Chespirito y mi carta voladora
NO CONTABAN CON MI ASTUCIA…
Ha terminado la primera función de “11 y 12” y desde todos los asientos se disparan flashes con urgencia. Roberto Gómez Bolaños solo cumplirá el ritual de saludo al público por unos cuantos segundos. Hay que tomar todas las fotos posibles, hay que grabar. No tendré mucho tiempo. ¿Un retrato? No, mejor un video. Ya no tengo tiempo, el telón amenaza con cerrarse. Guardo el celular y saco la carta abierta que publiqué la semana pasada en el blog y que esta vez llevo dentro de un pequeño sobre. ¿Podré? Estoy a pocos metros pero me acerco más. Florinda Meza reconoce mi intención y da unos pasos adelante. Mi carta tiene solo dos días de vida pero esta noche aprenderá a volar. Hasta llegar al escenario.(Esto sucedió dos horas antes…)
Es el día del estreno de la obra “11 y 12” y parece que todos se han puesto de acuerdo para venir hoy. Las vías para llegar al auditorio del colegio San Agustín eran intransitables durante las horas previas a la función. No era un enorme caos pero más inteligente era llegar a pie. La hora, para variar, aceleró el paso este día. No tuve tiempo para comprar la camiseta roja con el corazón del Chapulín Colorado que quería usar, por eso me he presentado con mi inacabable polo negro del Che Don Ramón (es decir, un Ramón Valdez que fue “photoshopeado” para que se acerque al Che Guevara).
Suena la primera llamada de la función y Julio Escalante; el buen amigo que tengo y la pluma que más extraño (hoy es redactor de economía en este diario pero yo lo prefiero con menos números y más nostalgia); escucha con ligero escepticismo mi plan de entregarle la carta a Chespirito. Y a manera de enrostrarme mis pocas agallas para hacer (o culminar) las cosas, señala con evidente ironía a una mujer que está a tres asientos de nosotros y que sí pudo comprar su camiseta de Chapulín. Segunda llamada. Le digo a Julio que al final de la carta escribí a mano mi correo electrónico y que estando en segundo fila sería un pecado no acercarme para lanzar la bendita carta. Él no me cree.
Tercera llamada. Ya falta muy poco y una locutora repite que las fotos y videos solo serán permitidos en la hora del saludo final. Afuera, en el hall del auditorio, se venden libros de Roberto Gómez Bolaños que al ser comprados tienen el valor agregado del autógrafo. Hay cola pero los minutos son suficientes. Julio, un eterno desconfiado, se pregunta si será Chespirito quien firma los libros. También duda sobre mis opciones con la carta. No cree en mí. Y eso ayudará. Comienza la función.
(…)
Los dos niveles del auditorio lucen casi llenos, hay mucha gente conocida. El audio y la puesta en escena de “11 y 12” han sido muy buenos, purita calidad. Pero esto tiene que acabarse. Ya falta poco. Julio me dice que él solo tomará fotos. Yo pienso grabar y, por supuesto, entregarle mi carta abierta. Se apagan las luces y suenan esos aplausos. La función ha terminado. Me detengo a contar a los buenos hombres de seguridad que quizá tengan la misión de detener a los lunáticos como yo, que solo han venido a entregarle un regalo a Chespirito. Son pocos, esta noche yo les voy a ganar. Julio solo se ríe mientras imagino mi avezado plan.
Es el momento de los saludos. Ahora o ahora. No me despido de Julio, no le digo nada. Solo apago mi celular-cámara, me adelanto hasta la primera fila y saco mi carta envuelta en esos sobres aéreos de color blanco con bordos rojos. “Para Chespirito”, se puede leer. Estoy cerca pero el papel es tan liviano que capaz se desvanece en otro destino antes de llegar al escenario. ¿Y si lo envuelvo como avión de papel? No se puede. Florinda Meza se ha dado cuenta y con las manos me hace señas para que lance la carta. Ahora o ahora. Imagino que mi pequeña carta, la carta que todos ustedes han leído, es el platillo volador que nunca llegó a la vecindad. Vuela, vuela, paloma de papel. La he dejado partir.
Mientras vuela la carta pienso en muchas cosas: si Florinda se la entregará, si Chespirito la leerá, si está bien escrita, si me olvidé decirle algo más, si yo también debería volar hacia el escenario, pienso en las leyes de la física, de la química, filosofé, me pregunto si Perú llegará al Mundial, me pregunto ¿qué significa hacer clic?. Vuela… sigue… elévate paloma mensajera. Y en este momento imagino que el fondo musical (se me ocurre que podría ser “Going the distance” de Rocky I) es interrumpido tal como ocurría cuando entre el profesor Jirafales y doña Florinda se diluía repentinamente el momento de romanticismo. De pronto, la carta cometió la peor de las ligerezas. Su poco peso (y mi conocida descoordinación) no la dejó viajar. No llegó a las manos de Florinda y quedó atrapada en una malla ubicada a manera de reja divisoria entre el escenario y las butacas. Torrrrrpe, me diría “Ron Damón”. Sí, muy torpe.
Pero Florinda no quiso alejarse, lo más probable es que vio mi rostro del Chavo acusado de ratero, o peor, del Chavo que se quedaba solo en la vecindad mientras todos se iban a Acapulco. Me hizo señas para que me acerque, los de seguridad ya no iban a impedirlo, me dirigí hacia la pequeña malla, recogí mi carta y la lancé de nuevo. Ahora sí llego. Doña Florinda se la llevó al camerino. Mil gracias desde aquí. Cierre del telón.
No sé si Chespirito haya podido leer mi carta, Julio Escalante sigue desconfiando pero en el fondo está feliz con su autógrafo. No sé si los agentes de prensa mañana me digan que se podrá realizar la entrevista o que no. La única certeza que tengo al culminar la tarde de este lunes es que si no consigo el encuentro pediré solo cinco minutos para entregarle las otras 230 cartas (los comentarios que ustedes dejaron en el post anterior) que quieren volar como la mía. Esas breves pero contundentes epístolas que al ser escritas con honestidad brutal pueden convertirse en el mejor homenaje que él estaba esperando. Son las cuatro de la tarde, a esta hora me dirán cómo van las coordinaciones para el encuentro. Tengo que llamar.
Mientras entramos a las horas decisivas para confirmar o descartar el encuentro (claro que se puede), sigamos recordando los mejores momentos de Chespirito en la televisión. ¿Se nos ha escapado algún episodio memorable? ¿Podríamos hacer un ranking de los mejores capítulos? ¿Les gustó el homenaje que le hicieron en canal 4 (a mí no)? ¿Quisieras agregar algo más ahora sabiendo que, mínimo, me treparé al cuarto de su hotel para entregarle estos mensajes impresos? ¿Ya vieron “11 y 12″? ¿Qué les pareció la obra? ¿Creen que mi autógrafo es verdadero o ‘bamba’?
[Con ustedes “la prueba de Benito”. En YouTube alguien grabó el momento en el cual mi carta llega al escenario y Florinda Meza la recoge. Pongan atención a los 01:10. Un auténtico momento Kodak. Gracias totales, aukm0el]
[Mi capítulo favorito del Chavo del Ocho. “Las clases de guitarra”. Los diálogos son inmejorables]
[Otro musical entrañable. “Las brujas”. En el capítulo de “Blancanieves” (Chapulín Colorado). Otro de mis favoritos]
[Y para cerrar (a pedido del público) imágenes de otro capítulo top "Los churros de Doña Florinda". Si alguno consigue el nombre de la canción que acompaña a Don Ramón se consagrará de "chavófilo"]