Cuando tú no estás
LA NOSTALGIA NAVIDEÑA (QUIZÁ LA MAYOR DE TODAS)
Llamó a la medianoche, con esa puntualidad inglesa que nunca pude aprender de él. Estaba aún apenado por haber perdido el boleto del autobús que debió traerlo desde el Cusco. Papá intentó, llegar –según me contó incluso “tiró dedo” por Arequipa– pero cerca de las once de la noche asumió su ausencia y se comunicó desde un hotel en Ica. Era la Navidad de 1987 y mientras él me hablaba yo abría el regalo de aquel año: una pelota Viniball algo desfasada pero llena de banderas y colores que decía: México 86.
–¿A qué hora vienes?–es lo único que le pregunté.Aquella Navidad me quedé dormido esperándolo. No lloré, porque él me pidió que no lo hiciera. Fue la primera y última vez que el viejo no se sentó en la mesa el 24 de diciembre. A pesar de no respirar con alma navideña, siempre es bueno tenerlo en casa, aunque sea para que haga las veces de Grinch. Muchas veces he regresado a esa medianoche de hace veinte años porque allí aprendí a respetar el ciclo de las ausencias. Nunca estarán todos, y por ello la nostalgia navideña a veces se resume en el recuento de los que faltan, de los que perdieron el último bus, como mi padre en el 87.
Después de los 15 años comienza esa incertidumbre, esa duda sobre lo que uno debe sentir en Navidad. Ya nadie te colmará de regalos ni esperarás la medianoche para cumplir tus sueños de niño. Ya no. Recuerdo que a esa edad, el 24 de diciembre de 1995, salí a dar una caminata por todo Lince, mi barrio de la infancia, me senté en una banca del Parque Castilla y esperé hasta que dieran las once y media de la noche. Se me había pasado la hora en medio de tantas divagaciones y lamentos por ya no ser el niño que fui, mi casa estaba a veinte cuadras, me había alejado. Apuré el paso, me acordé de esa Nochebuena del 87 y tomé un taxi para las últimas diez cuadras. Cuando llegué a casa, toda mi familia estaba en la sala, en silencio. Crucé la puerta y escuché algunos respiros de alivio, incluso aplausos. Solo faltaba yo, estábamos completos.
Allí comprendí todo.
Cuando se acaba la etapa de los regalos, cuando se difumina la fantasía, esa nostalgia navideña, que tanto eleva las ventas de antidepresivos en las farmacias, tiene que ver con presencias y ausencias. Ese afán tan repetido de dar todos los abrazos que debes en tu universo afectivo. Te pones triste porque siempre faltará alguien y también reflexionas sobre si será tu última vez. Por enfermedad, por edad, porque te vas a casar, porque un viaje se acerca, porque todo cambia. No solo piensas en esta Navidad, piensas en las anteriores y te proyectas a las que vienen. Es una suerte de inevitable nostalgia hacia el pasado y una mirada inquieta (a veces con miedo) hacia el futuro.
Al margen de las costumbres y creencias, prefiero rescatar a la Navidad como la gran oportunidad para reunir lo que se dispersó. Para volver y para prometer no irse más. Hace cinco años pasé la última Navidad con mis abuelos en casa. El paciente Sabino Pío, con ese nombre que navega entre lo musical y eclesiástico, no quiso despedirse de sus nietos pero a mí quiso arrancarme un juramento poco después de las doce.
–Prométeme que nunca dejarás solo al viejo–, me susurró mirando a su hijo (mi padre).
–Lo prometo.
(Mi abuelo falleció ocho meses después de esa conversación).
Recuerdo que el mejor regalo que tuve en Navidad fue un Maxplay que me dieron por anticipado en 1988. En su condición de Grinch, mi padre nunca me habló de Papá Noel. Siempre supe que era él. También en Navidad me pregunto qué le pasó al torpe acólito que sirvió durante diez años en la Misa de Gallo y que siempre se olvidaba de encender las luces de los árboles navideños del templo. En Navidad siempre hay un punto de retorno. Aunque duela.
En esta nueva etapa las Navidades mejoraron. Todos mis hermanos se han casado, pero en los últimos tres años hemos juntado al “plantel completo”. Hermanos, sobrinos, cuñados, mi madre y mi viejo, que en su condición de jubilado ya no tiene esos viajes urgentes que tanto lo alejaron de nosotros ayer. Ya no se va, es uno de los fijos cada una de esas noches. Este año será igual.
Esa crisis o esa lluvia de preguntas sobre “la Navidad y yo” empezaron a desaparecer en esa larga jornada que pasé en 1995 en el Parque Castilla. Mi función, pienso, es no solo renovar el afecto y robarle una sonrisa a los más enanos de la casa con alguna ocurrencia envuelta en papel regalo sino siempre estar a tiempo y no hacerme esperar en la mesa.
Mañana pasaremos la Navidad en casa de mi hermana Patricia. Ya tenemos todo coordinado para que las cosas salgan bien. Pero yo trabajo en un periódico. Mañana tendré que ir hasta algo avanzada la noche. Después tomaré el primer taxi para llegar, ya no caminaré por parques ni plazas como hace unos años porque siento que el mejor regalo navideño es llegar a tiempo donde tanto te están esperando. Ahora quien peleará con el tráfico seré yo. Esta Navidad papá me esperará impaciente como hace veinte años lo hice yo. Esa quizá sea mi misión, mi palabra de honor al abuelo. Nunca perderé vuelos ni autobuses. No me esperen en casa: yo siempre llegaré.
¿Te animas a escribir tu manifiesto navideño con nosotros? ¿Cuál es tu principal nostalgia navideña? ¿Quieres aprovechar para enviar un saludo a alguien en estas vísperas navideñas? ¿Cuál fue el regalo de tu vida en Navidad? ¿Estarás lejos de casa esta Nochebuena?
[Pude escoger cualquier video, canción o villancico navideño. Lo que pocos saben es que siempre en víspera de Navidad no dejo de escuchar esta canción: War is over (Happy Christmas) de mi tótem John Lennon. Pueden emocionarse y buscar a quien deban buscar en esta Navidad. Un abrazo para todos, pásenla ‘mostro’ mañana. Hasta la próxima semana]
Aviso parroquial:
Gracias a todos los que nos acompañaron el viernes pasado en la fundación formal de “El Club de la Nostalgia”. La pasé genial. De hecho tendrá que repetirse con una convocatoria más seria de mi parte. Las imágenes hablan por sí solas: esa noche bailamos, conversamos, recordamos, brindamos, hubo clicks, sorpresas y regalos. Suficiente como para tener ganas de repetirlo pronto. Será la segunda semana de marzo: vayan separando. Aquí algunas fotos
ATENCIÓN: Ya está a la venta el Anuario DT 2008. De veras que está imperdible, con los mejores columnistas del medio: El. Veco, Daniel Peredo, Renato Cisneros, Juan Manuel Robles, Daniel San Román, Jorge Barraza, etc. Cuesta cinco soles. Ya está en los quioscos.