La normatividad como proyecto
Un proyecto, según el Diccionario de la Lengua Española, es un “primer esquema o plan de cualquier trabajo que […] se hace como prueba antes de darle la forma definitiva”. Proyectar viene del latín projectare, que significa ‘echar adelante’ e implica una acción en el tiempo.
Una de las actividades principales de los arquitectos es proyectar, es decir, imaginar escenarios posibles para el futuro en base a lo que existe en el presente, y diseñar ese proceso para que se haga realidad. Resulta evidente que el proyecto no acaba en los planos, sino en la realización de lo que se está proyectando.
Ideo, la compañía de diseño más innovadora del mundo, considera que todo proyecto pasa necesariamente por empatizar, definir, idear, prototipar y testear. En esa secuencia, y con todas estas acciones.
La sociedad está llena de proyectos, pero pocas veces se piensa en los procesos necesarios para hacerlos exitosos. En el Perú nos detenemos con frecuencia en el idear, y nos olvidamos de prototipar y testear. Creemos que no es necesario; salvo si pensamos en la producción de un vehículo, y súbitamente se nos hace más fácil entender que es imposible pasar a la producción sin haber hecho prototipos y test que validen el proyecto.
Cuánto cambiarían las cosas si integrásemos prototipos y pruebas en los proyectos, cualquiera que estos sean. Tomemos como ejemplo un proyecto de ley y su aplicación sin una puesta a prueba que permita confirmar su pertinencia y viabilidad. Cuando se propuso el proyecto de Ley 30230, que preveía facilitar la inversión privada en la salvaguardia del patrimonio, numerosas voces se elevaron en contra, arguyendo que se vendía el patrimonio a los privados y que terminaríamos transformando los sitios arqueológicos en Disneylandias. Sus detractores quizá tuvieron razón al oponerse, pero si se hubiese hecho un proyecto piloto y se hubiera testeado la manera en que la inversión privada podría ofrecer reales beneficios, sin desmedro ni caricaturización del aspecto patrimonial, tal vez habríamos encontrado la manera de hacerlo bien antes de aplicarlo a todo el patrimonio.
Actualmente, como consecuencia de la pandemia, se están revisando y proyectando, en ministerios y municipalidades, normativas urbanas y arquitectónicas que permitirán adecuarnos a la nueva normalidad y, más a largo plazo, hacer nuestras ciudades más inclusivas, equitativas y sostenibles. Si nos quedamos otra vez en las ideas, encontraremos en el camino errores, ineficacias y efectos perversos que estas mismas normas generarán, a pesar de estar diseñadas para mejorar.
Invertir en proyectos piloto, es decir, en armar prototipos y testearlos, antes de aplicar universalmente una nueva normativa, no solo sería loable, sino que también es necesario. Servirían de ejemplo para los proyectos por venir, pues se corregiría en los siguientes lo que se pueda detectar como oportunidades de mejora.
Se podrá argumentar que hacer proyectos piloto antes de difundir una normativa que los reglamente es imposible con el marco legal actual. Hacer que se pueda es parte del acto de proyectar.
Jean Pierre Crousse
Estudio: Barclay&Crousse