Crazy Enatru
PORQUE AL FONDO SIEMPRE HUBO SITIO
En la esquina del viejo barrio te vi pasar. Sin hora exacta pero con el destino escrito. Tan oxidado como camarote de presidio, tan descuidado como mis noches (o las tuyas). La Línea 80, techo blanco y el destartalado cuerpo color verde mar, era el único ómnibus que transitaba “todo Canadá, Canevaro”. Para mi razonamiento de niño menor de diez años: “era el único micro que iba de frente”. Era inevitable tomarlo, para ver a mis abuelos o para ir a jugar fútbol con mi primo Reynaldo imaginándonos ser los hermanos Koryoto en el parque Castilla a pesar de nuestras evidentes limitaciones. Me la pasé subiendo y bajando con el castigado pie derecho dentro de los dominios de la 80, recuerdo su nombre porque me regresa al año en el cual nací. Circulaba lento pero seguro, con una parsimonia amigable, la antítesis de una sofocante y abusiva combi. Nunca ibas a llegar a tiempo con la 80, su paso desganado era el mejor aviso de una muerte lenta. Estaba condenado a desaparecer.Las pistas de nuestra capital cambiaron de habitantes, en aquel entonces esos suelos asfaltados pasaban años felices con una vida sin apuro. Lima no tenía el orden urbano de otras ciudades del mundo pero era imposible perder un omnibus. Era muy sencillo aprender de memoria los nombres o números de las empresas de transportes que seguían tu camino. “Ya estás ‘Cocharcas José Leal”, le decía siempre mi abuela a mi abuelo cuando él quería quedarse despierto para ver a las ‘Gatitas de Porcel’. Pasaron muchos años para que yo aprenda que Covida no era solo un ‘micro’ sino también un lugar.
Recuerdo la broma de mi abuela y mi mente, que por ratos se convierte en una vieja y mágica cámara para tomar fotos color sepia, no se enfoca en el ‘Cocharcas’ José Leal blanquiazul sino a su abuelo de color plomo y naranja. Ese vejestorio infrahumano que lanzaba más humo que la muchachada de Renovación. Una chimenea de paso cansino que amenazaba con desarmarse en pleno viaje pero que te dejaba en la puerta de tu casa. Aquel vetusto ‘Cocharcas’ era la mejor señal de la miseria y retraso. Un vehículo tan moribundo solo podía funcionar en una ciudad en crisis, detenida en el tiempo.
Si hay un símbolo de esos ‘micros del pasado’ ese es el Enatru amarillo que no solo viajaba por la Vía Expresa sino también esos Ikarus que recorrían la avenida Arequipa: inmensos y acaparadores. Eran pocos, quizá insuficientes pero la vida hoy intercambió la carencia por el exceso. Un Ikarus se detenía en los paraderos y no amenazaba para la preservación de la vida humana. ¿Dónde estarán estacionados estos paquidermos motorizados? ¿Podrán recobrar la vida e invadir las calles desalojando a tanta combi, a tanto loco sin cabello rasta pero con brevete falso?
El primer omnibus que usé con frecuencia era la Línea 73. Tenía unos 10 u 11 años y mis padres me habían enseñado a viajar solo desde Lince hasta el Centro de Lima donde aprendía computación en un conocido instituto de monstruosa reputación. Llegaba caminando hasta la avenida Arequipa y allí esperaba a mi cómplice 73 (te quiero, verde). Me bajaba en las primeras cuadras de la avenida Wilson, una zona donde las veredas y las pistas no se detienen hasta estos días, donde se mantiene la luz encendida a pesar del sol. Donde, ayer y hoy, hubo música, fusiones de todo tipo, pimball, voces, gente agitada, olores, modas, cultura, arte, contracultura y muchísimo desorden. Era un viaje al centro del buen y mal gusto. Un encuentro con la realidad extrema.
Cada vez que tomaba la Línea 73 me demoraba unos minutos en sentarme. Iba y venía. Miraba para todos lados pero nunca lo encontré. Durante esos seis meses que estudié en el centro esperaba que en una de esas idas o vueltas aparezca dentro del omnibus la figura entrañable de Felipe Pomiano, el recordado ‘Tribilín’, quien por esos meses había aparecido por la televisión asegurando que Augusto Ferrando (que viene cantando) más gastaba en camisas que en los sueldos de sus colaboradores y que, por eso, el moreno tenía que trabajar en el mantenimiento de los vehículos. Jamás lo logré ver. Ya está todo perdido. La Línea 73 es una sobreviviente pero el carismático y absurdo ‘Tribilín’ hace mucho vivió su última función.
¿Qué requisitos merecía tener un omnibus para clasificar como ‘estándar’ por nuestras carreteras en los ochenta o noventa? Los mangos metálicos sucios y oxidados, los asientos con orificios irremediables, un cobrador algo menos despiadado que los de hoy pero con su cuarto de malicia, un chofer con mínimo dos papeletas en su ránking y la peor música que puedas imaginar.
No he hecho el recuento ni he pedido cifras oficiales, pero el Perú debe (y tiene) que ser uno de los países con mayor demanda de audífonos y equipos MP3. Solo así algunos peruanos se salvan de una música que, simplemente, no les da la condenada ganada de escuchar. Hasta hoy se ve eso. La peor cumbia, el reggae más estruendoso y el baile de la sombrilla. Si alguna herencia dejaron los ‘micros’ del ayer a las combis locas de ahora fue la música más espantosa que combinada con el tráfico puede regalarte una severa dosis de muerte en plena luz roja.
Hoy nos hemos resignado a las combis. No sé si son un mal necesario. Tan inevitable es la convivencia y la aceptación que el fenómeno más alocado de las últimas semanas en el ciberespacio es un simple pero retador juego llamado “Crazy Combi”. Alguien debería crear uno llamado “Crazy Enatru”, con los paraderos demarcados, con botones para poner en aviso al chofer, con músicos ambulantes y con el mayor puntaje para quien haga realidad un acto imposible en nuestros convulsionados tiempos: dejar que los pasajeros bajen en la esquina.
¿Cuál era la línea de buses que más utilizabas? ¿A cuál extrañas más? ¿Te quedas con los Ikarus o con las combis con ‘c’ de cumbia? ¿Regresaste también a los años ochenta con el paro de la semana pasada?
La palabra es de ustedes
EL NOSTÁLGICO DE LA SEMANA
[Inicios de los años noventa (1991), Celia Cruz y Lola Flores en celebradísima versión de “Burundanga”. Hoy ambas deben estar inventando nuevos ritmos en el cielo. Y sobre la famosa “burundanga”, dejó de ser canción para convertirse en la pesadilla de los pasajeros de taxi. En fin…]
LO MÁS CURSI
[Año 1985. Luis Miguel y la escocesa Sheena Easton en improbable e irrepetible dúo. La canción se llama “Me gustas tal como eres”. El mexicano en gileraza y repolla versión afanando a una mujer casi algunos (o muchos) años mayor que él. Así se hace]
UN PARROQUIAL
Transcurrida la resaca del primer aniversario seguimos con esta nueva etapa. Estamos alistando una serie de entrevistas en video con personajes “del pasado”. Ojalá que esta nueva modalidad les guste y nos sigan por este espacio. Ya estamos en condiciones de anunciar a la primera invitada: Yola Polastri ya aceptó. Estén atentos para las próximas semanas al blog y a los espacios en el Facebook, el Twitter o el NetworkedBlogs.
Gracias por el apoyo y se aceptan sugerencias para los próximos entrevistados.