Desvistiendo a la doncella
Cada nuevo disco de Iron Maiden está destinado a aumentar la leyenda. Aunque con un pasado espectacular, sus nuevos lanzamientos permiten redescubrir por qué es una de las bandas más importantes e influyentes del metal. “The Final Frontier” nos volverá más fanáticos de lo que ya somos. Larga vida a la doncella de hierro, por siempre.
Arranca demasiado bien. Como solo lo puede hacer una banda con décadas de historia y de tradición: potencia, buen ritmo y mucha lírica. Desde los primeros minutos, el disco nos introduce en un mundo de sonidos profundos, percusión acelerada y guitarras alargadas. Los patentados riffs de Maiden aparecen a cada momento y la sabia voz de Dickinson nos golpea y nos da la bienvenida a su mundo. El bajo de Steve Harris clarísimo nos guía por todas y cada una de las canciones. Todo lo que siempre esperamos de Maiden y más.
“The Final Frontier” podría fácilmente dividirse en dos grandes partes: una primera donde las canciones mantienen las estructuras clásicas de la banda, ritmos que siguen la tradición y, aunque sin ser aburridos, no llegan a explotar todas las posibilidades. Luego, en la segunda parte, todo cambia. Adiós a las canciones de cinco minutos y bienvenidos los himnos. Minutos y minutos de sonidos progresivos, cambios, riesgos y virtuosidad. Un Maiden que se atreve a ir por esos caminos que millones de bandas actuales no se atreven ni siquiera a ver de lejos. Canciones que conmueven, que sorprenden y que nos provocan salvajemente verlos de nuevo. “The Talisman”, pieza resaltante de esta segunda parte, es sin exagerar un tema que se sumará a los clásicos de la banda.
Eso sí, hay que dedicarle tiempo al nuevo disco la primera vez que lo queramos escuchar: sus 76 minutos se sentirán mejor de un solo porrazo, sin interrupciones y sin cambios en el reproductor.
El Dorado
La opción para dejar comentarios en este post ha sido cerrada porque el blog ha cambiado de autor. Esta entrada fue escrita por Renato Arce, antiguo responsable del espacio