá y solo estando acá podemos conectarnos con ese algo, y ser conscientes que ese algo nos cambia a cada momento y que en este momento, cuando he reescrito momento, todo ha cambiado para siempre.
¿Qué es ese algo? No lo sé. Es algo que se siente y nada más.
Gracias CUSCO, por ser este lugar grandioso donde nuestro valle interior se inspira con tu sol.
Publicado en Revista Cuscopólita, Cusco, en 2014.